
Una de las invariables en la tecnología es que siempre está avanzando y evolucionado, y mientras eso es algo muy positivo para el desarrollo de la sociedad, también tiene un aspecto negativo bastante grande, la obsolescencia programada.
La caducidad u obsolescencia programada es la acción predeterminada de los fabricantes para que después de un tiempo los productos dejen de funcionar, en otras palabras, consiste en la vida útil de cualquier dispositivo electrónico.
Este fenómeno, hace que al cabo de un tiempo los usuarios necesiten comprarse un nuevo dispositivo, pero esto no solo afecta a sus bolsillos, sino también contribuye a la degradación del medioambiente al crear más basura electrónica que en muchos casos no se puede reutilizar además de que los desechos de estos productos no son biodegradables.
Pero, ¿por qué ocurre esto?
El autor Vance Packard en su libro The Waste Makers (Los creadores de deshechos) analiza la situación de la obsolescencia programada, y determina que hay tres motivos por lo que esto ocurre. El primero de ellos, es porque los constantes avances hacen que cada día aparezca un producto con funcionalidades superiores al anterior, lo que hace que el actual esté desfasado.
El segundo motivo se refiere a la calidad de los productos. Es muy común escuchar que "antes los productos duraban mucho más" y esta percepción es cierta, ya que cada vez es más común que sea más barato comprar un producto nuevo que arreglar el que ya se tiene.
Por último, Packard también habla sobre la obsolescencia del deseo. En este caso apela al sentimiento del consumismo y la necesidad de tener siempre lo último y lo mejor, cuando realmente el producto que tienes sigue valiendo. Un claro ejemplo lo vemos con los iPhone, donde algunos usuarios renuevan su smartphone cada vez que la compañía presenta un nuevo modelo.
Estas prácticas son muy negativas para el medio ambiente, ya no solo por las emisiones de CO2 que emiten las fábricas y el uso masivo de las materias primas, sino también porque al no reciclarse correctamente estos dispositivos los desechos acaban tirados en cualquier lugar ya sea el campo ,generando montañas de basura, o incluso el mar.

Y aunque sea complicado, sí que se puede hacer algo para combatir esta obsolescencia. De hecho, cada vez surgen nuevas ideas que incluso pueden llegar a complementarse con las existentes, todo con el fin de reducir el impacto medioambiental y extender la vida útil de estos productos.
El principal problema, es que los usuarios no están correctamente informados de las opciones que tienen, lo primero en lo que se refiere a las posibilidades de reparación y restauración de los productos. En España, la ONG Amigos de la Tierra acuño el término Alargascencia, y creó una plataforma en la que puedes encontrar locales de reparación, alquiler e incluso intercambio de dispositivos en todo el país.
De esta manera, cuando te canses o tu aparato se rompa puedes encontrar una tienda cerca de ti para darle una segunda vida útil y alargar la existencia del producto. Otra iniciativa que sigue este enfoque es la Certificación Cradle to Cradle (De cuna a cuna), que consiste en nuevo estándar de calidad de los productos que evalúa la seguridad de estos para las personas y el medioambiente.

El objetivo de esta certificación es eliminar el concepto de residuo y animar a las empresas a fabricar productos que cumplan con el plan de la circularidad, que consiste en la idea de diseñar dispositivos con piezas que una vez cumplan su función inicial puedan ser recicladas y reutilizadas en otros productos.
Al final del día, el problema de la obsolescencia tecnológica es mucho más profundo y complicado que una serie de herramientas y plataformas que ayuden a reciclar y reutilizar productos. Es casi imposible predecir en qué materias y formas se va a progresar, por lo que es muy complicado diseñar productos tecnológicos que vayan a seguir valiendo dentro de 20 años, ya que para entonces en vez de conectar los dispositivos por Bluetooth se habrá inventado un sistema totalmente nuevo.
Teniendo en cuenta esto, las empresas deben estar más concienciadas a la hora de fabricar, vender y reparar sus productos, a la vez que los usuarios tienen que cambiar los hábitos de consumo y la falsa necesidad de tener siempre lo último cuando lo que tienen les sigue valiendo.