
A medida que se acerca la toma de posesión presidencial de Donald Trump, el estado de ánimo en Bruselas y en todas las capitales europeas oscila entre el pánico y la resignación, y muchos esperan que se encuentre algún tipo de consenso. Su reelección es, sin duda, una mala noticia para aquellos que creen que todos tenemos un deber con el bien común. Trump es un nacionalista acérrimo, que sólo piensa en la primacía estadounidense. En lugar de adherirse a principios y reglas claras, su enfoque es totalmente transaccional. Amenaza a Canadá y México con aranceles a menos que impidan que el fentanilo y los migrantes entren en Estados Unidos; advierte a los BRICS de que cualquier intento de crear un rival para el dólar será recibido con duras represalias ó advierte a Europa que debe incrementar al 5% del PIB el gasto de defensa y comprar más petróleo y gas americanos ó se enfrentará a las sanciones americanas.
Pero ahí no acaban los problemas. Su asesor principal, el multimillonario Elon Musk, incendia las redes sociales con declaraciones interesadas sobre política, como el apoyo a la ultraderechista AfD en vísperas de las elecciones alemanas ó las acusaciones al primer ministro británico por ser cómplice de violación ó la denuncia a jueces en Italia.
La oleada de mensajes del hombre más rico del mundo se ha convertido en un dolor de cabeza para los políticos europeos. Las publicaciones de tuits dirigidos a sus 211 millones de seguidores en X, la red social de su propiedad marca la agenda de noticias en varios de esos países, lo que hace que sea imposible ignorarlas.
Musk piensa que, con excepción de EEUU, gran parte de Occidente está en decadencia. Japón parece estar viviendo un despertar, pero Europa no genera las nuevas tecnologías ni las empresas que exige el siglo XXI porque está obsesionada con sus políticas de bienestar social. También desprecia la adopción de políticas climáticas porque las considera ruinosas y que reducen la competitividad y el crecimiento.
Los estados europeos son demasiado pequeños y cuando tratan de actuar juntos, no están a la altura de las circunstancias. La burocracia de la UE se mueve con lentitud y el fracaso masivo en la gestión de la política migratoria polariza la sociedad. Muchas de estos problemas están recogidas en los informes elaborados por los ex primer ministros italianos, Enrico Letta y Mario Draghi, quienes auguran que la UE no prosperará hasta que cree un auténtico Mercado Único.
Europa necesita más que nunca a EEUU. Sus líderes tiemblan a cada tuit de Musk, que los desprecia
En resumen, Europa necesita a EEUU más que nunca, pero está peor situada que nunca y sus líderes tiemblan ante cada tuit de Mar-a-Lago ó de su asesor multimillonario.
El año pasado, llamó "tonto" al canciller alemán Olaf Scholz y esta semana organizó un chat en vivo en X con la copresidenta de AfD, Alice Weidel , y escribió un artículo de opinión en un importante periódico alemán en el que calificaba a este partido como "la última chispa de esperanza para Alemania". La AfD defiende levantar las sanciones contra Rusia, que la política exterior y energética de Alemania se libere de las influencias estadounidenses y que abandone la UE.
El presidente de la CDU y el ganador más probable de las elecciones de febrero, Friedrich Merz, asegura que no recuerda "un caso comparable de interferencia en la campaña electoral de un país amigo en la historia de las democracias occidentales". Mientras que los funcionarios europeos no salen de su asombro porque el copresidente del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental de EEUU intervenga en los asuntos internos de otros países.
El magnate realiza, además, sus comentarios de manera interesada. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, es uno de los pocos líderes occidentales que escapa a sus críticas. Ambos se han reunido varias veces desde que Meloni llegó al poder a finales de 2022. La polémica surgió esta semana tras conocerse que Meloni negocia que SpaceX y su constelación de satélites provean comunicaciones encriptadas al Gobierno italiano.
Si se cierra el contrato, valorado en 1.500 millones por cinco años, SpaceX suministrará servicios telefónicos y de internet para evitar ciberataques y la filtración de información delicada. La oposición italiana critica que se relegue a empresas nacionales de telecomunicaciones y se creen dependencias críticas en seguridad de datos.
