
La propuesta del Gobierno de subir el salario mínimo interprofesional (SMI) la generado la controversia propia de este tipo de medidas. Desde el debate político, la oposición mira con recelo y lo tacha de medida con tintes electoralistas, desde el ejecutivo, se arguye que es una medida social motivada por la caída del poder adquisitivo de los trabajadores con rentas más bajas.
La patronal se opone frontalmente de igual manera que lo hace contra cualquier medida que encarezca sus costes y los sindicatos lo entienden como una medida contra la desigualdad.
Más allá del debate político o del de la concertación social, el análisis de los efectos de la subida del SMI arroja elementos positivos y otros que no lo son tanto.
Desde el punto de vista macroeconómico, la subida se enmarca en una línea de convergencia con las políticas practicadas por algunos países de la Unión Europea, por ejemplo, Alemania tiene un SMI de 1.614 €, Francia de 1.555 € o Irlanda 1.274 €.
La medida va encaminada a reducir el riesgo de exclusión social de algunas capas de la población, hay que recordar que España cerró el año 2021 con un 21% de la población con ingresos por debajo del umbral de riesgo de pobreza.
A expensas de conocer los datos del INE para el 2022, la alta inflación y las subidas de los tipos de interés que han encarecido las hipotecas y los préstamos personales, hacen suponer que habrá aumentado la población en riesgo.
Pero las repercusiones van más allá. Las rentas bajas tienen más dificultades para acceder al crédito y una propensión marginal al consumo más elevada que las rentas altas. Esto es debido a que la propensión marginal mide el porcentaje de renta que un hogar dedica al consumo, si los ingresos son bajos, la familia dedica casi el 100% de su sueldo a las necesidades básicas, en cambio, las rentas elevadas, aunque su consumo total sea mayor, dedican un menor porcentaje de su renta al gasto.
Por tanto, las rentas más altas dedican un mayor porcentaje al ahorro que no ayuda al crecimiento. Con esta premisa, aumentar la renta disponible de los que menos tienen ejerce un importante efecto multiplicador sobre la economía.
El efecto sobre el consumo y la demanda agregada es positivo. Esto hace que la caída del crecimiento del PIB sea menor ayudando a la generación de empleo. Se trata de un estabilizador macroeconómico que no tiene coste alguno para las arcas públicas y, por tanto, evita los problemas de déficit que producen otro tipo de intervenciones. De hecho, un aumento del SMI también aporta más cotizaciones para el sostenimiento de las pensiones.
Por último, atendiendo al modelo macroeconómico de la renta laboral. Aumentar el SMI aumenta la renta laboral y, por tanto, aumenta el gap con el umbral del desempleo voluntario dado el salario de reserva. En otras palabras, aumenta la productividad e incentiva la búsqueda de empleo.
En cuanto a las razones esgrimidas por los detractores de la subida, los argumentos se centran en la subida de costes que sufren provocada por los costes energéticos y de materias primas. Aunque es una realidad, los beneficios generales serán mayores.
En primer lugar, siendo cierto que aumentarán los costes, no será menos que afectará fundamentalmente a aquellos contratos que no estén protegidos por un convenio laboral. Por otra parte, el aumento de la demanda agregada produce mayores beneficios empresariales que compensarán el coste en actividades más intensivas en mano de obra.
En cuanto a la pérdida de competitividad que podría ocasionar este incremento de costes, se puede hacer la observación de que una economía que aspira a mejoras permanentes en productividad no puede realizar esta mediante bajos salarios, sino con mejoras tecnológicas e innovación que se traduzcan en un mejor rendimiento del capital.
En definitiva, los sectores productivos con mayor mano de obra por capital deben modernizarse para mejorar la productividad y, aunque la subida del SMI puede que eleve sus costes, no lo hará más que el auténtico problema que tiene la economía consistente en los costes energéticos.
El aumento del consumo y de la demanda agregada tendrá un efecto positivo general que sitúa a la medida como adecuada en el contexto actual.