
Se avecina un invierno complicado en todo el mundo, pero en Reino Unido parece que va a ser especialmente difícil. La escalada de precios sin control que vive el país podría provocar que los británicos se queden sin uno de sus platos favoritos, los famosos fish and chips. La situación es tan grave que el sector se encuentra al borde de la extinción.
El pasado mes de mayo, la National Federation of Fish Friers (NFFF) calculaba que hasta un tercio de los aproximadamente 10.000 restaurantes de fish and chips de Reino Unido podría cerrar antes de enero de 2023 a consecuencia de los retrasos en la cadena de suministros y la guerra de Ucrania. Transcurridos solo cuatro meses desde entonces, la tasa de inflación del país -en julio superó el 10% y podría alcanzar el 22% en enero, según Goldman Sachs- y la actual crisis de coste de vida han complicado todo todavía más. "Ésta es potencialmente la peor crisis a la que se ha enfrentado el sector", en palabras de Andrew Crook, presidente de la organización.
Los motivos son dos, principalmente: estos establecimientos operan con márgenes muy estrechos y tienen una gran dependencia de las exportaciones rusas y ucranianas. En el caso del pescado, hasta el 40% del bacalao y el eglefino (otro de los que usan como ingrediente) que importa el sector proceden de Rusia, por lo que su precio se ha visto directamente afectado por el conflicto armado. A esto se suma, además, el arancel adicional del 35% impuesto por el Gobierno de Reino Unido a las importaciones de peces blancos cogidos en aguas rusas como sanción. Todo esto ha provocado que casi 20 kilos de pescado hayan pasado de costar 70 libras (unos 81 euros) a 270 libras (más de 311 euros), según un miembro del sector a CNBC.
Por otro lado, casi la mitad del aceite de girasol que se utiliza para freír el pescado y las patatas fritas procede de Ucrania, el mayor productor y exportador del mundo. Sin embargo, la invasión rusa ha reducido un 15% las exportaciones ucranianas de ingrediente, hasta las 4,49 millones de toneladas, desde septiembre de 2021 a agosto de este año, según datos de la consultora APK-Inform que recoge Reuters.
Dos factores que, combinados con los precios de la energía, están ahogando a los establecimientos de fish and chips de Reino Unido. Según David Wilkinson, propietario del restaurante The Blue Fin en Skegness, Lincolnshire, la factura de la luz de su negocio ha aumentado un 60% en lo que va de año.
Aunque los propietarios hacen todo lo posible porque los clientes no noten este encarecimiento generalizado, al final se está dejando sentir en los precios. Hace un año, el precio medio de unos fish and chips era de 7 libras (unos 8,30 euros) y ahora ronda las 8,50 libras (10 euros). Es decir, se ha encarecido un 21%. Sin embargo, no pueden subir los precios mucho más o empezarán a perder clientes.
Ante esta situación, los restaurantes británicos tienen varias opciones. En lo que se refiere al suministro de pescado, una posibilidad sería importarlo de Escandinavia. La propia National Federation of Fish Friers ha viajado recientemente a Noruega para ver si es una alternativa viable. En cuanto al aceite de girasol, los propietarios de restaurantes de fish and chips de Reino Unido podrían sustituirlo por el de palma, cuyo precio está bajando con bastante rapidez debido al aumento de la demanda de otros tipos de aceite vegetal, los cambios en la política de exportación de Malasia -ha levantado la prohibición impuesta a principios de año- y el impacto de la inflación en la demanda. Asimismo, algunos propietarios ya han optado por abrir menos días a la semana, en un intento por reducir costes, y la NFFF está presionando al gobierno británico para que el IVA a las pequeñas empresas no vuelva al 20% en abril, sino que se mantenga la reducción aplicada como medida de ayuda durante la pandemia.
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