
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, definió como "ilusionante" la posibilidad de conformar Ejecutivo con Unidas Podemos al mismo tiempo que describía el escenario como "inédito". Lo cierto es que, de cuajar la entente, sería la primera vez en más de 40 años de democracia que hay un Gobierno de coalición.
En Europa esto es más común, sin embargo, para encontrar un acuerdo entre socialdemócratas y su izquierda que sirva de referencia hay que retroceder hasta el primer gabinete del socialista François Miterrand, que en 1981 formó Gobierno con cuatro ministros comunistas. Al cabo de pocos años, el dirigente galo se vio en la tesitura de girar al centro para mantener el poder con la consecuente salida de sus socios.
Ése es el temor que hay en las filas socialistas, donde pese al rápido giro de Sánchez no dejan de tener en cuenta las palabras del presidente hace tan solo unas semanas advirtiendo de los riesgos de compartir el Gobierno y de tener a Iglesias en el Consejo de Ministros. Lo que "quitaba el sueño" a Sánchez ahora parece que no, pero por si acaso Moncloa parece estar moviendo piezas para 'emparedar' al líder de Podemos entre dos Vicepresidencias socialistas que lleven el control diario de un Ejecutivo con dos puertas. Carmen Calvo llevaría el silbato de árbitro y Nadia Calviño sacaría la señal de STOP cuando fuera preciso. En la mente de los socialistas reverberan aún algunos precedentes con alguna luz y muchas sombras.
Para hallar los antecedentes más inmediatos del PSOE compartiendo 'sillones' con su izquierda, salvando siempre las enormes distancias, no queda otra que retrotraerse a la II República o poner la lupa sobre los pactos autonómicos de las últimas décadas. Inclinación historicista aparte, el escenario real que se encontrarán Sánchez e Iglesias tiene referentes más cercanos en los pactos autonómicos y municipales del PSOE con su izquierda en los últimos años, todos ellos con suerte dispar. En el caso del ámbito local está el ejemplo de las Alcaldías conquistadas en muchas capitales de provincia por el pacto entre el PSOE y el PCE en 1979. Algo que se ha replicado en parte en las municipales de 2015 y 2019 con socialistas y 'morados'. Sin embargo, por el nivel de competencias y repercusión, el ámbito autonómico ofrece más lecciones para los de Sánchez.
Mal recuerdo en Cataluña y Galicia
En este apartado los socialistas encuentran ciertas 'luces' como el caso de Castilla-La Mancha. En la comunidad manchega la hemeroteca es reciente. El PSOE recuperó el poder en 2015 con el apoyo de Podemos. A mitad de legislatura los 'morados' exigieron entrar en el gabinete y un Emiliano García-Page bastante reacio a la idea tuvo que transigir y darles dos consejerías. El desempeño del resto de la legislatura permitió a Page neutralizar las discrepancias y en las últimas autonómicas el PSOE recuperó la mayoría absoluta de los tiempos de José Bono y Podemos desaparecía del parlamento autonómico. Con todo, Page ha tardado poco en avisar a Sánchez de que Podemos le "quitó el sueño".
Más grises ofrecen los casos de Valencia o Andalucía. En el primero, el socialista Ximo Puig ha logrado la reelección en una comunidad que estuvo 20 años gobernada por el PP. El pacto del Botànic con Compromís y Podemos por fuera resistió las urnas, sin embargo la exigencia de los 'morados' de entrar ahora en el Consell plantea un escenario de dudas, ya que no hay que coordinar dos posturas, sino tres. Más al sur Andalucía vio en cómo en 2012 PSOE e IU unían sus fuerzas para taponar la entrada del PP a la Junta. Sin entrar a valorar el resultado de los pactos, no hubo excesivos terremotos mediáticos -un choque por las competencias en Vivienda- y la cosa funcionó hasta que Susana Díaz, por interés político, rompió el Ejecutivo de coalición y convocó las elecciones de 2015, tras las que tuvo que entenderse con Ciudadanos.
