
La economía española volverá a encabezar en 2025 el crecimiento de la Unión Europea (2,4%), con una inflación controlada (2%) y con la creación de medio millón de nuevos empleos, hasta tocar la cifra mágica de 22 millones de ocupados. ¿Por qué si la economía va tan bien, los españoles no lo notan en su bolsillo?
El crecimiento ha dejado de ser una referencia para medir el impacto en el bienestar de los ciudadanos. El presidente Biden acaba de perder las elecciones, porque el americano de a pie sufre una desigualdad creciente y no percibe la mejora de la economía, por culpa de unos precios al consumo disparados, pese a que la economía crece a ritmos del 3,5% anual, mucho más que la europea.
¿Puede estar ocurriendo lo mismo en España? Es difícil establecer comparaciones, pero un reciente informe de la Comisión Europea nos señala como uno de los países con mayores desigualdades, un elevado porcentaje de población en el umbral de la pobreza, con grandes dificultades para acceder a una vivienda asequible, sobre todo entre los más jóvenes, y con una tasa de paro de las más altas de Europa.
Y lo que es peor, la calidad del empleo tampoco mejoró en estos años de bonanza. El 60% de los españoles tiene un trabajo temporal o es fijo discontinuo, una modalidad introducida por la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para encubrir el desempleo. Ahora que los Reyes Magos de Oriente están de camino, estos son los seis grandes retos que la economía española tendrá que superar en el nuevo año.
El crecimiento del PIB ha dejado de ser una referencia para medir el bienestar de los ciudadanos
1) El culpable de los bajos ingresos per cápita de los españoles se llama índice de productividad, que lleva estancado durante la última década. Los españoles no somos productivos porque trabajemos más o menos horas que los demás europeos, sino por la falta de recursos de las empresas para invertir en tecnologías, que mejoren sus procesos de producción. Desde 1995, con un 12% menos de la media europea, hemos empeorado hasta el 18% por debajo en la actualidad.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, anunció la creación de un Consejo de la Productividad para revertir esta tendencia, pero aún no hay noticias de sus resultados. Entre sus primeras tareas está analizar las oportunidades que ofrece la IA a las empresas y aplicar el informe del ex primer ministro italiano, Enrico Letta, que culpa a la falta de un mercado único de la falta de competitividad de la economía europea. De momento, todo son castillos en el aire.
2) Trabajo y sindicatos sellaron a finales de diciembre pasado un acuerdo para reducir la jornada laboral, una de las metas del Gobierno para este año. Su aplicación dependerá de que la ley pueda aprobarse en el Congreso de los Diputados, porque no hay mayoría parlamentaria para sacarla adelante, ya que, de momento, el partido de Puigdemont se desmarca, al igual que hizo con la prórroga del impuestazo a la energía.
Los sindicatos introdujeron una modificación a última hora por la que aplazan hasta finales de año la hipotética entrada en vigor para dar tiempo a negociarlo con el resto de fuerzas políticas y con la patronal, que hasta ahora se plantó. En medios empresariales se critica la rigidez de la propuesta, que prevé su aplicación de manera unilateral en todos los sectores, cuando sus circunstancias son muy diferentes, y sin tener en cuenta los convenios.
"Si fueran flexibles y permitieran que la medida fuera negociada por convenio, nos quedaríamos sin argumentos para oponernos", reconocen medios empresariales, próximos a las negociaciones. No hay que descartar, por tanto, que se alcance algún tipo de acuerdo.
El horario laboral promedio está en 38,5 horas a la semana y en menos de 37,5 dentro de las compañías de mayor tamaño, según la estadística de Convenios Colectivos hasta noviembre pasado. De hecho, la jornada media a tiempo completo es de 37,3 horas.
Promover la reducción de la jornada laboral sin tener en cuenta la producción por hora trabajada es un error que provoca una pérdida de competitividad, agrava la dificultad para incorporar valor añadido al tejido productivo y ensancha la brecha de desigualdad y pobreza que denuncia la UE.
