Opinión

Doble rasero de la reforma laboral

Foto: EP

El objetivo explícito de la reforma laboral que entró en vigor plenamente hace casi dos años pasaba por, a efectos prácticos, erradicar la temporalidad del mercado laboral español. Transcurrido ese tiempo, puede afirmarse que el sector privado acató la orden en todo su rigor. Y lo ha hecho pese a la injusticia que supone equiparar, sin matiz alguno, la temporalidad con la precariedad e ignorando la necesidad que muchas actividades estacionales siguen teniendo de recurrir a ese tipo de contratos.

El mejor ejemplo del esfuerzo acometido por las empresas lo ofrecen tanto la construcción como la hostelería, los dos sectores tradicionalmente paradigmáticos del uso a gran escala de los contratos temporales. Nada tiene que ver esa imagen con su realidad actual, ya que más del 90% de los trabajadores en esos dos ámbitos se sujeta ahora algún tipo de contratación indefinida.

La paradoja estriba en que la reforma laboral ha favorecido que la temporalidad que antes caracterizaba a esas actividades de escaso valor añadido, lejos de desaparecer, se haya trasvasado a otros ámbitos, precisamente a aquellos en los que el sector público tiene más peso.

Ahora la educación y la sanidad tienen porcentajes de temporales (51,7% y 45,5% respectivamente) muy semejantes a los que presentaban albañiles y camareros antes de 2021. Es cierto que, ateniéndose a la letra de la ley, las Administraciones no están obligadas a cumplir la reforma laboral. Pero eso no justifica que se permita un doble rasero tan flagrante en la aplicación de dicha norma, máxime considerando que Bruselas no ha dejado de denunciar que los grandes abusos en el recurso a la temporalidad en España los comete el sector público.

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