Opinión

Estimular la inflación: una receta 'a la japonesa'

  • Tras 30 años intentando acabar con la desinflación, las autoridades del país actúan juntas
  • El nipón es un buen predictor a nivel monetario para el resto del mundo, es especial de la UETras 30 años intentando acabar con la desinflación, las autoridades del país actúan juntas
Fotografía de Tokio.

La inflación todavía es demasiado baja. ¡Redoblemos los estímulos monetarios, aumentemos el endeudamiento del Estado y sigamos ampliando el déficit presupuestario! ¿Estamos ante un ataque de locura de un dirigente que ha perdido los papeles, cuando en buena parte del mundo se lucha contra la inflación? Nada más lejos de la realidad. Es la muy razonable directriz de las autoridades japonesas.

Hay que admitir que este momento es histórico. Por primera vez desde hace treinta años, la desinflación estructural que sufre el país está a punto de ser vencida, pero la llama monetaria todavía es tenue. Para evitar que se extinga, es necesario soplar las brasas y asegurarse de que se prenda bien. Y no solamente en términos de materias primas o de alimentos, lo que empobrece a un país importador, sino también con el foco en los servicios, y sobre todo, en los salarios, lo que permitiría con el tiempo estimular el consumo.
Todo vale para conseguirlo. Las autoridades japonesas al completo se mueven al unísono: el banco central, el Gobierno y los sindicatos, las empresas quizá no tanto. Así, el banco central no varió su postura ultra expansiva al término de su reunión del pasado 31 de octubre. Mantuvo sus tipos de referencia negativos (-0,1 %) y dejó el límite superior de la horquilla de los bonos a 10 años en el 1%, mientras que la inflación asciende al 3%. Por lo tanto, los tipos de referencia "reales" (ajustados por la inflación) se sitúan en el -3 % y el tipo real del bono a diez años ronda el -2%, un nivel de estímulos que rara vez se alcanza. Un dato aún más significativo es que la inflación menos la energía y los alimentos frescos —dos componentes especialmente volátiles— se mueve desde el verano por encima del 4%, un nivel que no se alcanzaba desde 1981. Vistos desde este ángulo, los estímulos son aún más fuertes.

También es cierto que el tope del 1% del bono a 10 años se ha revisado para darle un estatus menos estricto; ahora, el banco central lo considera como un límite flexible. Por lo tanto, las intervenciones con vistas a evitar que se supere serán menos sistemáticas. Sin embargo, el banco central nipón sigue siendo uno de los pocos, si no el único, que fija un nivel máximo en este vencimiento. Podemos suponer que este nivel no se cuestionará, como mínimo, antes de que la entidad publique sus perspectivas de inflación para 2026, algo que se producirá en abril de 2024. Aunque, de hecho, las perspectivas actuales de inflación (menos energía y alimentos frescos) para el ejercicio 2025 se sitúan ya en el 1,9%, cerca del objetivo a largo plazo, este horizonte no es suficiente para considerar que la meta se ha alcanzado de forma duradera. Para ello, habrá que esperar a que este nivel se prevea como mínimo hasta 2026. Solo en ese caso, el tope del bono a 10 años podría elevarse de forma prudente, quizá eliminarse, lo que sería toda una novedad. El mercado ha entendido el mensaje expansivo y ha colocado inmediatamente el yen por encima de 151 unidades por dólar, ¡su nivel más bajo desde 1990!

A esta actitud singular del banco central se suma la del gobierno. Pese a que el crecimiento es relativamente fuerte, el paro sigue siendo bajo y el país muestra la tasa de endeudamiento público frente al PIB más alta del mundo (255%, como Sudán). Además, el primer ministro acaba de someter a votación un nuevo plan de estímulos por valor de más de 100.000 millones de euros (17.000 millones de yenes) con el que busca aligerar el peso de la inflación sobre los hogares, inflación que justamente trata de avivar, pero todos estos esfuerzos monetarios y presupuestos se quedarán en nada si los salarios no se suben al carro. En este sentido, los sindicatos se han puesto manos a la obra. De acuerdo con la cadena NHK, la central sindical más grande de Japón (Rengo) prevé exigir un aumento de los salarios superior al 5 % durante el ciclo anual de negociaciones de la próxima primavera, pero nada garantiza que la patronal vaya a aceptar este nivel. La encuesta Tankan a empresas solo prevé un aumento moderado de los precios a la producción durante los tres próximos años (3,8% acumulado), lo que deja poco margen para aumentar los salarios sin erosionar fuertemente los beneficios, máxime cuando la inflación en el resto del mundo se inscribe en una trayectoria descendente.

Aunque las inquietudes monetarias propias de Japón pueden parecer completamente ajenas a las de la mayoría de los países ricos, tienen una gran influencia en el resto del mundo, ya que en numerosos aspectos Japón actúa como un precursor, sobre todo para Europa. Decrecimiento demográfico, envejecimiento, crecimiento estructural átono, dependencia de las materias primas, inflación demasiado baja, endeudamiento público estratosférico, salarios en descenso, tipos de interés de referencia negativos... todo recuerda al Viejo Continente. Por lo tanto, si Japón tiene éxito con su osada maniobra, servirá de punto de apoyo. Si fracasa, orientará a Europa sobre lo que conviene evitar, aunque las trayectorias presenten ya bastantes semejanzas. Los destinos de los dos extremos del mundo parecen unirse, a pesar de la diferencia de inflación.

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