La oscuridad total la encuentran los socialistas en casos como los Galicia y especialmente Cataluña. Transcurridos 15 años aún siguen recientes los titulares que dio el tripartito entre PSC, ERC e Iniciativa per Catalunya Verds. La falta de coordinación interna provocaron un sinfín de salidas de tiesto que los socialistas aún siguen pagando hoy. Desde la reunión de Josep Lluís Carod Rovira con ETA hasta la fotografía de Pasqual Maragall al propio Carod, conseller en cap, con una corona de espinas en la cabeza en Jerusalén pasando por los tiras y aflojas del Estatut propiciaron una serie de tormentas que suponen un serio aviso para Ferraz. La reedición con José Montilla al frente no acabó mejor.
En la Xunta de Galicia, el PSOE consiguió el poder en 2005 tras pactar con el BNG. Fue un momento histórico tras 16 años de dominio absoluto del PP de Manuel Fraga. No obstante, desde el día uno se evidenció que había dos Gobiernos 'paralelos' dentro del mismo gabinete: el del socialista Emilio Pérez Touriño y el del nacionalista Anxo Quintana. Las desavencencias internas y varios escándalos de despilfarro en pleno alumbramiento de la crisis -también ayudó el desgaste del Gobierno de Zapatero- dieron al traste con el célebremente conocido como 'bipartito', un experimento de mimbres endebles. Apenas cuatro años después, el PP recuperaba la Xunta para no soltarla, esta vez con Alberto Núñez Feijóo.
La II República
En el caso del régimen republicano, precedente más que lejano -casi 90 años mediante- pese a coger fuerza cada cierto tiempo en el rifirrafe entre partidos, hubo una serie de Gobiernos progresistas de coalición en diversas fases en los que estuvo el PSOE. Los socialistas tuvieron notables ilustres como Francisco Largo Caballero en Trabajo e Indalecio Prieto en Hacienda y después en Obras Públicas en los primeros Gobiernos de la República, todos ellos de corte progresista, si bien los socialistas representaban la posición más izquierdista en los mismos, ya que el resto de socios provenían de la izquierda burguesa. Entre ellos estaba ERC con un ministro de Hacienda, Jaume Carner, que vino a ser el 'inventor' del IRPF en España. El pulso de estos primeros Ejecutivos fue totalmente reformista, aunque en las siguientes elecciones de 1933 la izquierda sufrió el castigo de las urnas y perdió el poder.
No volvería el PSOE a estar dentro de un gabinete hasta septiembre de 1936, ya con la Guerra Civil más que empezada. Pese a que el Frente Popular (la coalición de partidos de izquierda ganadora de las elecciones de ese febrero) había recuperado el Gobierno, el PSOE, fuerza mayoritaria en diputados de la coalición, decidió no ocupar ministerios y esperar. Sería con el conflicto ya avanzado cuando el socialista Largo Caballero reclamase la Presidencia del Gobierno y conformase un Ejecutivo con ministros del PSOE, comunistas (PCE), nacionalistas (PNV y ERC otra vez) y posteriormente incluso anarquistas de la CNT.
Los vaivenes de la Guerra y la ya inevitable derrota republicana provocaron una enorme convulsión en los siguientes gabinetes, cambiantes cada pocos días. Con todo, la estructura se mantuvo con un presidente del PSOE (Juan Negrín sustituyó a Largo Caballero) y la presencia de los comunistas hasta el fin del conflicto. Cualquier tipo de agenda política quedó supeditada a la contienda, si bien las diferencias internas dentro incluso del propio PSOE contribuyeron a acelerar la debacle. Más allá de la derrota, costó décadas restañar esas heridas entre socialistas por compartir la gestión con su izquierda -la figura de Negrín, valedor de la influencia del PCE en su Consejo, fue rehabilitada por su partido en 2008-.