
El aumento de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo los ha situado en máximos históricos en su última reunión. En ocasiones, un incremento ocasional de tipos basta para contener repuntes inflacionarios. Pero esta serie de constantes subidas que está llevando a cabo el BCE y en especial la última de mediados de setiembre, vienen a señalar con claridad que la inflación actual se ha hecho resistente a las medidas de política monetaria. Hay ya una resistencia de la inflación al alza de los tipos como se hacen resistentes los microbios a los antibióticos con los que han estado en contacto. La medicina de siempre no es ahora tan eficaz.
Quizá por eso el BCE ha anunciado que el ciclo de subidas va a terminar. El BCE ha dicho, en este sentido, que si los tipos de interés se mantienen en su actual nivel durante un tiempo lo suficientemente largo, la inflación volverá al objetivo del 2 por ciento. Es decir, después del alza de tipos, la permanencia de esos tipos elevados durante un largo tiempo, sin modificaciones, es lo que conseguirá controlar finalmente la inflación.
En realidad, lo que el BCE está diciendo también al anunciar que no cabe esperar más subidas es que el nivel de tipos de interés y los costes de financiación en la eurozona están ya en el límite más alto. Sin embargo, a pesar de eso, la tasa de inflación no ha reaccionado a dichas subidas con una reducción de la inflación lo suficientemente clara como para acercarse al objetivo del 2 por ciento. Al revés, la inflación está mostrando su resistencia a situarse por debajo del 5 por cien sean cuales sean los tipos. Y las previsiones del propio BCE contemplan comportamientos lentos de reducción inflacionaria que ni siquiera a finales de 2025 estarían por debajo del 2 por ciento.
Por tanto, es muy difícil que la inflación se reduzca si el BCE no modifica de nuevo al alza los tipos, a pesar de haber dicho que tales subidas no están previstas. Así que es preciso decir que la clave de la política monetaria de los próximos trimestres se encuentra en dos variables: o se suben más los tipos, que es lo que el BCE no quiere hacer, o se mantienen los tipos actuales durante mucho tiempo, esperando que ese tiempo con tipos elevados sea lo que finalmente comprima la inflación.
Pero, como es lógico, esto es una apuesta. Y se espera que el BCE no juegue a los dados con la economía. Así que si el BCE no juega a los dados, cabe pensar entonces que ha decidido renunciar al objetivo del 2 por ciento, proponiendo una inflación del 3 o del 4 por cien como una tasa deseable en el actual contexto. Si eso fuera efectivamente así y el BCE hubiera abdicado de su obligación institucional, estaríamos ante la brecha inicial por la que puede derrumbarse una economía que no puede soportar una inflación estructural del doble de lo deseable y que tendría elevadísimos costes de financiación.