
Con la conclusión del mandato del alemán Werner Hoyer como presidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), la mayor institución financiera multilateral del mundo, surge la oportunidad de hacerle frente a una de las causas de fondo de la llamada "crisis del multilateralismo".
Como muchas otras instituciones multilaterales, el BEI enfrenta una creciente demanda por sus recursos en un contexto de baja confianza pública en los organismos internacionales. Este escepticismo tiene muchas causas, pero comienza con el hecho de que el liderazgo de estos organismos no refleja las características de las sociedades que supuestamente representan.
Un estudio de las personas que han presidido las 50 organizaciones multilaterales más importantes muestra que el Banco Europeo de Inversiones es una de las 22 multilaterales que jamás en su historia han sido lideradas por una mujer.
El estudio, que será difundido próximamente por la ONG GWL Voices, indica que desde 1945, solo el 12% de los líderes de estas organizaciones han sido mujeres, y que la subrepresentación de la mujer se repite en las asambleas de gobernadores que controlan estas instituciones.
Esta incongruente realidad se justificó, durante décadas, con el mito de que no existían suficientes mujeres con la capacidad, experiencia y credibilidad necesarias para asumir estos roles, especialmente en el ámbito de las finanzas internacionales. Esa quimera empezó a evaporarse en el 2011, cuando Christine Lagarde fue elegida como la primera directora gerente del Fondo Monetario Internacional.
El hecho de que tres de los cinco actuales candidatos para la presidencia del BEI son mujeres (entre ellas la vicepresidenta primera y ministra española, Nadia Calviño) podría ser evidencia de que hemos abandonado, por fin, esas ficciones sobre la disponibilidad de talento femenino. El mismo BEI repetidamente ha reiterado la importancia del liderazgo de las mujeres. Pero no basta con tener a más candidatas. Solo si le ponen fin a 75 años continuos de liderazgo masculino, los estados miembros del BEI mostrarán que la paridad de género, más que una noble aspiración, es una realidad deseable.
En los últimos 24 meses, tres de las 50 organizaciones que monitoreamos eligieron a una mujer como líder por primera vez en su historia. En los próximos tres años, 22 organizaciones más tendrán elecciones o nombramientos de nuevos líderes. Estas elecciones podrían finalmente poner fin a la histórica desigualdad de género en los organismos multilaterales, pero sólo si sus órganos de gobierno sienten la presión de tres frentes diferentes.
En primer lugar, los ciudadanos deben exigir a sus gobiernos que nominen a mujeres calificadas como candidatas y representantes en organizaciones internacionales. En la última elección del Secretario General de la ONU en el 2016, alrededor de 750 organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo exigieron un proceso más transparente que incluyera a candidatas calificadas. Gracias a estos esfuerzos, siete de los trece candidatos oficiales para el puesto fueron mujeres. Aunque Antonio Guterres finalmente ganó la votación, esa elección instaló un importante precedente para elecciones más equilibradas en el futuro.
En segundo lugar, los gobiernos que lideran estas organizaciones deben exigir una reforma completa de sus sistemas de gobernanza. Los llamados a reformar la ONU han sido postergados durante décadas por razones geopolíticas, ya que las reglas y estructuras de votación creadas durante la Guerra Fría favorecen a un pequeño grupo de países. Pero la paridad de género ofrece una forma inmediata de gatillar este proceso de reforma y así comenzar a recuperar la legitimidad de estas organizaciones.
El presidente de la Asamblea General de la ONU, por ejemplo, es elegido cada año y rota entre regiones del mundo. ¿Por qué no rotar también el género? Este septiembre en la Asamblea General de la ONU, la presidenta de Eslovenia apoyó esta propuesta, y varios otros gobiernos también han expresado su apoyo.
Por último, las organizaciones multilaterales deben eliminar las barreras internas que aún impiden el avance de las mujeres profesionales. Algunas ya han avanzado mucho en este frente, adoptando metas para la promoción de mujeres a grados superiores o participando en certificaciones de género independientes. Pero se puede hacer mucho más para garantizar que las mujeres tengan una presencia proporcional en la futura gerencia de estas entidades.
Desde GWL Voices, analizaremos cada una de las próximas elecciones y resaltaremos qué gobiernos facilitan o se resisten al cambio. Nuestros esfuerzos complementarán iniciativas que ya monitorean el estatus de las mujeres en el sector privado, los parlamentos y las universidades. Si eligen a una mujer como sucesora de Werner Hoyer, la comunidad europea se pondrá a la vanguardia de un movimiento para traer nuevas ideas y una renovada legitimidad a la cooperación internacional en un momento en que el mundo tanto lo necesita.