
La elección de Nadia Calviño como futura vicepresidenta del Gobierno de la izquierda nace con una doble virtualidad: por un lado, enviar un mensaje de confianza a Europa, correlativo a la intención del Gobierno socialista de trabajar en el rigor presupuestario, en el control de las cuentas públicas y en la reducción del déficit y la deuda pública, y por otro, recordarle a Unidas Podemos que quien tiene autoridad económica es Calviño, la ministra más alejada de los postulados podemitas, como supervisora de sus propuestas económicas más díscolas, explican a elEconomista fuentes del Grupo socialista en el Congreso.
Dicho de otro modo, remarcan las fuentes consultadas, la actual titular de Economía "atará en corto los desmanes de Unidas Podemos y actuará sobre ellos como una suerte de cordón sanitario", aunque se da por hecho que los de Iglesias no estarán cerca de Ministerios que manejen grandes cantidades de dinero o inversiones, salvo, al parecer, Transición Ecológica, lo que podría suponer un cambio en la titularidad de una cartera que estaba llamada a convertirse en una Vicepresidencia, con Teresa Ribera al frente.
Así, el presidente del Gobierno en funciones anunció, en plena campaña, durante el debate televisado de los cinco líderes de los principales partidos, que crearía una vicepresidencia económica con Nadia Calviño al frente. Algo que se interpretó, en cierto modo, como un reconocimiento tácito de la fase de desaceleración económica, que obliga a las más altas instancias del Estado a combatir los efectos de una crisis, pero que también reveló el interés de Pedro Sánchez en dar la mejor imagen posible ante la nueva Comisión Europea, en la que ya no estará su correligionario, el galo Pierre Moscovici, al frente de la cartera de Asuntos Económicos, sino el italiano Paolo Gentiloni, cuyo país de origen comparte con España el sempiterno desafío de embridar las cuentas públicas, amén de una inestabilidad política que nuestros líderes parecen comenzar a imitar.
El anuncio sobre la vicepresidencia de Calviño no ha sido revocado en ningún momento por parte del presidente en funciones. Ni siquiera ahora que, en tan solo 48 horas tras el 10-N, los líderes del PSOE y Podemos han firmado el preacuerdo que, hace tan solo unas semanas, hubiera evitado repetir las elecciones.
La negociación del principio de acuerdo se ha llevado personalmente entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y fuentes oficiales la califican de una declaración de intenciones negociada al más alto nivel, que ahora habrán de desarrollar los equipos de ambos. Primero, concretando las líneas maestras del acuerdo y, posteriormente, abriéndose a otras fuerzas para aglutinar mayoría suficiente para una investidura.
En este sentido, fuentes parlamentarias explican a elEconomista que se están dando los primeros pasos y que aún resta camino para el reparto de carteras.
A nadie se escapa que una de las reticencias de Unidas Podemos en el marco del acuerdo atañe a la promesa de Sánchez de una vicepresidencia para Calviño, y que prefieren un perfil más acorde con sus ideas para ese puesto, buscando que brinde una mayor cabida a las medidas más heterodoxas, propuestas por la formación morada, en materia laboral o de vivienda, entre otras. No obstante, son conscientes de que la figura de la ministra de Economía en funciones es un seguro ante Bruselas.
No en vano, el ascendente de Calviño -fue directora general de Presupuestos en la Comisión Europea- en Bruselas se considera, según los analistas, una suerte de salvoconducto para que la UE brinde una mejor acogida a un Gobierno español más escorado a la izquierda, con un integrante -Unidas Podemos- díscolo con la deuda pública y el déficit.
Elemento equilibrador
De hecho, fuentes empresariales identifican a la ministra en funciones como una suerte de elemento equilibrador en la eventual balanza de la coalición, al apostar por medidas más ortodoxas y haber contenido ciertas veleidades incluidas en el fracasado acuerdo presupuestario del PSOE y Podemos, rubricado en octubre de 2018, tales como reversiones de la reforma laboral o las medidas más ambiciosas pretendidas por los morados en materia de regulación de alquileres.
En este escenario, el mayor escollo para limar diferencias entre socialistas y podemitas será la postura sobre Bankia. Podemos propone impedir su privatización y convertirla en un banco público, para aprovechar parte del dinero inyectado a su rescate, mientras que Calviño aboga por avanzar en la privatización de la entidad, algo buscado por Bruselas. La compañía lleva dos sesiones bursátiles en declive, ante el escenario de indefinición que supone el preacuerdo político para el futuro de su gestión, su estrategia y, por ende, de su cúpula.
Sin vías para la imprudencia
No solo Bankia, todas las entidades financieras cayeron ante el anuncio de coalición, tornándose este castigo del mercado en un mal presagio para que eche a andar un Gobierno, máxime cuando España lo último que necesita es reeditar un clima de debilidad financiera siete años después del rescate. Porque, de entrada, ese escenario terminaría en su más última instancia con demandas de Bruselas a nuestro país muy difíciles de aceptar para un Podemos que ha perdido escaños, que puede estar ante su última oportunidad de entrar en un Ejecutivo, y que, de finalmente lograrlo, no parece querer convertirse de forma fulminante en un remedo del dimitido Yanis Varoufakis, el ministro griego que confió en ablandar las estructuras europeas con políticas contracomunitarias.
Así pues, Sánchez no se ha desdicho en ningún momento de su voluntad de elevar la economía a la categoría de vicepresidencia en pleno proceso de enfriamiento económico externo e interno, ni ha renunciado a su promesa de campaña, mientras Podemos deja entrever su preferencia por otra figura, sabedor, sin embargo, de que el respetado perfil internacional de la ministra blanquea la presencia de los camaradas del griego Syriza en un Gobierno de España aún por conformarse.
Así, fuentes de la formación trasladan a elEconomista que la presencia de Calviño en el futuro Gobierno de coalición no amenaza con ser un problema para su futuro. Cercanos a la cúpula morada aseguran a este diario que aceptarán su rol como vicepresidenta económica. "Si Sánchez no pone vetos, nosotros tampoco", aseguran.
"Eso no será un problema para la integración de la coalición". Ello supone un sonoro cambio de paso, sobre todo si recordamos que durante la campaña electoral Pablo Iglesias fue extremadamente crítico con Pedro Sánchez, después de que anunciara su apuesta por Calviño, considerando que tal elección acercaba todavía más al socialista a las políticas de derechas y a las reclamaciones de las grandes empresas.