
Aunque el gran anuncio será este jueves, la flamante primera ministra británica, Liz Truss, ha avanzado este miércoles que las ayudas que planea aprobar para reducir el precio de la electricidad no se pagarán con un impuesto a las ganancias caídas del cielo de las eléctricas.
En un debate ideológico, lejos de las peleas de patio de colegio a las que habían quedado reducidas las sesiones de control en el Parlamento británico con Boris Johnson, Truss explicó que su objetivo es "atraer la inversión" para "aumentar la producción de energía", y los impuestos de este tipo son un incentivo para impulsar a las energéticas a hacer todo lo contrario.
Enfrente, el líder laborista, Keir Starmer, advirtió de que la única alternativa sería emitir más deuda que luego deberán pagar los ciudadanos. "Todo ello para que las eléctricas se lleven unos beneficios extraordinarios de 170.000 millones de libras, pagadas por las familias", denunció.
En este momento, todas las miradas están fijas sobre las medidas que anunciará mañana la líder británica para congelar la factura media de la luz en el entorno de las 2.000 libras anuales, frente a las 5.000 que podría alcanzar el próximo abril, según los analistas. En los últimos días, su entorno ha estado lanzando diversos globos sonda en los medios con diversas opciones, que iban desde crear un suplemento a las facturas de los próximos 10 a 20 años, con el que los consumidores tendrían que ir devolviendo el dinero, hasta emitir deuda y confiar su pago a que las ayudas permitan un crecimiento más rápido de la economía en los próximos años.
La agencia Bloomberg analizó algunas de las propuestas filtradas por el nuevo equipo de Downing Street, que apuntan a que las ayudas evitarían una recesión y frenarían la desbocada inflación, pero que, a cambio, podrían suponer un agujero sin fondo para las cuentas estatales: cuanto más suba el precio del megavatio/hora, más dinero tendrá que aportar el Gobierno para que los ciudadanos sigan pagando lo mismo. "Es una apuesta del Estado en corto" del precio de la electricidad, resumía el análisis.
La oposición se ha lanzado en tromba a exigir que las compañías eléctricas paguen una parte de coste, aprovechando que la UE ya ha anunciado que hará lo propio, limitando los beneficios que se podrán embolsar. Sin embargo, el nuevo Ejecutivo británico ha apostado por "resistir las presiones", por muy popular que sea la medida.
Un hito de diversidad
El Gabinete de Truss, formado anoche, cuenta con un hito histórico: ninguna de las cuatro principales carteras de su Gobierno ha recaído en un varón blanco. Su vicepremier y ministra de Sanidad será Thérèse Coffey; el ministro de Economía -Kwasi Kwarteng- y el de Exteriores -James Cleverly- son de descendencia africana; y la ministra del Interior, Suella Braverman, es de familia india.
Lo que sí ha levantado ampollas dentro del partido es que, pese a esa diversidad, hay un grupo que no se ha visto recompensado en absoluto: los partidarios de su rival en las primarias, Rishi Sunak, que han sido purgados sin miramientos. Teniendo en cuenta que Sunak fue el candidato que más apoyo cosechó entre el grupo parlamentario, Truss se arriesga a dejar heridas abiertas en su partido nada más llegar. Su apuesta por las medidas para solventar la crisis energética como forma de asentarse políticamente, reforzar su precaria situación en las encuestas y acallar a sus rivales internos es cada vez más clara.