
Nacido al calor del movimiento del 15 de marzo, Podemos es un partido que tocó el cielo en las elecciones de 2015 y de 2016... para aterrizar en el infierno en 2019. La formación ha recibido sendos varapalos en los comicios generales del 28 de abril y en los autonómicos del 26, todo ello después de unos meses en los que las disputas internas del partido han estado por encima de sus propuestas políticas, al menos de cara a la ciudadanía. Todos los dedos señalan a Pablo Iglesias, fundador y secretario general, como el principal responsable de un declive que ha dejado a Podemos con un tercio menos de sus escaños nacionales -42- y con un 65% menos de diputados autonómicos.
Todo ha sido una crónica de una debacle anunciada. Los sucesivos enfrentamientos en el seno de Podemos entre los fieles a Iglesias y el resto de las ramas y han ido despedazando la organización y minando su imagen pública. Quizá lo que se recuerde como el inicio del fin de la formación fuera Vistalegre II. Por entonces, miembros como Íñigo Errejón y Carolina Bescansa pusieron sobre la mesa sus diferencias con las doctrinas extendidas por Iglesias en el partido, como su polémica apuesta de entonces por un referéndum en Cataluña.
Los contrarios a Iglesias fueron derrotados en el cónclave, lo cual dio paso a lo que algunos exmiembros consideraron una "purga" de los fieles de Errejón y Bescansa y otros contrarios de Iglesias de los órganos de dirección de Podemos nacional. Solo un año tardó Bescansa en dejar su escaño mientras paralelamente, Irene Montero, número 2 y mano derecha de Iglesias -además de su pareja- , ascendía en el escalafón de la formación.
Para la gallega, la situación de su formación es crítica. "Lamentablemente, el rumbo tomado por Podemos lo arrastra hacia el mismo lugar funcional que el régimen del 78 reservó para Izquierda Unida", considera Bescansa, ya fuera de la primera línea de la política nacional.
Hace hincapié en "la incapacidad para integrar la diversidad territorial y política en Podemos, apartando a todas aquellas personas que discrepaban. La relación de casos es larguísima: Navarra, La Rioja, Cantabria, Galicia, Murcia, Cataluña, Andalucía y, por supuesto, miembros no oficialistas de la dirección estatal".
La venganza de Errejón
Este es el caso de Íñigo Errejón. Tras su derrota de Vistalegre II -encabezó el bando contrario al secretario general-, el que fuera el inseparable aliado de Iglesias fue apartado del corazón de la organización, siendo designado más tarde candidato para la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el secretario general en la región sería otro fiel a Iglesias, Ramón Espinar.
En enero, Errejón articuló su venganza: sumó fuerzas con Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid -también resentida con Iglesias, con quien ya tenía una tensa relación, sobre todo desde la expulsión de los miembros de Ahora Madrid de Podemos- creando Más Madrid y llevándose a los suyos a esta plataforma. Una diáspora que vació Podemos de peso de cara a las dos citas electorales que se han celebrado en este año - Espinar dimitió poco después de marchar Errejón y Pablo Bustinduy renunció a ser el número 1 de Unidas Podemos para las europeas-.
Todo ello sumió en un caos y en una desazón interna a Podemos que se ha dejado notar en las campañas electorales, sobre todo en Madrid. A pesar de la implicación del líder morado, los suyos se despeñaron. En la Comunidad, perdió 20 diputados, que se fueron a la plataforma de Errejón. Todo con una candidata que se colocó a sí misma en el centro de la polémicas al criticar las donaciones de Amancio Ortega, expresidente de Inditex, a la sanidad pública.
Tras la debacle y en medio de la negociación con el PSOE para apoyar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, Iglesias no se plantea dimitir... aunque tampoco parece tener un sustituto o sustituta. La limpieza interna que ha venido ejecutando en los últimos años y la marcha de miembros relevantes a dejado a la cúpula nacional de Podemos huérfana de líderes, más allá del trío que conforman Iglesias, Montero y Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, todos de la misma cuerda. Ni siquiera se plantean convocar un Vistalegre III, : "¿Quién queda que pueda liderar una alternativa?".
La respuesta puede que esté fuera de Madrid. Varios de los 'barones' de Podemos en otras regiones culpan a de lo ocurrido a Iglesias. Teresa Rodríguez es la que más alza la voz, llama a una reflexión interna y exige más autonomía, mientras que no se descarta que recorra el camino de la emprendiduría política como ya hizo Errejón, quien por cierto ya anuncia la extensión de su marca a otros territorios en España. Los fuegos de Podemos no se apagan y surgen nuevos focos. El tiempo dirá si la formación morada sobrevive al incendio.