3) Junto a un pacto nacional para la productividad, la otra medida urgente es ampliar la oferta de viviendas de alquiler asequible. Está bien la idea de crear un parque público de vivienda en alquiler, hasta ahora inexistente. Pero eso tardará tiempo en constituirse. La creación de una empresa pública para la promoción y construcción de viviendas, prometida por el presidente del Gobierno, es insuficiente para atajar la escasez de vivienda, que el Banco de España cifra en 600.000, porque absorberá activos de otras sociedades públicas ya existentes como Sepes o Sareb, sin agilizar los trámites.
El problema está en la falta de suelo urbanizable, debido a que la compleja maraña normativa, en la que intervienen tres niveles de administraciones: la local, la autonómica y la del Estado, alarga veinte años los plazos desde la concesión de licencias. Mucho me temo, que la solución tardará mucho tiempo en dar sus frutos, pese a que el Gobierno aprobará en el primer consejo de ministros de este año nuevas medidas.
Como en otras grandes áreas, sería necesario un acuerdo nacional de vivienda entre las principales fuerzas políticas y el conjunto de los agentes del sector. Algo imposible en la polarización política existente.
4) La gran preocupación de la economía española se llama endeudamiento creciente. La enorme deuda acumulada por el Estado tras la gran crisis de 2008, seguida por las medidas adoptadas para combatir la pandemia y para contrarrestar la guerra de Ucrania se eleva ya a 1,6 billones de euros, lo que representa el 104,4% del PIB. Una gran losa para las nuevas generaciones. La Autoridad de Responsabilidad Fiscal (AIReF), además, pronostica que a partir de 2028 la deuda comenzará a dispararse por culpa de las jubilaciones de los boomers, si antes no ponemos remedios.
A grandes rasgos, se puede afirmar que el Gobierno no ha aprovechado el boom económico posterior a la pandemia y el dinero procedente de los fondos europeos Next Generation para acometer las reformas internas que la economía necesita ni para abordar los déficits estructurales. Al contrario, el gasto público creció el 35% en la era Sánchez.
5) El año 2025 sigue la tónica del anterior. La debilidad parlamentaria no garantiza siquiera que Sánchez vaya a sacar los Presupuestos. La ausencia de éstos y la adopción de medidas tributarias a golpe de decreto generan inseguridad jurídica y penalizan las inversiones empresariales. Otra tarea pendiente es la aprobación de una nueva senda de déficit público, que abra la puerta a los presupuestos generales del Estado y dote de estabilidad política al Gobierno. Tanto la senda de déficit como el Presupuesto se antojan objetivos muy difíciles, quizá imposibles para este año, que echa a andar.
6) La reforma en profundidad del sistema fiscal español, incluida la financiación autonómica, es el último de los grandes desafíos pendientes para 2025. A finales de este mes se celebrará un Consejo de Política Fiscal y Financiera en el que se abordará que el Estado asuma parte del endeudamiento de las autonomías del régimen común, como ha anunciado con Cataluña. Entre tanto, el nuevo sistema de financiación singular que Sánchez ha prometido extender a las autonomías del PP, a cambio de aumentar los recursos para su financiación, parece también una misión imposible ante la falta de fondos suficientes. Y eso que el modelo actual caducó hace diez años.
De los seis retos de la economía para 2025, no hay visos de que ninguno se resuelva este año
Como se ve, no hay visos de que ninguno de estos seis grandes retos se resuelva en 2025. Entretanto, los dos grandes motores del crecimiento serán los mismo que el año pasado: el consumo, sustentado por la ganancia de poder adquisitivo de salarios y pensiones, y el boom de las exportaciones y del turismo, apoyado por el incremento de la inmigración y la creación de empleo. La inversión también se recuperará, impulsada por los fondos Next Generation y por la rebaja de los tipos de interés, que reducirá los costes de financiación.
Por último, este año hay que estar muy vigilante del flanco exterior. El susto puede llegar por las incertidumbres de la guerra comercial, que Donald Trump amenazó con iniciar con China y Europa a partir de su toma de posesión el 20 de enero, o de la propia Europa. Las elecciones en Alemania, la locomotora europea, serán clave para el desempeño del Viejo Continente en 2025, así como si se consuma el bloqueo de la política económica francesa, ante el tercer Ejecutivo que Macron estrena en menos de un año. ¡Que los Reyes sean benignos y no les traigan carbón!