
Empezando el 2024 es imperativo abordar la posibilidad de una crisis de deuda. El cierre del año pasado deja tras de sí una deuda global asombrosa y plantea preguntas difíciles de responder. El desafío es claro: equilibrar el estímulo económico con la responsabilidad fiscal, abordar la deuda de manera sostenible y comprender la complejidad jurídica que rodea a las empresas con niveles significativos de endeudamiento.
Según los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI), la deuda global ha superado la cifra de 300 billones de dólares, representando aproximadamente el 350% del PIB mundial. Una mirada más cercana revela que España proyecta cerrar el año con un 110% de deuda sobre su PIB. Estas cifras no solo son impactantes, sino que plantean interrogantes fundamentales sobre la estabilidad financiera global y la capacidad de recuperación.
Históricamente, las crisis han sido enfrentadas con un aumento en la deuda para estimular la economía. Sin embargo, desde hace décadas, observamos un patrón preocupante: al inicio de cada nueva crisis (ya sea la crisis del .com en 2000, la crisis financiera en 2008 o la pandemia en 2020), no se ha logrado reducir la deuda a niveles previos a la de la crisis anterior. Este fenómeno de endeudamiento constante y crónico parece persistir más allá de los ciclos económicos, planteando cuestionamientos sobre la sostenibilidad a largo plazo de este modelo.
La década pasada estuvo marcada por tipos de interés extraordinariamente bajos, facilitando el acceso a préstamos sin un análisis exhaustivo de la viabilidad empresarial del proyecto a financiar. Sin embargo, la normalización actual de los tipos de interés, provocando un aumento significativo en los importes que los Estados y las empresas destinan al pago de intereses, los sitúa en una situación comprometida a la hora de repagar o refinanciar dichos préstamos. Si bien los Estados tienen el respaldo de los bancos centrales, la incertidumbre radica en si las empresas seguirán teniendo acceso a los mercados de deuda y si sus modelos de negocio podrán soportar la presión de las crecientes tasas de interés.
El aumento de los tipos de interés y la perspectiva de una disciplina fiscal en 2024 plantean riesgos significativos para las empresas. Aquellas que basaron su modelo económico en el acceso a un endeudamiento asequible podrían verse abocadas a una situación de impago. Los procesos de reestructuración e insolvencia podrían convertirse en una realidad, generando una cascada de efectos en el sector financiero y la economía en general.
Los efectos de estas situaciones distressed, así como la capacidad de recuperación posterior, dependerá de la posibilidad que ofrezca cada ordenamiento jurídico. Una intervención a tiempo, como son los procesos de reestructuración, puede prevenir situaciones concursales que requieran intervención judicial, evitando costes adicionales y dilataciones innecesarias. Además, un alto porcentaje de los procesos concursales ejecutados por vía judicial tienden a no concluir de manera satisfactoria, ni para la sociedad involucrada ni para la mayoría de los actores involucrados.
El calendario de amortización sigue su curso y las fechas de vencimiento de los préstamos suscritos en la última década se aproximan, de forma que las empresas que tengan que hacer frente a sus obligaciones de forma inexorable verán que la financiación tradicional ya no resulta tan competitiva o incluso ha dejado de ser una opción en la medida que las entidades de crédito están reduciendo su exposición y la vía de la financiación gubernamental ya no está disponible.
En este contexto, la "deuda alternativa" emerge como una aliada crucial. No solo porque aborda situaciones complejas que la banca tradicional evita, sino porque ofrece una alternativa real. La banca tradicional rechaza innumerables proyecto o modelos de negocio exclusivamente por no cumplir estándares internos generalizados y no entran realmente a valorarlos de forma individualizada.
Los fondos de deuda alternativa, lejos de ser vistos como entidades oportunistas, aportan un valor añadido evidente. No solo es relevante el hecho de que la diferencia entre las tasas de interés actuales que ofrece la banca tradicional y los tipos a los que financian los fondos se ha reducido considerablemente, sino que los fondos entran a valorar de forma individualizada cada proyecto ofreciendo una estructuración personalizada y aportando viabilidad al negocio. El interés máximo del fondo es el éxito del proyecto y buscar una salida esperada dejando a la empresa en una posición consolidada.
Tal es el éxito que suele acompañar a este tipo de reestructuraciones, que muchas empresas en sus nuevos proyectos acuden directamente al fondo de deuda alternativa, no tanto por necesidad sino por el valor que le aporta a la hora de estructurar su negocio y acompañarlos a lo largo de la vida del proyecto. Los fondos de deuda se han convertido en un stakeholder más comprometido con el éxito del proyecto.
Aunque la situación es preocupante, las crisis también generan oportunidades para las empresas, y es cuando tienen la posibilidad (a veces el mandato) de reevaluar y fortalecer sus modelos de negocio. Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro de los tipos de interés y la sostenibilidad del endeudamiento global plantea desafíos que deben abordarse con prudencia, tanto desde una perspectiva económica como legal. En este panorama complejo, la capacidad de adaptación y la toma de decisiones informadas serán clave para superar los desafíos actuales y construir un futuro financiero más robusto.