
Estamos viviendo en estos momentos una coyuntura económica difícil y con unas perspectivas nada favorables de cara a este año y al próximo. Las tasas de crecimiento esperado, tanto en España como en el resto de la UE son muy bajas: Entorno al 1,3%-1,6% para España, según el Banco de España y un 0,7% para la media de países de la UE. La inflación se está mostrando persistente pese a la actuación decidida del BCE de subir los tipos "Whatever it takes" como diría Draghi. Un 4,75% según la última previsión del Banco de España y un 5,6% la inflación subyacente según la estimación más favorable de FUNCAS. Los datos de déficit y de endeudamiento públicos no son mucho más halagüeños. Según el último análisis de la Airef, 2022 se cerrará con un déficit de las AAPP del 4,5%; la ratio de deuda sobre PIB en 2022 la sitúa en el 113%.
La pandemia que hemos sufrido ha hecho crecer, lógicamente, la preocupación del corto sobre el largo plazo. Durante los peores momentos de la pandemia, nuestra atención se enfocó hacia como aguantarían las empresas, particularmente las PYMES, el frenazo en su actividad derivado del desplome del consumo. A medida que salíamos de esta pesadilla, la atención se giró a la especulación y a predecir cuándo volveríamos a alcanzar los datos de 2019. Todas las comparaciones de resultados económicos se refirieron a 2019 como estándar a alcanzar.
Es posible que todas estas circunstancias hayan sido las que nos han hecho perder la perspectiva de que está pasando con la economía española en el largo plazo. La respuesta no es nada alentadora. España está sufriendo un deterioro continuo en su riqueza y en su bienestar a lo largo del tiempo y en comparación con nuestros socios europeos.
Para el análisis, se han seleccionado cinco indicadores clave: La evolución del PIB per cápita; La comparación entre el PIB per cápita español y el europeo; la evolución de la relación salarios productividad en Europa y en España; el endeudamiento de España frente al resto del mundo y el endeudamiento de las AAPP españolas.
Si tomamos la serie de Contabilidad Nacional del INE, el PIB per cápita en el año 2008 ascendía a 24.129 €. Doce años después, en 2020, último dato de la previsión, el PIB per cápita ascendía a 23.608 €. Es decir, en doce años, no solo no ha crecido la riqueza por habitante en España, sino que se ha reducido en un 2,2%. Desde 2008 hasta 2013, el PIB per cápita ha ido cayendo año tras año. En 2014 se inicia una recuperación que llega hasta el 2019. Si tomamos el dato de este año, 26.441€, como punto de comparación para aislar el efecto de la pandemia, resultaría que la riqueza por persona habría crecido apenas un 9.5% en 11 años.
¿Qué es lo que ha pasado en Europa mientras tanto?
En el año 2003, el PIB per cápita de España en relación con la media de la UE a 27, según los datos de EPDATA, era del 97,7%. En 2019, antes de la pandemia, 16 años después, nuestro PIB per cápita, es el 90,1% de la media de la UE. En definitiva, nos hemos empobrecido, en comparación con la media de los países de la UE, en 7,6 puntos porcentuales; un 8,4%.
Si nos fijamos ahora en la productividad, según los datos publicados por el Monitor Adecco de Salarios, en los últimos 10 años se ha producido una brecha entre el crecimiento de los salarios y el crecimiento de la productividad en los países de la Unión Europea. un tercio de los 27 países de la Unión muestran un descenso de la productividad en los últimos 5 años. Entre ellos, España presenta el dato más desfavorable, con una caída acumulada de 4,8%.
En este escenario no es posible un incremento sostenible de salarios. Es decir, cualquier incremento salarial, sin un incremento de la productividad, es insostenible.
Otro indicador que se toma con frecuencia en consideración para medir la evolución de la riqueza de un país es la deuda externa bruta o posición deudora con respecto al resto del mundo. En 2014, según el boletín estadístico del Banco de España, la deuda bruta externa representaba el 169,1% del PIB. Este porcentaje de deuda se mantiene, más o menos, hasta 2020, año en el que alcanza el 199,8% del PIB. En el primer trimestre de 2021 llega a alcanzar un máximo histórico del 204,7 %.
El último dato de la serie es el del tercer trimestre de 2022, con un porcentaje del 178,9% del PIB. ES decir, nuevamente desde 2014 hasta hoy la proporción de deuda sobre PIB no ha dejado de crecer. Expresado de otra forma, cada año desde 2014 que arranca la serie, debemos al exterior una mayor proporción del valor de lo que producimos.
Decíamos al principio de este artículo que la previsión de cierre del presupuesto de las AAPP en 2022 es de un déficit del 4,5%. Los déficits públicos se tienen que financiar con subidas de impuestos y con emisiones de deuda pública. La deuda pública en 2010, según el criterio del protocolo de déficit excesivo, era del 60,5%. En el tercer trimestre de 2022 (hasta dónde llega la última publicación del Banco de España), es el 115,6 %. La deuda pública ha crecido por tanto en más de 55 puntos porcentuales. Por otro lado, el tamaño del sector público, medido en términos del gasto sobre PIB, en 2014 era del 44,85%; en 2021, el 50,69%.
El primero de estos indicadores, además de evidenciar el creciente riesgo de crédito en los mercados internacionales, supone un crecimiento de la carga fiscal y un empobrecimiento para las generaciones futuras, que verán reducida de forma notable su renta disponible. El crecimiento del tamaño del sector público hasta situarse ya por encima del 50%, supone que más de la mitad de los recursos en España son asignados por el sector público, lo que a su vez supone una losa para el crecimiento económico y de la productividad.
Los datos no son nada alentadores. España, con el paso del tiempo, es incapaz no solo de cerrar la brecha de la diferencia de riqueza per cápita con la UE, sino que sigue aumentando. El resto de los indicadores no permiten confiar en un cambio de la tendencia, sino que ahondan en el aumento de las diferencias.
Es necesario tomar una conciencia clara de cuál es la tendencia en la que estamos inmersos y entre todos, empezando por nuestros dirigentes políticos, invertir el rumbo de los acontecimientos porque si no, seremos más pobres cada año.
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