
El catalanismo no independentista se resiste a darse por vencido, pese a haber desaparecido sus partidos históricos de referencia, con la coalición Convergència i Unió como máximo exponente. Lliga Democràtica es el enésimo intento de fundar un nuevo partido con el que volver a las instituciones catalanas y romper la política de bloques entre los unionistas y los secesionistas, haciendo de visagra.
Pretende ocupar un espacio central que trabaje por conseguir puntos de encuentro y acabe con el bloqueo institucional actual. Defienden una tercera vía 4.0, manteniendo la reivindicación de mayor autogobierno para Cataluña y añadiendo nuevas preocupaciones como un avance económico y social que respete el medio ambiente.
¿Pero quién hay detrás de esta nueva formación? ¿Y qué posibilidades de éxito tiene? Los retos son muchos, y la dificultad de lograr los objetivos elevada, ya que es necesaria una coordinación, organización y liderazgo por ahora inexistentes, pero la iniciativa ya trabaja en su manifiesto fundacional, que se prevé presentar en septiembre.
La principal entidad impulsora de Lliga Democràtica es la plataforma Catalunya segle XXI, con integrantes como el expresidente de Societat Civil Catalana Josep Ramon Bosch y la número dos del exprimer ministro francés Manuel Valls en el Ayuntamiento de Barcelona, Eva Parera, que procede de Unió.
En Lliga Democràtica quieren integrar corrientes actuales de centroderecha y centroizquierda que se han ido conformando entre los descontentos con los partidos tradicionales, como Units per Avançar -herederos de Unió que se unieron al PSC en las últimas elecciones autonómicas-; Portes Obertes del Catalanisme; Lliures y desencantados del PDeCat, el PP y Cs. Incluso han llamado a la puerta de Convergents, pese a su perfil soberanista -aducen que no todos lo son-.
Los retos
Precisamente esta multiplicidad de sensibilidades es uno de los obstáculos para Lliga Democràtica, que debe encontrar un sólido elemento común que las amalgame. Desde algunas fuentes de los propios movimientos actualmente en negociación apuntan que, si se consigue la unión entre varias corrientes, deberían buscar un nuevo nombre para el partido resultante, decidido entre todos.
Una vía aglutinadora sería contar con un líder potente, pero de momento no lo hay. Buscan un perfil de mediana edad, preferiblemente mujer, y con experiencia, tanto política como empresarial. Este obstáculo ya se lo encontró Lliures en su intento de crear un nuevo partido catalanista de centroderecha y no logró solventarlo.
Otro obstáculo relevante es cómo conseguir financiación. La banca no está por la labor de prestar dinero a una formación que no tiene asegurados los resultados electorales -y por tanto las subvenciones vinculadas a la representatividad conseguida-. La esperanza de Lliga Democràtica es conseguir apoyo financiero entre la burguesía catalana animando la sensación de que es necesario movilizarse ante "señales como lo que ha pasado en la Cámara de Comercio de Barcelona", donde la candidatura independentista Eines de País (Herramientas de País) ganó por mayoría absoluta contra todo pronóstico. "En ausencia de implicación, triunfa la influencia de las minorías organizadas", sostienen fuentes de Lliga Democràtica.
A todo esto se suma un previsible calendario electoral desfavorable, por lo pronto que pueden volver a colocarse las urnas en Cataluña. El nuevo partido trabaja con la previsión de presentar su manifiesto fundacional en septiembre y celebrar su congreso constituyente en octubre, por lo que si se produce un adelanto electoral de los comicios autonómicos -cada vez más inminente-, puede cogerle a traspié.
Para llegar a tiempo, las elecciones deberían ser en noviembre como muy pronto, pero puede que la legislatura de Quim Torra no llegue tan lejos, dadas las continuas discrepancias entre ERC y JxCat, que hace meses pusieron fecha de caducidad a su compromiso de gobierno conjunto: la sentencia del Tribunal Supremo por el juicio del procés. Cuando llegue el fallo, el futuro del Govern será una incógnita. Hoy por hoy, la crisis en el bando soberanista es patente, tras la decisión de JxCat de apoyar la presidencia del PSC en la Diputación de Barcelona, pese a que contaba con los mismos disputados que ERC.
Votantes potenciales
Lliga Democràtica aspira a conseguir al menos cinco escaños, y mejor siete, para poder influir en la política catalana: "Mientras no se alteren las mayorías actuales, será complicado desbloquear la situación en Cataluña", explican. Quieren favorecer un gobierno efectivo que aproveche "la capacidad de autogobierno que ahora no se está ejerciendo, y que está haciendo perder oportunidades a Cataluña".
Calculan que pueden captar entre 230.000 y 300.000 votos, tanto entre catalanistas no secesionistas como entre soberanistas "decepcionados porque la vía de los partidos independentistas se está demostrando estéril a nivel político, económico y social, y no son capaces ni de aprobar presupuestos".
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