
Las bolsas se contagian del imprevisto optimismo con el que terminó la cumbre del G-20 del fin de semana. Contra la mayoría de pronósticos, el encuentro entre el presidente de EEUU, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping, fue productivo y acordaron una tregua en su guerra comercial.
El entendimiento provocó euforia en Wall Street, hasta el punto de que el S&P 500 bate sus más recientes máximos históricos, mientras que el Nasdaq 100 se aproxima a los valores récord que logró en mayo. Se plantea así un escenario de gran optimismo, alimentado además por la disposición de los principales bancos centrales a recuperar sus estímulos monetarios. De hecho, la Reserva Federal de EEUU podría protagonizar este mismo mes su primera reducción de los tipos de interés en cerca de una década. Sobre esta base, son muy posibles más subidas bursátiles a ambos lados del Atlántico, pero sería un error que el inversor diera por desfasadas las llamadas a la cautela que los expertos lanzan en las últimas semanas. Lo cierto es que las alzas más recientes no están basadas en una mejoría real de la situación económica internacional, sino en expectativas. Basta con recordar que, pese a las buenas palabras de Trump y Xi en Japón, todo se limita, a grandes rasgos, al compromiso de no imponer en el corto plazo nuevos aranceles, sin desarmar los ya activados, y a permitir que las empresas de EEUU y Huawei sigan comerciando. No hay aún nada parecido a un calendario para alcanzar un acuerdo más ambicioso que ponga fin al enfrentamiento. Además, la experiencia enseña lo rápido que Trump puede dinamitar este tipo de treguas, como ocurrió en marzo. Conviene, por tanto, no precipitarse por entrar en bolsa.
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