Opinión

Brasil: mucho más que una reforma

  • El cambio político del país fomentó el aumento de la productividad en el entorno empresarial 

Brasil ofrece una oportunidad de inversión extraordinariamente atractiva. Su economía se apoya en unos fundamentales de crecimiento sólidos, unas expectativas de inflación controladas y una política monetaria que apunta a nuevas rebajas en los tipos de interés. Esta favorable coyuntura económica no es casual. Como ha señalado recientemente Standard & Poors, tras subir el rating de la deuda del país de BB- a BB con outlook estable, se ha forjado a lo largo de un proceso de modernización y fortalecimiento institucional iniciado hace siete años y reafirmado esta misma semana con la esperada aprobación de la reforma fiscal. Una reforma necesaria, que confirma al Gobierno de Lula como el tercero consecutivo –después del de Temer y Bolsonaro– comprometido con la realización de los profundos cambios estructurales que el país carioca demandaba con urgencia.

La ocasión elegida para aprobación de la reforma fiscal no ha podido ser más oportuna. El actual cambio de régimen de la Reserva Federal está creando un entorno favorable para los mercados emergentes, especialmente en aquellos que han aprovechado los últimos años para regenerar sus instituciones y reforzar su seguridad jurídica. Dentro de esta categoría, ningún otro país destaca tanto como Brasil. Durante la última década, este ha protagonizado una renovación política decisiva para la modernización de su sistema democrático y ha implantado importantes reformas estructurales para mejorar su productividad y desempeño económico. Ha sido un proceso resuelto por el país carioca dentro del más absoluto respeto de la legislación vigente y la separación de poderes. Un proceso que ha quedado refrendado por el significativo incremento que ha tenido la inversión directa en el país –especialmente en infraestructuras, venture capital y private equity– con el gran efecto multiplicador que esto conlleva.

Por otro lado, el esfuerzo realizado por las compañías brasileñas con su propia renovación y modernización ha sido comparable al de sus instituciones políticas. Durante los últimos diez años, hemos visto cómo muchas de sus empresas han conseguido sanear sus balances e implementar nuevos estándares de gobernanza, transparencia y sostenibilidad sin precedentes en el país, al mismo tiempo que mantenían unas fuertes inversiones en crecimiento, eficiencia y digitalización. Unas inversiones que han encontrado un terreno fértil en su mercado local –impulsado por unas favorables dinámicas poblacionales y un imparable desarrollo de su clase media–, que ha sido utilizado por muchas compañías para marchar en busca de nuevos clientes en caladeros internacionales y alcanzar posiciones de liderazgo a nivel mundial.

Por último, los mercados financieros brasileños se verán muy favorecidos por el descenso de los tipos de interés a nivel mundial, la mayor velocidad de bajada por su propio banco central y la caída del riesgo país auspiciada por el calado de sus reformas. Son tres factores con un impacto determinante en las tasas de descuento de los activos brasileños, precisamente en un momento en que la valoración de su bolsa está en niveles muy bajos y el peso que ocupa en las carteras de inversores locales e internacionales está en mínimos. Pocos mercados ofrecen un perfil de recompensa y riesgo tan atractivo como Brasil.

La regeneración, modernización y fortalecimiento jurídico e institucional acometido por Brasil, no es un movimiento aislado. Los casos de México, con el efecto del nearshoring, y Chile, recuperando la estabilidad social, son ejemplos adicionales del cambio estructural que está viviendo Latinoamérica y que la confirman como una región llena de oportunidades. Una estrategia de largo plazo centrada en compañías de crecimiento y calidad en una región tan dinámica como Latam nunca había ofrecido un perfil de rentabilidad tan atractivo como el que ofrece en este momento.

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