
Las grandes empresas no están acostumbradas a las sorpresas. El martes pasado, el presidente de Telefónica, José María Álvarez Pallete, interrumpió su agenda de trabajo en California después de conocer que la empresa pública de comunicaciones saudí, STC, había comprado el 9,9 de la multinacional española, convirtiéndose en el primer accionista. El anuncio pilló por sorpresa tanto en Telefónica como al Gobierno español, que debe autorizar su operación al tratarse de una empresa vinculada a seguridad nacional.
El mes de agosto arrancó con otro sobresalto inesperado en Telefónica. Su filial alemana perdía el contrato de roaming con la operadora 1&1, equivalente a en torno el 7% de su facturación, y provocaba un cataclismo en su cotización, con pérdidas que alcanzaron el 17% en una sola sesión. En España, Telefónica cerró con caídas del 7%, después de rozar los dos dígitos. Pero lo peor vino en los días siguientes, cuando sufrió una avalancha de depreciaciones de su valoración por parte de los bancos de inversión, encabezadas por el estadounidense JP Morgan, que la dejó en 2,7 euros.
El contrato con 1&1 fue la carta de presentación ante los mercados de la nueva CEO de Vodafone, Margherita Della Valle, que había sido confirmada en el cargo a finales de abril, después de ejercerlo de manera interina desde la salida de Nick Read. Entre las misiones encomendadas por parte del presidente, Jean-François van Boxmeer, estaban la de "simplificar y acelerar el crecimiento" del grupo.
Sin embargo, las cosas no siempre son del color que parecen. El contrato resulta muy lucrativo para 1&1, que gana acceso al 5G, mientras que Vodafone reduce sus ingresos a medida que su cliente incrementa los tráficos, con la aplicación de nuevas tecnologías. La operación no ha ofrecido los réditos esperados. No ha servido para impulsar la cotización de Vodafone, que está por debajo del momento del anuncio, mientras que Telefónica recuperó la totalidad de la caída.
Detrás de esta mejora vertiginosa están las compras realizadas por STC desde hace seis meses, que se aceleraron en agosto. La noticia de la adquisición desató un tsunami en la parte podemita del Gobierno liderada por Yolanda Díaz, que instó a Sánchez a "asegurar la toma de decisiones en empresas estratégicas como Telefónica, guardiana de datos sensibles".
Después de estas palabras, la vicepresidenta Calviño aseguró que "España protegerá sus intereses estratégicos". Los podemitas acusan a la monarquía saudí, en manos del príncipe Bin Salman, de violar los derechos humanos y no respetar a las mujeres.
La reacción oficial contrasta con la de Telefónica, que emitió un comunicado en el que "toma nota de la aproximación amistosa de STC y de su apoyo al equipo directivo, a la estrategia y a la creación de valor de Telefónica". Ese mismo martes por la tarde, Pallete acompañado del consejero delegado, Ángel Vila, pusieron rumbo a Riad para entrevistarse con los primeros ejecutivos de la compañía saudí, el presidente Mohamed K. A. Al Faisal y su CEO, Olayan M. Alwetaid, con el que comparte pupitre en la junta directiva de GSMA, la patronal de las grandes operadoras de comunicaciones móviles, que Pallete preside desde 2022.
Además, ambas empresas formalizaron su buena relación con la incorporación en febrero de STC al programa Partners de Telefónica, que busca la cooperación para la prestación de servicios tecnológicos tanto a empresas como a particulares. La reunión sirvió para ratificar este buen entendimiento.
Con estos precedentes, la reacción del presidente de Telefónica, pese a la sorpresa inicial, es la de favorecer un acercamiento. Algunas fuentes aseguran que Pallete llevaba tiempo buscando un socio para apuntalar la creación de valor y prevenir así una hipotética operación hostil. Hace unos años sonó que Carl Icahn, uno de los tiburones de las finanzas más famosos de Wall Street con una fortuna personal de 14.500 millones, estuvo detrás de Telefónica para tomar una participación relevante. La operación jamás se concretó.
