Política

Pedro Sánchez, un vendehumos en tiempos de crisis

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. Imagen: Reuters

Se dice que los políticos de talla se miden en las situaciones de crisis. Tiene su lógica, el ciudadano espera de su representante público una respuesta que allane incertidumbres y ofrezca certezas creíbles y no simuladas. Pero la actuación de Pedro Sánchez del martes a la noche, desde Moncloa, para hablarnos de la situación del coronavirus y de las medidas a tomar, no estaba en esa esfera de quien anhela tranquilidad.

Aun sin hablar, solo el movimiento de sus manos, las veces que tocaba los papeles, los recogía, los apilaba, los ordenaba y los desordenaba, unida a su mirada perdida, y al repetido recurso de la lectura eran suficientes como para comunicar que el político actuaba con un guión mal aprendido, apenas unos minutos antes.

Se vio a un presidente sin recursos para defender la gestión tardía del Gobierno de España

Afortunadamente para él, tuvo la suerte de que Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, todavía no había señalado que nos enfrentamos a una crisis económica como la de 2008. De estar informado de ello, el bochorno habría sido sideral, porque en la pobreza de sus argumentos se vio a un presidente sin recursos para defender la gestión tardía que el Gobierno de España ha tenido con el coronavirus.

Solo en términos económicos -a no ser que el Ejecutivo nos sorprenda con un paquete de medidas a la altura de las circunstancias, donde se esperan incentivos fiscales, tal y como sucede en Francia, Italia o en Alemania-, Sánchez vino a decir que pedirá a Europa la relajación del déficit que había mandado semanas atrás a Bruselas, confiado también en que desde allí se habiliten unos fondos para dar liquidez a nuestras empresas y nuestras pymes.

El presidente mantiene que la dimensión económica del coronavirus es seria, pero "transitoria"

Poca resolución para un momento como éste, donde los organismos internacionales avisan de peores previsiones económicas, y donde el presidente tuvo como respuesta atisbar que la dimensión económica del coronavirus es seria, pero "transitoria". Verdaderamente, se espera más del máximo representante político de un país donde una desconcertante epidemia campa a sus anchas, mientras se queda sin razonamiento para defender la manifestación del 8 de marzo.

Resulta liviano y hasta frívolo, que la manera de sortear las críticas sea la enumeración de una larga lista de reuniones para demostrar el interés benedictino por la causa, refugiándose en contactos permanentes con las administraciones autonómicas, con el fin de repartir la culpa. Lo que no dice Sánchez es que fueron algunas comunidades las que le advirtieron al Gobierno del atolladero de los acontecimientos. Pero eso no fue óbice para impedir esa marcha por las calles de Madrid, ni para impedir el acto de Vistalegre, por donde Javier Ortega Smith paseó su virus.

Sin mirar mucho a los ojos de los periodistas que se encontraban en Moncloa, como viene siendo habitual en él, habló de actuaciones globales mediatizadas por las decisiones de los expertos científicos. Es como decir que, los técnicos no vieron inconvenientes, con los datos en la mano, según él, monitorizados hora a hora, para que se celebrara la manifestación del 8 de marzo.

Francamente, o el presidente miente cuando presume del conocimiento que tiene de la evolución del coronavirus en España, o definitivamente es que Sánchez está en otras cosas, como la Mesa del diálogo con las fuerzas separatistas de España para que le apoyen los Presupuestos Generales del Estado, y, "en consecuencia", parafraseando al presidente, fue el lunes cuando reparó en la gravedad de la situación, conclusiones todas ellas que aportan muy poca confianza en la dirección gubernamental de la crisis.

La transparencia, afirmó también este martes, es otro de los pilares de su gestión política. Y es por esto que el ministro de Sanidad ha dado 14 ruedas de prensa y, el técnico científico, Fernando Simón, 20, comentó. Ahora bien, de las suyas, de sus ruedas de prensa no hizo ningún comentario, porque al parecer anda tan ocupado con el plan de choque con el que su equipo lleva "semanas", sin avanzar si tendrá que modificar o no el cuadro macroeconómico, que, entre instrucciones e instrucciones... Total, que fue el lunes cuando reparó de que había que tomar decisiones de mayor calado.

Pero la jornada, no obstante, la del martes negro, contaba con más antecedentes intelectuales sobre la materia. El más plástico, el del ministro Salvador Illa, que, cuando quiso explicar por qué se suspenden los partidos de fútbol de cara al público y no manifestaciones como la del 8-M, echo mano de una teoría, no muy científica y probablemente poco filosófica: y es que para el político catalán, miembro de la Mesa del Diálogo, las manifestaciones son al aire libre, y por contra, los partidos de fútbol se desarrollan en espacios cerrados. En fin, ¡que Dios nos pille confesados!

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