
Me permito la licencia de tomar prestada la obra cumbre del maestro Milan Kundera, fallecido este verano, para titular este artículo que versa sobre un mal que afecta a nuestro país desde hace décadas: el cortoplacismo político. La cultura del regateo corto en la arena política es inexplicable en un país como España, con 46 años de democracia a sus espaldas, ya que afecta directamente a nuestro desarrollo y sostenibilidad.
La deuda pública, la inflación, el PIB, el desempleo, las quiebras empresariales, el aumento del precio del carro de la compra, la gasolina, los alquileres o las hipotecas... Todos estos elementos dibujan un panorama poco halagüeño para España. Algunos analistas, incluso, apuntan al inicio de una recesión silenciosa.
La confluencia de esta situación económica inestable y de la incertidumbre política derivada de la interinidad del Gobierno evidencia aún más esta manera de hacer política en la que nuestros gobernantes no piensan en las próximas generaciones, sino en las próximas elecciones. Nuestros dirigentes evitan tomar medidas estatales a largo plazo porque son conscientes de su impopularidad; prefieren adoptar decisiones inmediatas que los siguientes que se hagan con el BOE cambiarán o derogarán con tal de no hacer el esfuerzo de buscar posiciones que puedan facilitar los acuerdos para construir normas que perduren.
En lugar de continuar aprobando nuevas leyes educativas -ya llevamos ocho-, firmemos un Pacto de Estado por la Educación; sustituyamos las medidas "parche" contra la sequía por un Pacto Nacional del Agua; o aprobemos un Pacto de Justicia que acabe de una vez por todas con la parálisis de este servicio público.
El transporte internacional por carretera es imprescindible para nuestra economía y el bienestar de nuestra sociedad: el 96 % de las mercancías que se mueven en España viaja en camión -en términos de toneladas/km.- y el 75 % de lo que exportamos a la UE se transporta por carretera. Pero este sector no puede funcionar sin la figura del conductor profesional que va al volante de estos camiones y en la actualidad nos faltan 20.000. Un problema que va en aumento dado que el 72 % de los transportistas en activo tiene o supera los 50 años y no hay relevo generacional.
Estamos recogiendo el amargo fruto de décadas con abismales déficits de inversión en el transporte de mercancías por carretera, concretamente en áreas de descanso y parkings para camiones seguros y con medios para el aseo digno de nuestros conductores; de aumentar el coste y la complejidad para el acceso a la profesión de transportista; de entorpecer la incorporación de trabajadores extranjeros no comunitarios; o de no permitir incluir esta profesión en el Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura por la oposición de los sindicatos.
Este sector, sin el cual la cadena de suministro colapsaría, generando un parón inmediato de la economía y un desabastecimiento total de la población, lleva mas de 30 años trasladando a los gobiernos de turno las mismas necesidades sin que nuestro Ejecutivo o Bruselas hagan nada para revertir estos problemas estructurales.
Nuestros camiones continúan padeciendo las restricciones a la circulación al antojo de las Comunidades Autónomas. Entendemos que en determinadas fechas deban existir, pero sin que éstas sean un mero recurso recaudatorio de la DGT. Por no hablar de la presión a la que se ve sometido el transporte pesado por carretera para que reduzca sus emisiones, obligándole a transitar por un camino que aún no existe. ¿Alguien cree que para 2035 tendremos alguna alternativa real, técnica y económicamente viable y disponible para que nuestro sector alcance las cero emisiones de CO2? Sólo por nuestras fronteras cruzan a diario 30.000 camiones. ¿Alguien piensa que el transporte ferroviario puede sustituirlo a corto plazo?
Es frustrante que se busquen medidas improvisadas para tratar de solucionar problemas perennes; es como intentar taponar una hemorragia en la aorta con una tirita. En lugar de establecer políticas de "luces largas" que nos ayuden a transitar esta larga y, a veces, mal iluminada carretera, muchas administraciones siguen empeñadas en poner las "luces cortas" en forma de bonificaciones o ayudas económicas temporales. Mejor nos iría si entre todos fuésemos capaces de consensuar un plan nacional para este sector estratégico.
"El mundo crecerá como toca cuando la gente grande plante árboles sabiendo que nunca disfrutará de su sombra". Si nuestros dirigentes políticos asumieran este proverbio griego e impulsaran medidas estructurales sobre las que cimentar un desarrollo sostenido en el tiempo el terreno de juego en el que compiten los actores de nuestra economía disfrutaría de mucha más estabilidad.