Tras caer al 1,9% en junio, los precios se han incrementado seis décimas en el verano, cerrando agosto con un alza del 2,6%, siete décimas más. Por su parte la tasa subyacente (sin alimentos frescos y energía) ha escalado dos décimas en el mismo periodo, hasta el 6,1%. Una evolución que se mantendrá en el futuro por diversos factores.
Para empezar, el corte de las exportaciones de gasóleo de Rusia impulsará 3 céntimos por litro las gasolinas ya en los próximos días. Tampoco se puede esperar que otra variable que ha disparado los precios hasta ahora, como es la alimentación, de tregua. Así lo confirma el presidente de Asaja, Pedro Barato, al descartar que el precio del aceite de oliva, "vaya a bajar" tras subir un 111,5% en un año. La escasez de producto por la sequía y el alza de los costes de producción lo impedirán. De hecho, la falta de lluvias y el veto de Rusia al transporte de grano ucraniano por el Mar Negro impulsará aún más el IPC de los alimentos. Y por si fuera poco, el boom del turismo en España ha encarecido los precios de los paquetes de hoteles y transporte un 22%, siete veces más que la media de este siglo. Un aumento que mantendrá la tasa subyacente por encima del 4,1%. Todos estos factores presionarán al alza la inflación general que, según el Banco de España, repuntará hasta el 5% en primavera si el Gobierno retira las ayudas energéticas. El problema de los precios está, por tanto, lejos de terminar. Los presupuestos familiares seguirán así sufriendo un escenario de alto IPC, que dañará el consumo. Esto provocará una desaceleración mayor de la prevista en este ejercicio, como dice la AIReF. Y también amenaza el crecimiento para 2024. De hecho, el Banco de España rebajó esta misma semana en cuatro décimas el alza estimada del PIB, dejándola en el 1,8%.