
Yolanda Díaz continúa sin conseguir taponar la brecha interna que el escándalo provocado por Íñigo Errejón ha abierto a la izquierda del PSOE. Sumar agoniza entre los errores de detección reconocidos por la vicepresidenta segunda en su comparecencia del pasado lunes, y los fallos de respuesta de un partido sin estructura orgánica. Díaz trata ahora de dar por zanjada la crisis con una redención personal, y arrogándose una dimisión -la de su portavoz parlamentario- que se produjo al borde del desfiladero, precipitada por las acusaciones que -días antes- ya amenazaban con destapar la caja de los truenos desde las redes sociales. "Vamos a hacernos cargo y a recomponer la confianza", dijo tras pedir perdón por no haber sabido mirar tras 'el personaje y la persona' que ella misma situó al frente de su grupo parlamentario en la Cámara Baja. El shock irrumpe -además- con una dirección transitoria al frente, sin la autoridad ni experiencia suficiente como para tomar el timón de un barco condenado al naufragio, y del que cuelgan hasta catorce partidos diferentes que exigen explicaciones a la gran cabeza visible del proyecto: Yolanda Díaz.
Sumar, que tenía previsto recomponerse este otoño en una asamblea, arrastraba graves problemas organizativos que ahora ya son agónicos. La coalición ya nació tocada por la disputa interna y por la falta de mano de Díaz, que no fue capaz de dar el merecido espacio a las formaciones que -antes que ella- lograron abrirse hueco en el espectro político. Díaz fracasó al no lograr retener a Podemos en su grupo parlamentario iniciando un rompecabezas que sigue persiguiendo al Gobierno en cada votación en el Congreso.
No fue su primer traspié. Ya en febrero del 2022, la providencia se alió con la titular de Trabajo para impulsar su gran apuesta: la reforma laboral. El fallo en la votación del diputado del PP, Alberto Casero, salvó a Díaz de un revés estrepitoso en la tramitación del texto, después de que los dos parlamentarios de UPN desobedecieran a su dirección y anunciaran -a última hora- el voto en contra de la iniciativa. Los aplausos enterraron la agonía de una tarde parlamentaria que terminó con la aprobación de la reforma, de la que Díaz no consiguió convencer a dos socios naturales de su Gobierno: Bildu y ERC.

Los errores la persiguieron en los dos años posteriores, acumulando fracasos electorales a largo de un 2024 en el que Sumar fue encadenando decepciones. Díaz sacrificó a su portavoz parlamentaria, Marta Luis, y la lanzó como candidata a los comicios gallegos del pasado mes de febrero. Su candidatura apenas logró reunir el 1,9% de los votos, quedando como sexta opción política por detrás de Democracia Ourensana y Vox.
Fue entonces, cuando la líder de Sumar nombró a Íñigo Errejón como portavoz parlamentario, meses después de conocer que la primera denuncia de acoso sexual contra él -en un festival de Castellón- había comenzado a circular por las redes sociales, precipitando una investigación interna que Más Madrid cerró sin resultados.
Los tropiezos electorales continuaron. Su gran apuesta para las elecciones vascas, Alba García, no consiguió hacerse con el único escaño que la formación logró arañar por Álava el pasado mes de abril. Y aunque fue clave para formar Gobierno en Cataluña, perdió dos escaños y quedó a 66.759 votos de Vox.
Aunque el cisma llegó meses después, con las europeas de junio. Díaz disolvió el papel de Izquierda Unida en las listas, relegó a su candidato al cuarto puesto en la papeleta, y cruzó los dedos. Sumar tan solo logró tres eurodiputados, Manu Pineda (IU) quedó fuera, y la crisis estalló dentro de la formación. Yolanda Díaz cerró la brecha abandonando la dirección de la coalición y asumiendo la culpa. "Es mi responsabilidad", dijo, pese a que el malestar interno de la maraña de partidos sobre los que se sustenta se ha mantenido latente desde entonces, y amenaza con explotar ahora.
A los fracasos políticos, se añade una atropellada trayectoria parlamentaria. Ione Belarra se cobró venganza en la tramitación de la reforma del subsidio por desempleo, que tuvo que llevar dos veces a la Cámara Baja. Podemos -que meses antes había tumbado la iniciativa- logró que la vicepresidenta asumiera todos enmiendas que Díaz se había negado a incluir en enero. El texto salió, y Belarra -que mantuvo el choque hasta el final- se anotó el tanto.
A Díaz también se le atragantó la Ley de Paridad. La norma se aprobó con un "error técnico" que dejó desprotegidos a los trabajadores frente al despido, especialmente a aquellos empleados que han optado por adaptar o modificar su jornada laboral para poder conciliar su vida personal y profesional. La ministra de Igualdad, Ana Redondo García, prometió enmendar el fallo.
Por último, Díaz asiste a la deriva de la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas. Su gran proyecto de legislatura afronta sus horas más bajas entre el rechazo de los empresarios a suscribir un acuerdo, y las dudas que Junts -clave para tramitar la norma- ha puesto sobre el futuro proyecto de ley. Después de casi un año negociando con patronal y sindicatos, el equipo de la vicepresidenta segunda no ha logrado avances. Su enemistad declarada con el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, y el rechazo de los empresarios catalanes, han terminado con las opciones de la gran promesa con la que Díaz se presentó a las elecciones generales del 23-J. La líder de Sumar se tendrá que presentar al Congreso de los Diputados con un texto sin el aval de la mesa del diálogo social y con el fracaso parlamentario prácticamente asegurado.