
Hay que tener mal fario para que el día que convocas para lucir un traje electoral de triunfalismo y autobombo, vengan el Banco de España y Eurostat a darte un baño de realismo y decir que el rey está desnudo. Y eso es lo que le ha ocurrido a Pedro Sánchez y a este Gobierno que presume de social pero cuya obcecación doctrinaria y su sordera ante los consejos de quienes saben de esto de la economía nos han llevado a ser el país cuya combinación de mayor tasa de paro de Europa con una de las mayores tasas de inflación nos sitúan a la cabeza del Índice de Miseria Okun, que mide el deterioro económico y de la calidad de vida de las clases medias y bajas de la sociedad.
Desde el Banco de España hasta la Comisión Europea, pasando por la OCDE, la AIRef, Funcas, agencias de rating como Moody's y la mayoría de analistas públicos y privados han encendido las alarmas por los altísimos niveles de paro y deuda pública de nuestra economía, insistiendo en el aviso de que el pasivo será insostenible si no se acomete un drástico plan de ajuste del gasto público. Una orgía de gasto que, en 2022, sube un 20,2%, y supera en 77.000 millones su nivel de 2018, sin que ahora estén justificados por la pandemia. De hecho, los aumentos se concentran en gastos de personal que crecen un 15,3%, un 18,0% lo hacen los gastos corrientes excluyendo la sanidad, y 42,0% las transferencias.
Pero frente a ello la sociedad Sánchez-Calviño y Cía sigue presumiendo de "crecimiento robusto" mientras persisten en su paranoia de presión fiscal en un escenario de espiral inflacionista, caída del consumo y siendo los últimos de Europa en recuperar los niveles de crecimiento previos a la crisis. Así, mientras en 2021 los precios subían un 6,5 el Gobierno se beneficiaba de esta alta inflación y alcanzaba un máximo histórico de 223.000 millones de euros de recaudación tributaria, 8.000 millones más de lo esperado. Y sólo en el primer trimestre de este año la recaudación de Hacienda ha aumentado un 20,2%, 9.200 millones más, con un crecimiento del PIB 0,3% y 100.000 empleos menos.
Eso, además de que con una caída de la contratación del 14% respecto a diciembre de 2021 y con las subidas de precios generando una importante pérdida de poder adquisitivo sobre las rentas medias y bajas, el Estado sigue quedándose con el 40% del salario de cada trabajador a través de impuestos y cotizaciones sociales.
Cierto es que los datos de paro registrado en mayo parecen objetivamente buenos con casi cien mil parados menos y 213.643 afiliados más a la Seguridad Social. Pero si se rasca debajo de la superficie vemos que aun siendo mayo siempre el mejor mes para el empleo -hasta en 2020 en pleno confinamiento por el COVID subió la contratación en ese mes-, que en este 2022 la caída del paro en mayo es inferior a la de 2021, y que el 60% de las nuevas contrataciones son de fijos discontinuos o a tiempo parcial.
Y es aquí donde está el espejismo y la quimera porque si bien la contratación indefinida ha crecido en un 302% desde diciembre lo hace con un notable crecimiento del tiempo parcial y de fijos discontinuos. En concreto, esta última se ha incrementado en un 1.328,2% entre enero y abril y el porcentaje de contratos de duración inferior a 7 días se mantiene alrededor del 18%.
Este es el resultado de las recetas de Sánchez y su troupe para el reinicio de la economía y no el que le cuentan al servil y desinformado presidente del Foro de Davos, Borge Brende. Eurostat nos ha vuelto a recordar ayer que España sigue a la cabeza del paro de la UE, con una tasa del 13,3% que duplica el 6,8% de media de la Unión, mientras mantenemos un Gobierno que tiene el mayor número de ministerios de Europa que alimenta a 1.200 asesores contratados a dedo -récord histórico en la democracia- y que en lugar de hacer reformas y recortar el gasto insiste en expoliar fiscalmente al ciudadano sin atender a que el resultado de la ecuación de más impuestos, más inflación y mayor gasto se traduce inexorablemente en menos consumo, menos inversión, más paro y menos crecimiento. Tal cual.