La suerte ya está echada para el 21D. A falta de alguna sorpresa final, en forma de aparición a este lado de la frontera de Carles Puigdemont, o de alguna declaración extemporánea en algún contexto mitinero, la campaña ha terminado. Serán las elecciones catalanas más anormales de la democracia, con el Govern cesado, la autonomía intervenida y la sociedad dividida entre quienes quieren la independencia y quienes no. En directo | Siga la última hora sobre las elecciones de Cataluña del 21D.
Tan rara es la cosa que Ciudadanos, un partido que hace siete años tenía tres diputados, podría ser el vencedor de la contienda. Al menos según encuestas como la del CIS, que vista la 'cocina' aplicada en los últimos tiempos parecen más un acto de fe que un oráculo sociológico.
Sin embargo, y a pesar de que el panorama se antoja del todo imprevisible, hay algunas pocas cuestiones que parecen claras. La primera, que aunque la prensa nacional intenta ahondar en las divisiones en el bando independentista (que las hay), resulta ser un frente mucho más homogéneo en sus objetivos de lo que es el bando 'constitucionalista'.
De hecho, de las siete candidaturas con representación, hay tres indiscutiblemente independentistas, dos constiticionalistas y otras dos que son una incógnita. Porque sí, los socialistas apoyaron la aplicación del artículo 155, pero parece claro que no se encuentran cómodos con Ciudadanos y PP como compañeros de baile. Y sí, los 'comuns' rechazan el 155, pero también se han quitado de encima a la expresión más independentista de su ser, con Albano Dante-Fachín a la cabeza.
Ganar aun perdiendo
Dicho de otra forma: en un juego de pugnas entre bandos, los independentistas son mucho más sólidos que sus rivales, y eso les da una ventaja enorme aunque acabara por ser cierto que Ciudadanos ganara. Porque en esta nueva política ganar y no sumar es lo mismo que perder.
El bando independentista, por tanto, cuenta con ventaja incluso en caso de derrota. Ahora bien, cuando hay que sumar para lograr mayorías, lo importante es ser el primero. Y en esas están el PDeCAT y ERC desde hace unos meses, luchando por la hegemonía del soberanismo gracias al -supuesto- derrumbe de la antigua Convergència y al repunte de Esquerra.
Tanto es así que la situación entre ellos ni siquiera está igualada, ya que se le supone cierta ventaja a ERC. A fin de cuentas, los convergentes, corrupción aparte, han traicionado a gran parte de su votante tradicional (nacionalismo burgués urbano y nacionalista tradicional del interior), mientras que los republicanos han aprovechado su alianza de gobierno para dar una fachada institucional al que siempre ha sido su objetivo central.
Los asaltos del combate
El segundo asalto del supuesto 'combate' fue no renovar la candidatura única. El primero llegó antes, cuando Esquerra 'forzó' a Puigdemont a no convocar elecciones y seguir adelante con su pulso al Gobierno, que llevó a la situación actual. La frágil situación del PDeCAT, sin demasiadas salidas tras años de huida hacia adelante, fue un arma poderosa para que Junqueras se lanzase al asalto del 'sorpasso'.
Saben que, salvo sorpresa, acabarán volviendo a ser socios para un objetivo común. Pero también saben que uno de los dos gobernará y el otro respaldará, y en política el orden de los factores determina -y mucho- el producto.
Ya en el campo de batalla Puigdemont ha sabido jugar con habilidad el tercer asalto, que es la composición de las listas con la conquista de llamativos fichajes. Así, incorporó a Jordi Sànchez, presidente de la ANC aún en prisión, como segundo en la candidatura por Barcelona, donde también aparecen otros nombres conocidos y externos a la formación como Anna Tarrés -la entrenadora de natación sincronizada- o Marina Geli, exconsellera por el PSC.
También ha 'robado' soldados entre las filas de ERC: es el caso de Eugeni Campdepadrós, que encabeza la lista por Tarragona en la que también está el controvertido profesor de Constitucional Héctor López Bofill, o Salvador Clarà i Pons, exlíder de Esquerra en el pueblo natal del president, que se incorpora a la candidatura por Girona.
Junqueras también ha intentado atraer 'talento externo' a su equipo. Es el caso de Carme Forcadell, expresidenta del Parlament que será cuarta en una lista por Barcelona que también contará con Ernest Maragall, exsocialista y hermano del expresident Maragall, o el comunista Ramón Cotarelo. Para Lleida contará con Raimon Monterde, alcalde de Sort, como principal novedad.
Pero no todo son las listas de fichajes. Esquerra y las CUP, por ejemplo, han conseguido grajearse la simpatía del ya citado Albano Dante Fachín, que ha participado en actos de campaña con ambas formaciones -que no con la de Puigdemont-, aunque no se ha sumado a ninguna pese a tener ofertas para hacerlo.
La batalla por la hegemonía
El cuarto asalto tiene que ver con la representación de la legitimidad, por parte de Puigdemont, y del sacrificio, por parte de Junqueras. Uno está en Bélgica "exiliado", y el otro en la cárcel como "preso político", según sus discursos. Sólo hay un precedente similar en la política patria, y es el de Arnaldo Otegi enviando un discurso grabado en la cárcel a un acto de EH Bildu. No es, en cualquier caso, una comparación acertada, pero es la única que hay. ¿Qué argumento tiene más fuerza, el del president que defiende haber huido por temer por su seguridad, o el del vicepresident que va a dar la cara a Madrid y paga las consecuencias de sus actos?
La pregunta la tiene que responder su electorado, por una parte, pero también por otra las CUP. No es que el imprevisible partido anticapitalista se lleve de maravilla con Esquerra, pero es cierto que con ellos tiene menos diferencias que con los convergentes -al menos en el plano ideológico-. Unos, eso sí, intentan hacerse ver institucionales mientras otros proclaman justo todo lo contrario. Pero tanto Puigdemont como Junqueras saben que les necesitan como tercera parte de una mesa que sólo podrá mantenerse en pie con ellos.
Más 'procés', o una 'tercera vía'
El último asalto del combate independentista tiene que ver con la estabilidad de cara al futuro. En caso de que su bloque sumara mayoría suficiente para gobernar y decidiera seguir adelante con el 'procés' habrá que elaborar una estrategia a medio plazo. La clave será saber si todos los miembros necesarios -al menos los tres citados- serán capaces de mantenerse fieles a la causa, o si escucharían cantos de sirena venidos de la 'tercera vía', ya sea de los 'comuns' o ya sea de los socialistas.
De la misma forma que Esquerra parece más cercana a las CUP, y por tanto puede tener una ventaja negociadora importante, los Convergentes pueden buscar con mayor facilidad nuevos aliados de cara al futuro. Su partido, aunque fuera en otros tiempos, ha pactado con PSOE y con PP, y en algún momento tendrá que ponerse ante su espejo tras tanta carrera hacia adelante.
Por plantearlo de otra forma: no parece una locura pensar que un PDeCAT en caída libre buscara reconectar con su votante tradicional perdido y acabara abjurando de la vía abierta por ellos mismos para escapar de la crisis, la corrupción y la falta de financiación. Ellos podrían intentar salvarse de la quema de la mano de un socialismo necesitado de amigos al tiempo que dejaría en minoría a una mesa independentista con dos patas.
La campaña habrá terminado, pero quizá el combate acabe de empezar.