
Si no conociéramos al personaje y el sectarismo que practica levantando muros, no sólo en España sino también en su política exterior, resultaría sorprendente que Pedro Sánchez no sólo no asistiera a la toma de posesión de Javier Milei como nuevo presidente de Argentina, sino que ni siquiera enviara a un ministro, de los muchos innecesarios que tiene en su Gobierno, para acompañar al Rey Felipe VI. Un hecho insólito en el protocolo español desde la época de Alfonso XIII, y un desprecio soberbio e imprudente a Milei y al pueblo argentino, pero también al jefe del Estado español.
El mismo Sánchez que envió tres ministros a la toma de posesión del chileno Boric y dos a la de Lula en Brasil y que en una nueva demostración de falta de estilo democrático de desconocimiento de las reglas de la diplomacia y de falta de interés por los intereses de España y de las empresas españolas y a diferencia de todos los máximos responsables de las instituciones de la UE -desde la presidencia de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hasta el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrel- Sánchez tampoco ha felicitado al nuevo presidente argentino que, si ha confirmado al Rey su intención de restablecer las relaciones privilegiadas con España.
Un país, Argentina, que aunque Sánchez no lo sepa o no quiera saberlo, es un mercado de 47,3 millones de habitantes, con un PIB per cápita de 10.500 dólares, lo que le sitúa como un país de renta alta en América Latina y que pese a la animadversión de Cristina Kirchner, investigada por la justicia de su país – esta si es amiga de Sánchez y de Zapatero- acumula unas inversiones españolas en Argentina de 15.321 millones de euros, lo que le coloca como el segundo mayor inversor extranjero en Argentina tras Estados Unidos y el país sudamericano ocupa el noveno destino mundial en el ranking de la inversión española en el exterior con un 3,29 % del total.
Entre las empresas españolas con presencia en Argentina destacan el Banco Santander con su filial Santander Rio, el BBVA, Telefónica a través de Movistar, Meliá Hoteles, Arcelor Mittal Abertis, Codere, Técnicas Reunidas, Gestamp, Prosegur, Cabify y Supermercados Día. Además, en su último informe económico sobre el país, publicado el pasado mes de junio el Instituto Español de Comercio Exterior (Icex) detecta oportunidades interesantes de inversión para las empresas españoles en sectores como la distribución, las infraestructuras y el transporte.
Ello con el añadido de que algunas de nuestras principales multinacionales como los citados Santander, BBVA, Dia o Telefónica están a la espera de los primeros pasos del nuevo ejecutivo de Buenos Aires, además de que la privatización de compañías como la petrolera YPF o la energética pública Enarsa van a estar sobre la mesa, según la hoja de ruta de Milei.
Todo esto son razones y poderosas para, con independencia de las sintonías políticas, haber guardado el respeto debido al protocolo, a las reglas de la diplomacia internacional y para apoyar y defender los intereses de España, como hace el jefe del Estado, sobre todo teniendo en cuenta que las inversiones que nuestras empresas hacen fuera son las que salvaguardan los puestos de trabajo dentro. Pero, claro, actuar así sería tener sentido del Estado y ejercer el gobierno para servir a España y a los españoles y no para servirse de ellos en provecho propio. Como dice el tema de la ópera rock de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, "no llores por mí, Argentina".
Y hablando de Argentina y de llantos, para llorar han sido las inadmisibles declaraciones a Clarín de Santiago Abascal. Una muestra más de que Vox es el principal aliado y soporte de Sánchez y el sanchismo, y no sólo por la división que penaliza nuestra ley electoral. Si de verdad son tan patriotas como dicen y tanto quieren y trabajan por España y por la democracia, deberían empezara a pesar que el mejor servicio que pueden hacer a España y a los españoles es disolverse.