
Un "fallo de cálculo". Así calificaban desde La Moncloa el incendio diplomático que la improvisación e irresponsabilidad de este gobierno ha desencadenado con Argelia, con ruptura de las relaciones comerciales incluidas, y para el que ahora llaman a los bomberos de Bruselas a ver si les salvan de la quema.
Un "fallo de cálculo" del que culpan explícitamente al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, como antes hicieron con su antecesora Arancha González Laya, como si las decisiones de Gobierno no se tomaran por determinación del Presidente o, al menos, con su conocimiento y aquiescencia, siendo Pedro Sánchez el primer y principal responsable del desaguisado.
El problema es que los fallos de cálculo de la sociedad Sánchez y Cía Producciones, y son ya muchos y graves en lo que llevamos de legislatura, los pagamos todos y deterioran el prestigio y los intereses políticos y económicos de España en el escenario internacional, donde este gobierno socialcomunista nos ha rebajado ya a la categoría de irrelevantes.
Recordemos el caso de las maletas de la venezolana Delcy Rodríguez, el esperpento del paseíllo con Biden en la cumbre de la OTAN, la subvención de 53 millones a Plus Ultra, la traída clandestina del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, su incapacidad para el reparto y ejecución de los fondos europeos o sus continuos y estrepitosos errores sobre la evolución de la economía y sus previsiones de crecimiento y sobre una espiral inflacionista que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño sigue diciendo que no ve.
Y para cerrar el círculo, por ahora, estos días hemos asistido al enésimo golpe del Banco de España al oráculo gubernamental recortando otras cuatro décimas su previsión para el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de España en 2022, desde el 4,5% hasta el 4,1%. Tasa que coincide con la que acaba también de revisar a la baja la OCDE debido a la elevada incertidumbre, a la inflación y a la ralentización de la demanda externa. Una vez más, las estimaciones de estos organismos se sitúan por debajo del 4,3% calculado por el Gobierno para este año y que ya tuvo que corregir drásticamente Calviño desde el 7% que mantenía hasta abril y con el que diseñó los Presupuestos del Estado.
Un varapalo que se produce en un escenario en el que la prima de riesgo ya está en el umbral de los 120 puntos básicos y con España está pagando 2,5% de interés por la colocación de la deuda, cinco veces más que hace un año. Deuda que está ya rondando el 120% del PIB, la mayor de la UE justo cuando el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado para julio el fin de la compra masiva de deuda de los países miembros y el inicio de una "subida sostenida" de los tipos de interés. Además de que seguimos siendo el país de la Unión con mayor paro, deuda, déficit y tasa de inflación.
Por ciento que el organismo que dirige el gobernador Hernández de Cos ha enfriado también el optimismo del Ejecutivo al estimar que el tope del precio del gas que entrará en vigor a partir del 15 de junio sólo va a reducir la inflación media en 0,5 puntos, la mitad de lo que anuncian Sánchez y sus ministras económicas. Otro fallo de cálculo.
No es pues de extrañar que en este contexto la agencia de calificación Fitch haya avisado de una posible rebaja del rating a España si el Gobierno no garantiza una reducción creíble del déficit y de la deuda.
Son demasiados fallos en demasiados cálculos y con demasiado coste para España, para nuestras empresas, nuestra credibilidad exterior y para los españoles todos que somos quienes, al final, pagamos los ciudadanos y contribuyente, mientras seguimos esperando que el Presidente explique su inexplicable decisión de entregar el Sahara a Marruecos, detonante de la reacción argelina, que no ha sido ni consensuada ni aclarada. Sobre todo, porque las teorías de un posible chantaje de Rabat a Sánchez tienen cada vez más eco en los ambientes políticos y en los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Pues eso, que lo explique, si es que sabe o es que puede.