
La frecuencia con la que, en los últimos años, se suceden olas de calor y lluvias torrenciales o la sequía prolongada que atraviesa nuestro país reflejan que las condiciones climáticas se están endureciendo. El calentamiento global es, probablemente, el mayor reto colectivo al que nos enfrentamos como sociedad. Adaptar nuestra economía a sus efectos para contribuir a mitigarlos y preservar la biodiversidad en el planeta se había revelado como una necesidad imperiosa antes de la pandemia, y se ha tornado aún más perentoria con la crisis provocada por la invasión rusa de Ucrania y la subida de la inflación. Visite el portal especializado elEconomista Inversión sostenible y ESG.
La energía se ha convertido en un producto de lujo cuyo coste no solo excede ya, en algunos casos, el crédito hipotecario, sino que cada vez más hogares se están viendo abocados a una situación de pobreza energética. Según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, desde 2008, el porcentaje de población que no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada ha pasado del 6% al 14,3%, el año pasado. Urge, por lo tanto, actuar con un doble fin: reducir las dependencias energéticas arrastradas hasta ahora y garantizar la transición hacia una sociedad más sostenible desde la triple vertiente social, medioambiental y económica. Lea también: El 'ladrillo' español puntúa bien en sostenibilidad.
El contexto es crítico, pero también ofrece oportunidades para construirnos un mundo mejor para todos. Una de ellas es la revisión de la Directiva de Eficiencia Energética de los Edificios (EPBD) que se está discutiendo en el Parlamento Europeo. La aprobación de esta norma, y su transposición a la legislación nacional, será clave en el futuro de la edificación en los países de la UE. Nos permitirá contar con instrumentos más potentes, más coordinados y con mayores exigencias para que no solo la huella de carbono de las nuevas edificaciones sea nula, sino para que la descarbonización de las existentes sea una realidad de aquí a 2050. Pero, para conseguir resultados eficaces y a largo plazo, hemos de ser ambiciosos. Le puede interesar: Vivienda sostenible: un ahorro para el 'bolsillo' y el planeta.
Con 25,7 millones de viviendas, el parque residencial en España refleja la necesidad de rehabilitar más de 10 millones de unidades, ya que la mitad de los edificios fueron construidos antes de la entrada en vigor de la primera normativa que exigía unos mínimos de eficiencia energética, en 1979. Precisamente, en una coyuntura tan compleja como la actual, resultado de otra crisis energética -la del petróleo del año 1973-, provocada como ahora por otra guerra, la de Yom Kippur.
Como establece el Pacto Verde Europeo, adaptar nuestras viviendas resulta esencial para transitar hacia una sociedad más sostenible, pero también más justa. El envejecimiento generalizado del parque nos recuerda la necesidad de acometer mejoras inaplazables en materia de accesibilidad, habitabilidad y funcionalidad, con espacios más flexibles y versátiles, para una población más longeva y con necesidades y demandas muy distintas a las del siglo XX.
"Los arquitectos somos conscientes de que lograr hogares más sostenibles depende, en buena medida, de nuestro ejercicio profesional"
En consecuencia, la descarbonización del entorno construido debe abordarse con una mirada integral que contemple las emisiones de gases de efecto invernadero durante todo el ciclo de vida del edificio: desde su diseño arquitectónico a la utilización de materiales constructivos de bajo impacto; el uso responsable de la energía, incluida la procedente de fuentes renovables; la aplicación de la digitalización en los procesos de gestión de los recursos para su uso eficiente y la innovación para reducir la huella de carbono y la demanda en nuestros hogares, sin olvidar la habitabilidad y la accesibilidad.
Así, al tiempo que creamos valor en todo el ciclo de vida del entorno construido, contribuiremos a reducir el impacto medioambiental y ganaremos soberanía energética. Por eso, es capital una modificación ambiciosa de la EPBD que incorpore los valores de la Nueva Bauhaus Europea -belleza, sostenibilidad e inclusión- y fortalezca los Certificados de Eficiencia Energética. Al igual que el Libro del Edificio Existente será básico para una planificación con éxito de la ola de rehabilitación con cargo a los fondos Next Generation, estos estándares mínimos de calidad han de ser una garantía para los/as consumidores, acreditando, de forma fidedigna, las emisiones que generan sus hogares y el camino adecuado para la descarbonización real del parque edificado. Los criterios ESG se imponen en la inversión inmobiliaria.
La planificación urbana, la ordenación territorial, el diseño de los edificios, los materiales utilizados, la rehabilitación, renovación y regeneración… Los arquitectos somos conscientes de que lograr hogares y entornos urbanos más sostenibles depende, en buena medida, de nuestro ejercicio profesional. Por eso, hemos impulsado la Declaración de Barcelona. Una carta firmada ya por una decena de instituciones, incluido el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que, asumiendo la transposición de la EPBD, plantea una "agenda 2026" con el fin de que estos cuatro años, hasta la finalización de las ayudas Next Generation, sirvan para sentar las bases de un nuevo sector de la edificación, con un modelo viable y la escala necesaria para alcanzar los objetivos de descarbonización marcados para 2050.
Lograr un sector libre de carbono es un reto colectivo y también acuciante en el contexto de crisis climática y energética actual. Afrontarlo, aunando eficiencia energética y calidad arquitectónica en el proceso, nos brinda la oportunidad de posicionarnos como referentes para terceros países, poniendo en el centro lo que importa: la mejora de la vida de las personas y el futuro del planeta.
Marta Vall-Llossera es presidenta del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España.