
Todo salió como pronosticaban las encuestas y, al final, el cambio que se avecinaba sólo sirvió para que, aparentemente, nada cambie en Euskadi. Bildu y PNV se anotaron la victoria en una igualdad máxima, pero reforzando una hegemonía aplastante del voto soberanista y con un imparable ascenso de Bildu, insuficiente sin embargo para provocar el sorpasso y que casi con seguridad no va a impedir la reedición del gobierno de coalición PNV-PSOE, que se consolidaba como tercera fuerza y que ya ofrecido por activa y por pasiva a los nacionalistas sus votos y por tanto la mayoría absoluta necesaria. Las declaraciones de campaña de los principales líderes de Bildu afirmando que todavía no era su momento avalan esta hipótesis de continuidad de un lehendakari peneuvista, Imanol Pradales, en Ajuria Enea.
Así las cosas la primera y más importante conclusión de estos comicios se puede resumir afirmando que gana Frankenstein y pierde España. PNV, Bildu son piezas básicas de esa coalición Frankenstein que mantiene a Sánchez y al PSOE en La Moncloa, mientras que los partidos españolistas, incluso incluyendo en este grupo al socialismo, no consiguen llegar a 20 escaños de los 75 que integran el Parlamento regional, confirmando que el constitucionalismo es una opción residual entre la sociedad vasca. Una ciudadanía que da prevalencia a la profesión nacionalista sobre la economía, la sanidad, la educación o la gestión de los servicios sociales y la normalización.
Conclusión que se ratifica con la comprobación de que el tema de ETA que irrumpió en la última semana de campaña apenas ha tenido influencia en las urnas a pesar de rasgar de vestiduras y crujir de dientes del sanchismo y PNV que han sido quienes han blanqueado, criado y engordado a los herederos de los terroristas y ahora ven como el monstruo amenaza con devorar a sus patrocinadores.
Pero añadido al escenario vasco, es indudable que estas elecciones tienen también una derivada nacional que, a priori, va a permitir a Pedro Sánchez mantener la coalición que le mantiene en La Moncloa. El apoyo socialista al PNV para gobernar no parece que vaya a impedir el apoyo de Bildu al PSOE en Madrid sobre todo porque como reconocen voces significativas del Grupo Socialista en el Congreso, Sánchez ya ha entregado Pamplona a la izquierda abertzale a cambio de que admitan la coalición del PSE con los nacionalistas en Euskadi, además de que todo apunta existe ya un compromiso para seguir con las excarcelaciones de presos de la banda terrorista.
Claro que si el gobierno de Sánchez no peligra, al menos hasta las elecciones catalanas, el verdadero peligro para España, para las libertades y para la igualdad entre los españoles se deriva de que, como admiten también en el PSOE, tanto Bildu como PNV no van a perder la oportunidad de aprovechar la debilidad del Gobierno del Estado y del sanchismo para conseguir sus objetivos.
Y del resto de las formaciones que concurrían a los comicios, el Partido Popular salvó los muebles. Gana un escaño pero una vez más se demuestra la carencia de estrategia del equipo de Núñez Feijóo, que no ha sabido arrancar votos de los socialistas desencantados del sanchismo ni de un PNV que como socio del gobierno de Madrid, es responsable, por acción u omisión, de las políticas económicas del gobierno contrarias a los intereses de la burguesía de Neguri y de las clases medias.
Se confirma también la desaparición de Podemos, cuya mayoría de votantes han pasado a engrosar el botín de Bildu, y la práctica irrelevancia del Sumar de Yolanda Díaz, y de VOX. Un partido, el de Santiago Abascal, que también en Euskadi se confirma como el principal aliado de Sánchez y el PSOE.
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