El porcentaje de STC prácticamente duplica al que mantienen sus principales socios, BBVA, BlackRock o Criteria Caixa, que ronda en torno al 5% de manera individualizada. La reacción de las tres entidades ha sido de discreción, aunque algunas fuentes aseguran que, por los menos los dos bancos españoles, están molestos porque los saudíes no avisaron en ningún momento de sus intenciones y han comprado a precios muy bajos, en torno a 3,68 euros.
La adquisición representa un espaldarazo a la gestión del presidente de Telefónica y se produce en un momento decisivo, ante la formación del nuevo Gobierno. En medios bursátiles se espera que sirva para marcar un suelo a la cotización en torno al precio de compra de STC. Algunos analistas empiezan a darle ya mayor recorrido al alza, como Bankinter, que cambió su recomendación de mantener a comprar.
La compra fue en un momento idóneo, en vísperas del 'Investor day' y de la decision de Breton
Se produce en vísperas del Investor Day de Telefónica, que Pallete ha vuelto a convocar por primera vez en catorce años, para desgranar el nuevo plan estratégico. Los analistas esperan que anuncie un crecimiento anualizado de en torno al 3% del beneficio de explotación, que tocó fondo este año, así como un dividendo estable próximo al 8%, a los precios actuales.
En los próximos meses se esperan, además, buenas noticias para el sector. El comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, desvelará el nuevo modelo de financiación de las infraestructuras de telecomunicaciones en la UE, en el que se recogerán en parte las demandas del sector para lograr un "trato justo" frente a los grandes tecnológicas, como Apple, Google o Netflix, que ocaparan dos tercios del tráfico.
En paralelo, las autoridades nacionales promueven poco a poco un marco jurídico favorable a las concentraciones en un sector, muy fragmentado en Europa, para hacer frente a las grandes inversiones que serán necesarias en los próximos años. Si se confirman estas perspectivas, STC habría comprado en el momento óptimo.
Pero la decisión final no está en manos de Telefónica, sino del Gobierno, que debe autorizarla para superar el 5% recogido en el escudo antiopas para empresas relacionadas con la seguridad nacional. A las reticencias internas entre los socios de Sánchez se suma el precedente de Vodafone, donde el gigante de las telecomunicaciones de Abu Dabi, Etisalat, entró con un 9,8%, simulando buenas intenciones y respaldando a la cúpula, como ahora. Pero con el tiempo se transformó en una especie de fondo activista, que logró cambiar al anterior consejero delegado por una ejecutiva más agresiva, Della Valle, como hemos visto. Los emiratíes no sirvieron para fortalecer el valor de la teleco británica, que tras el impulso inicial, pierde el 40% desde su entrada.
Los saudíes no son claros sobre si pedirán su entrada en el consejo de administración
La cuestión es si STC se comportará como un simple socio financiero o si, con el tiempo, se puede convertir en un caballo de Troya, que revolucione la gestión de Telefónica. Los saudíes no son claros al respecto, dejan la puerta abierta a solicitar su presencia en el órgano de administración, donde les correspondería un par de consejeros. Una opción que permite el escudo antiopas, una vez que consigan el permiso oficial para transformar el 5% que adquirieron en derivados en títulos representativos.
El Gobierno prorrogó hasta finales de 2024 la normativa que le otorga poder de decisión sobre las inversiones extranjeras en España A partir de esa fecha, si no se extiende de nuevo, STO podrá actuar a su libre albedrío. En medios próximos a Telefónica dejan abiertas todas las opciones al Gobierno, pero advierten que si limitan su porcentaje al actual 4,9%, no descartan que los saudíes den la estampida, deshagan su posición y se vayan por donde han venido. Ello provocaría un grave perjuicio bursátil y supondría un golpe a nuestra imagen exterior, como país abierto a la inversión extranjera.
La decisión pende de un hilo. Sánchez valorará los riesgos de vetar la operación y también las buenas razones para dar su visto bueno, aunque sea con condiciones, en aras a mantener las buenas relaciones con Arabia y respaldar a la dirección de la compañía. Vodafone no es Telefónica, no es estratégica para el Reino Unido. El Gobierno tiene instrumentos en su mano como limitar los derechos políticos para evitar que los árabes metan un caballo de Troya en Telefónica.