
Alemania atraviesa una situación difícil con las revueltas en sectores como la agricultura, por los recortes a las subvenciones al diésel, y la huelga de maquinistas para exigir aumentos salariales, que paraliza el transporte. Conflictos que hunden la popularidad del canciller Olaf Scholz y que se suman al gran problema del país: su mal desempeño económico. Alemania cerró 2023 con una caída del PIB del 0,33%, una inflación media del 5,9% (la segunda mayor de la UE) y el desplome de la actividad industrial, fundamental para el país. Un frenazo en toda regla consecuencia en parte de una política energética nefasta y ante el que el Gobierno alemán tiene escaso margen de actuación. Ello debido a que el Constitucional tumbó una argucia fiscal del Ejecutivo, lo que impedirá el despliegue de 60.000 millones del fondo de las ayudas Covid para impulsar la actividad. Todo ello indica que 2024 no será el año de la recuperación económica alemana. De hecho, el consenso de Bloomberg otorga un pobre crecimiento del 0,3% para el ejercicio.
Con todo, lo más preocupante es que el gripaje alemán lastrará a toda la eurozona, al ser la primera economía de la región. No en vano, los analistas otorgan un alza del PIB de solo el 0,5% para toda la región en 2024, con Italia y Francia como países más afectados, al estar sus economías muy relacionadas con la alemana. Pero, por desgracia, España tampoco será inmune, Para empezar, el parón germano reducirá la demanda de exportaciones españoles, al ser Alemania nuestro segundo mercado. Asimismo, el turismo también saldrá golpeado ante la previsible menor llegada de visitantes teutones a nuestro país. Queda así patente el daño que la antaño locomotora europea infligirá al conjunto de la economía de la eurozona y a España.
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