
Durante el mes de agosto y acentuado por la falta de liquidez, hemos sido testigos de un repunte en los largos plazos a nivel global, provocado principalmente por un posible fin del NIRP en Japón y sobre todo por las dudas acerca de la sostenibilidad del déficit estadounidense ($2.2trn anuales aproximadamente, teniendo en cuenta intereses), y donde los tipos de interés reales (una vez descontada la inflación) se han situado cerca del 2%.
Esto ha activado de nuevo a los bond vigilantes, como ya advertimos a comienzos de año, quienes persiguen una solución a las dinámicas de gasto del Gobierno estadounidense, cuyo endeudamiento, cercano al 130% del PIB, supera los niveles alcanzados tras la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de entonces, esta vez el gasto es difícil de recortar para cualquier administración que pretenda acceder a la Casa Blanca. Un tijeretazo a las principales partidas (Seguridad Social, Salud y Militar) no será bien recibido, dado los fuertes componentes sociales y estratégicos. El problema se acentúa al contar con unos costes de financiación superiores a la tasa de crecimiento económico, lo cual introduce a la economía en la denominada trampa de deuda (debt trap).
Y es que a pesar de lo que los exponentes de la Teoría Monetaria Moderna proclamaban, la emisión de deuda en la propia divisa, para luchar contra la desigualdad y el estancamiento económico, no puede ser infinita. De hecho, junto a la capacidad de emisión de deuda de una manera más contenida y un Banco Central que ayude a financiarla, es necesario equilibrar de nuevo el déficit público de una manera sostenible, reduciendo el nivel de gasto y aumentando la capacidad recaudatoria. Medidas que sin duda alguna afectarán negativamente al crecimiento económico y aliviarán adicionalmente las posibles presiones inflacionistas. El ejemplo más reciente de los peligros derivados del alejamiento de políticas ortodoxas lo experimentamos el año pasado en Reino Unido.
La actual narrativa de mercado descuenta un retorno a una economía de "Goldilocks". En finanzas y economía, el término "Goldilocks" se refiere a una economía que no es ni demasiado caliente ni demasiado fría (en referencia al cuento de "Ricitos de Oro y los Tres Osos"). En este contexto, "demasiado caliente" se refiere a una economía que crece demasiado rápido, lo que puede causar inflación, mientras que "demasiado fría" se refiere a una economía que no crece lo suficiente, lo que puede llevar al desempleo y a la recesión. Un escenario económico "Goldilocks" es, por tanto, aquel en el que la economía experimenta un crecimiento estable y sostenido, con inflación controlada y desempleo bajo. Es un término utilizado para describir un equilibrio ideal en la economía donde las condiciones son justas: ni demasiado expansivas ni demasiado restrictivas. En este entorno, tanto los activos de riesgo (acciones y/o crédito) como los bonos, suelen comportarse bien.
Desde un punto de vista de gestión del riesgo, y tras la mejora significativa de los activos de renta fija y renta variable desde los mínimos de octubre de 2022, donde la inflación se ha moderado sustancialmente y donde las expectativas descuentan una economía capaz de evitar una recesión, un deterioro en la narrativa alrededor del déficit presupuestario en la última parte del año puede suponer, al igual que con el techo del gasto, un episodio de volatilidad actualmente no reflejado por las valoraciones de los mercados financieros. Y es que un desacuerdo alrededor de los presupuestos, dada las elevadas necesidades de financiación del gobierno de EE. UU., es más que probable que pueda producir un deterioro de los largos plazos, con el consecuente impacto negativo en los activos de riesgo. Unido a esto, hemos de tener en cuenta cuatro variables que pueden afectar significativamente el poder adquisitivo del consumidor americano:
-El repunte de los precios de la gasolina, ante la llegada del invierno y el agotamiento de las reservas estratégicas americanas, puede elevar de nuevo los precios de la energía, impactando negativamente a las lecturas de inflación.
-El fin del alivio a la deuda estudiantil, que afecta a 40 millones de personas en con una cuota media de unos $400/mes, aproximadamente.
-El agotamiento del exceso de ahorro generado durante la pandemia, en un consumidor que ha aumentado su nivel de gasto, a la vez que ha perdido capacidad de ingreso.
-El diferimiento de impuestos debido a la pandemia, en estados como California, llega a su fin, y este año, en 6 meses, el consumidor tendrá que hacer frente al pago de 2 años de impuestos.
Con unos mercados de renta variable con rentabilidades superiores al +15% en lo que va de año, y de renta fija, contra todo pronóstico, empezando a incurrir en pérdidas, nos adentramos en una última parte del año donde existe demasiada incertidumbre para los bajos niveles de volatilidad presentes en los mercados. Es por ello que volvemos a recomendar aumentar los colchones de liquidez y reducir duraciones, de cara a fin de año.