Opinión

Cautos con Brasil

  • El nuevo gobierno debe garantizar que la deuda pública sigue siendo sostenible
Luiz Inácio Lula da Silva. eE

La victoria de Lula en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil refleja movimientos recientes similares hacia la izquierda en Chile, Perú y Colombia, aunque tendrá que lidiar con un Congreso dividido de tendencia derechista en el que el Centrão, agrupación de partidos políticos sin orientación ideológica consistente, actuará de bisagra. Las protestas pro-Bolsonaro pueden persistir, pero esperamos que se desvanezcan ante un público preocupado por la escasez de alimentos y combustible. Ahora la composición del gobierno entrante y su equipo económico, son de especial importancia para los mercados.

De momento, hay mucha falta de claridad sobre el programa económico de Lula, aunque ha mencionado aumentar salarios reales, reducir carga de deuda de las familias y la desigualdad de ingresos. De todas formas sus referencias a la credibilidad, estabilidad y previsibilidad ha calmado, aunque solo inicialmente, a los mercados. Su historial como presidente puede explicarlo. En 2003-2006 y 2007-2010 la economía brasileña creció en promedio 4,1%, la tasa de desempleo cayó a 5,3%, la inflación disminuyó al 5,9%, el valor del real se duplicó frente al dólar y el saldo fiscal primario (excluyendo pago de deuda) se mantuvo en positivo a pesar de la gran crisis financiera mundial, con una economía heredada relativamente sólida y super ciclo de materias primas. La imagen de despilfarro del sector público vinculada a su Partido do Trabalhadores, se debe al deterioro bajo la presidencia de Dilma Rousseff de 2011 a 2016.

Por su parte el historial económico de Jair Bolsonaro de 2019 a 2022 es relativamente bueno, considerando la pandemia y la crisis energética. El crecimiento real medio anual del PIB ha sido 1,3%, la tasa de desempleo 8,7% y el saldo fiscal primario ha mejorado. La inflación ha llegado al 7,2%, relativamente leve en un shock inflacionario global, aunque el real se ha depreciado. El caso es que Lula hereda una economía que seguía creciendo al 3,2% el segundo trimestres, en parte por programas públicos, repunte de confianza del consumidor y menor inflación, que puede haber alcanzado máximo en 12,1%. La economía brasileña registra sustancial superávit comercial desde 2016, los precios de las materias primas apoyan sus términos de intercambio comercial y superávit externo y la reapertura de la economía china en 2023 puede impulsar sus exportaciones. El talón de Aquiles es un déficit crónico por cuenta corriente, que es poco probable se compense por superávit comercial por pago de deuda y déficit público en desaceleración de la actividad. Así que la nueva administración tiene limitado margen de maniobra fiscal y cualquier desviación de las políticas ortodoxas probablemente sea sancionado con salidas de capitales.

Ahora bien, el Banco Central do Brasil puede ser de los primeros importantes en comenzar a recortar tipos de interés tras haberlos subido tipos hasta 13,75% desde marzo de 2021. El mercado ha llegado a descontar que los recorte en 1,75%. Efectivamente, un nuevo gobierno fiscalmente responsable y el alto en el ciclo de subidas de tipos de la Reserva Federal en 2023, puede favorecer tales recortes.

En este estado de cosas, con rentabilidades a vencimiento reales de los bonos del gobierno de más de 5%, los inversores extranjeros, reacios a acumular bonos brasileños la primera parte del año, pueden volver a interesarse, aunque el nuevo gobierno tendrá que garantizar que la deuda pública sigue siendo sostenible a largo plazo. El afán de Lula por aumentar gasto social puede chocar con el límite fiscal, aunque a medio plazo, si disminuyan las preocupaciones fiscales, el real puede verse respaldado con entradas de inversores extranjeros en el mercado de deuda brasileño.

En cuanto a renta variable, el índice MSCI Brasil ha llegado a subir 21% en dólares este año, sobre todo por aumento de beneficios con los altos precios de las materias primas. El sector financiero, de materiales y energía representa 65% de la capitalización y casi 90% de sus beneficios. Pero China sigue apegada a su política "cero Covid", hay deterioro de indicadores económicos globales y la administración Lula puede presionar a Petrobras a limitar precios internos del petróleo. De todas formas las acciones de Brasil, a precio/beneficios siete veces, cuentan con colchón, menor por precio/valor contable, aunque la rentabilidad por dividendos, 13,6%, es comparable a la rentabilidad a vencimiento de la deuda soberana en moneda local a diez años. De ahí que los inversores locales favorezcan la renta fija, fenómeno que se ha acelerado el último año.

El apetito de los inversores extranjeros por acciones brasileñas puede verse impulsado por la nueva administración, aunque hay que tener en cuenta el impacto negativo de una posible recesión en EE.UU. y Europa. Así que estamos cautos con la renta variable brasileña.

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