
De los 61 diputados para el Parlamento Europeo correspondientes a España, 31 de ellos, es decir la mayoría, pertenecen a lo que Pedro Sánchez viene llamando la fachosfera (PP+Vox+Se Acabó la Fiesta).
No sé si al sanchismo se le acabó la fiesta, pero a Sumar, Podemos y a los separatistas catalanes me parece que sí se han venido abajo: Junts pierde en Cataluña 550.000 votos respecto a 2019; ERC 370.000, pasando ambos (Junts más ERC) del 49,8% de los votos en Cataluña al 32,8% el domingo pasado.
En el País Vasco, el PNV pasó a ser la tercera fuerza allí y tuvo muy malos resultados en San Sebastián, mientras que el PSE ganó en las tres capitales vascas.
En otras palabras: al monstruo Frankenstein se le han quedado las patas muy cortas, tanto que le va a ser muy difícil caminar. Prueba de ello es la dimisión de Yolanda Díaz tras el desastre electoral de Sumar.
Por otra parte, estas elecciones europeas se realizan con listas a nivel nacional y con un sistema proporcional, cuyos resultados permiten ver con claridad lo que representa cada partido, y más concretamente cuántos ciudadanos apoyan en las urnas a los partidos separatistas. Y ha quedado patente que ese apoyo electoral es mínimo en comparación con las dos grandes formaciones –PP y PSOE- que han obtenido el 64,2% de los votos y 42 diputados sobre 61 mientras que Junts y PNV se han de conformar con 1 diputado cada uno.
La lectura que ya están haciendo tanto en ERC como en Sumar es que Sánchez les ha dado el abrazo del oso, y ese discurso va a tener efectos inmediatos en la gobernabilidad de nuestro país. Deteriorándola, claro está.
Para comenzar, ya estamos viendo cómo los separatistas se han merendado la mesa del Parlamento catalán, saltándose lo ordenado por el Tribunal Constitucional, que exige la presencia de los diputados en las sede del Parlamento para poder votar, y, sin embargo, dos parlamentarios, Puigdemont y otro separatista, han votado fuera de España y esos votos han servido para elegir como presidente del Parlamento catalán a Josep Rull, que seguramente propondrá a Puigdemont como candidato a la presidencia de la Generalitat. Obtenga o no esa presidencia, el lío ya está montado y a Salvador Illa lo colocan en la cuerda floja.
No es extraño por tanto que en las filas de Frankenstein se empiece a hablar de ir ya a elecciones generales (el peneuvista Ortúzar lo dijo el mismo lunes) y, la verdad, uno tiene la impresión de que esa salida sería la menos mala para España e incluso para el sanchismo, pues éste se va a ver metido de hoz y coz en el maremágnum de los beligerantes que ni él mismo va a poder soportar: Koldo y sus mariachis, Begoña y los suyos en el campo judicial y Puigdemont, la extrema izquierda y una ERC semi destruida en el terreno político le van a hacer la vida imposible.
Y yo me pregunto: ¿por qué no se busca un cargo sin demasiadas cargas en la UE y nos quedamos los españoles y él mismo en paz?