También argumentan que el contrato entraría en conflicto con IRIS2, la futura red de satélites europea con participación italiana, cuyo lanzamiento está previsto para el 2029. Uno de sus objetivos es, precisamente, reducir la dependencia de operadores ajenos a la UE como SpaceX, de Musk, o Kuiper, de Jeff Bezos.
El portavoz de la Comisión, Thomas Regnier, dijo el lunes que estaba considerando ampliar la investigación sobre X para incluir la transmisión en vivo de AfD en la red de Musk. Aunque luego reconoció que éste "es libre de expresar tus opiniones", con lo que todo puede quedar en agua de borrajas.
Bruselas abrió una investigación a X en diciembre, dentro del marco de la Ley de Servicios Digitales (DSA), ante la sospecha de que no combate el contenido ilegal y la desinformación, tras suprimir los servicios de moderación en su red. Asimismo, puede estar incumpliendo los requisitos de transparencia. Pero las conclusiones son aún preliminares, y no están vinculadas a los movimientos de su propietario.
El choque entre Musk y varios líderes políticos de la UE es inédito. El enfrentamiento supone todo un desafío para la propia legislación europea. El empresario tecnológico está amparado por la libertad de expresión. Nadie duda de que opine y diga lo que piensa en público, como reconoce la Comisión. La red social X está sujeta al reglamento de servicios digitales. Pero no hay precedentes de propietarios de redes sociales con posiciones tan beligerantes y con tantos roles mezclados, por lo que se desconocen las implicaciones legales. "Entramos en un terreno inexplorado hasta ahora", señalan en fuentes jurídicas.
Los expertos advierten de que no será fácil acusarlo por injerencia extranjera o de violar la neutralidad de la red. El resto de plataformas digitales tampoco respetan la ley. TikTok, Temu, Meta, Instagram tienen abiertos procedimientos por asuntos parecidos.
El reglamento de la DSA exige a las empresas con más de 45 millones de usuarios unas "diligencias obligatorias". La principal es la transparencia de sus algoritmos, el análisis de los riesgos sociales, cívicos o electorales, así como de las decisiones de sus directivos, además, de una moderación objetiva de sus contenidos. Y aquí es donde se complica el tema, porque el principal accionista de X es a su vez un usuario con 212 millones de seguidores, con lo que la propia empresa debería cumplir sus obligaciones y exigirle moderación en sus comentarios.
La Comisión puede imponer multas de hasta el 6% de los ingresos globales, unos 200 millones, según sus cuentas de 2023. Podría, incluso, suspender su actividad, pero antes de llegar a ese punto, la plataforma debería incumplir las sentencias previas. Musk ya ha dicho que impugnaría cualquier fallo en los tribunales.
Cualquier sanción a X llevará tiempo y eso es lo que no hay. Musk no debe quedar impune
Cualquier sanción llevará tiempo, mucho tiempo y eso es lo que no tenemos, porque las repercusión de los comentarios de Musk es inmediata. Ahora se entiende mejor porqué se compró una red global, en lugar de un periódico como hizo Bezos, con el Washington Post, que le ha dado más dolores de cabeza que repercusión social.
La UE no debe permanecer de brazos cruzados ante los ataques verbales del magnate. Rumanía acaba de forzar una repetición de las elecciones por las nocivas influencias rusas en su campaña electoral y la propia UE se vio obligada a redactar un reglamento de protección de datos tras el escándalo de Cambridge Analítica, que favoreció la primer elección de Trump. Ahora debería actuar de forma similar para defenderse de cualquier interferencia en los procesos democráticos.
La intención de Musk es utilizar su red X para movilizar a los votantes desencantados en un momento en que el débil crecimiento económico erosiona la confianza en los gobiernos de los grandes países europeos y alimenta su inestabilidad y debilidad política.
PD.-La salida de Raúl Blanco de la presidencia de Renfe era conocida desde hace meses. Blanco centró su gestión en la mejora de los resultados económicos en lugar de en la atención al viajero, desbordada por los retrasos y las averías, a la par que rehusó bajar a la arena política. Lo sorpresa será que el ministro Oscar Puente consiga transformar una empresa pública sindicalizada hasta los dientes y con tasas de absentismo desorbitadas, en una Aena de los trenes. Ojalá.