La sesión de investidura que se inició el pasado sábado para decidir si Pedro Sánchez será el presidente de España en esta legislatura que da sus primeros pasos está siguiendo el guión previsto tanto por Moncloa como por el PSOE. Aunque haya perdido la primera votación -en la que tenía que obtener mayoría absoluta para prosperar-, el debate celebrado en el Congreso de los Diputados ha servido para confirmar que los independentismos, representados por ERC y EH Bildu respaldarán el nombramiento del socialista como timonel del Ejecutivo, y ello a pesar de un discurso económico en el que Sánchez expresó su rechazo a lo que llamó una "sociedad de mercado". ¿Un guiño a Unidas Podemos? Es posible, y no fue el único.
En su discurso de investidura, Sánchez pasó por encima de la situación económica de España, sumergida en una desaceleración que se agrava cada día que pasa. Aún así, se comprometió a defender el equilibrio presupuestario y a hacer "justicia fiscal" a través de una reforma tributaria que ya ha quedado plasmada en su acuerdo para un Gobierno de coalición con Unidas Podemos y con la que quiere obtener unos 5.600 millones de euros evitando, aseguró, "cualquier aumento de la presión fiscal sobre las clases medias, que no se van a ver afectadas".
Por otro lado, dejó claro que el Ejecutivo de coalición que presida no va a abordar nuevas privatizaciones del sector público. "Creemos en una economía social de mercado, pero no creemos en una sociedad de mercado, porque no se puede entregar al mercado bienes como la salud, como la educación, como la seguridad, como el porvenir, y la vida de las personas". Con todo, admitió que "el mercado es esencial para la generación de riqueza social y de prosperidad".
Gesto a ERC
El discurso de Sánchez se produjo justo después de que la Junta Electoral Central (JEC) dictaminara la inhabilitación de Quim Torra, presidente de Cataluña, y la suspensión de la inmunidad como eurodiputado de Oriol Junqueras. De ahí que las palabras de Sánchez sobre sus planes para abordar la crisis en la región se antojaran fundamentales para que ERC no cambiara de opinión y rompiera su acuerdo con el PSOE para respaldar la investidura.
Así, el candidato socialista refrendó su pacto con ERC y anunci ó a los grupos de propia voz la "mesa de diálogo bilateral entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña" para abordar la crisis de la región, "todo dentro de la Constitución". Antes había preparado el terreno para un auditorio, especialmente en la bancada de la derecha, hostil a esta propuesta. "Los españoles han decidido repartir con equilibrio su voto. Quieren acuerdos amplios. Quieren que superemos tensiones territoriales y el conflicto político que enturbia la relación de Cataluña con España".
Su idea es la de buscar una "solución política para un conflicto de naturaleza política. Esta crisis es heredada y la asumimos con toda lealtad constitucional para devolver a la política un conflicto político, dejando atrás una deriva judicial que tanto dolor ha provocado en Cataluña y España. Necesitamos recomenzar el diálogo, retomar la senda de la política y dejar atrás la judicialización del conflicto", aseguró, consciente de que la Ejecutiva Nacional de ERC, que se había reunido para analizar posibles acciones por el dictamen de la JEC, estaría atenta a sus palabras. Huelga decir que, finalmente, los republicanos confirmaron que no cambiarán el sentido de su voto y mantendrán su abstención.
Debate bronco
"No se va a romper España, no se va a romper la Constitución, aquí lo que se va a romper es el bloqueo a la mayoría progresista elegida democráticamente", argumentó Sánchez, consciente de que el acuerdo con ERC iba a ser el principal argumento con el que le iban a atacar la oposición.
No se equivocaba. Tras su discurso, la sesión pasó a un debate bronco y con tono macarra, que no rehuyó el socialista. El enfrentamiento con Pablo Casado, líder del PP, fue especialmente eléctrico. "España se queda sin socialismo constitucionalista", lamentó el popular, quien atacó la política económica de Sánchez. Le acusó de querer quebrar el sistema de la Seguridad Social y de llevar a cabo un "desvío masivo del gasto". "No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza", espetó.
En cambio, el intercambio de pareceres con Pablo Iglesias, secretario general de Podemos y futuro vicepresidente del Gobierno, fue totalmente diferente respecto al que mantuvieron en la investidura fallida de julio. Ambos compartieron la necesidad de dejar atrás el pasado y anteriores polémicas. Tanto es así que se estrecharon la mano al terminar sus intervenciones.
El debate acabó con la votación del domingo, que el socialista perdió -no logró la mayoría absoluta-, pero que al mismo tiempo confirmó que las matemáticas avalarán sus investidura el martes, que es cuando se celebrará la segunda votación. Con la baja prevista de una diputada de Unidas Podemos -que no fallará el 7 de enero-, el resultado fue de 166 síes, 165 noes y 18 abstenciones. Es decir, que habrá victoria de Sánchez pero será muy ajustada.
De esta manera, el Gobierno de coalición dará sus primeros pasos la próxima semana, que será cuando se celebre su primer Consejo de Ministros. ¿Cuáles son las primeras decisiones que tomará el Ejecutivo ? Sus presentes y futuros miembros lo tienen claro: retomar "de inmediato", según fuentes de Moncloa, la agenda de medidas que tuvieron que quedar aparcadas por la interinidad del Gobierno durante la mayoría del año pasado, y marcadas en rojo están las subidas de los salarios de los funcionarios y el alza de las pensiones.
Ambas medidas requieren reales decretos-ley para poder activarse y entrar en vigor, algo que no fue posible porque el Gobierno estaba en funciones, situación que cambiará una vez Sánchez tome posesión del cargo -algo que se espera que ocurra el miércoles, aunque no se descarta que pueda ser el martes-.
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