Opinión

Controversias en torno a la situación de Venezuela

Un venezolano frente a un mural de apoyo a maduro. Foto: Reuters

Como en todos los asuntos que nos trae la actualidad, las dos Españas, los dos universos, han vuelto a salir a la superficie con la visceralidad a flor de piel y con argumentos discutibles o defendibles según los defienda una u otra parte. La España conservadora o liberal frente a la España progresista. No hay tema que se escape a los etiquetados habituales, y éste del juramento del nuevo presidente interino de Venezuela no iba a ser menos. Las verdades indiscutibles pueden ser discutidas, los dogmas se caen con una mínima revisión del pasado histórico y de la realidad más reciente. Por ejemplo, éstos:

Estados Unidos va a por el petróleo de Venezuela

Argumento recurrente cada vez que hay una crisis internacional en la que los norteamericanos, con presidente demócrata o republicano, asumen su eterno papel de gendarmes. Ya se utilizó en la intervención en Irak, no sin razón, aunque nadie acuda al mismo argumento en sentido contrario cuando EEUU se repliega y retira sus soldados. ¿Es que ya ha esquilmado todos los pozos petrolíferos? En Venezuela, este argumento es empleado tras dos décadas de intereses cubanos sobre el petróleo venezolano, tras muchos años en que millones de barriles diarios han sido entregados a la dictadura castrista sin que voz alguna se haya referido a ello.

Se trata de justificar una intervención militar de EEUU

Cuando el petróleo se diluye como argumento, surge el del belicismo y la industria del armamento americana, que condiciona las decisiones del presidente que sea. Una posible invasión reeditaría aquellas históricas manifestaciones de 2003 contra la guerra y frente a la invasión militar en un país soberano. La no injerencia internacional es ahora un principio sacrosanto, pero de ella no se ha hablado durante todos estos años de ocupación en Venezuela de ejércitos como el ruso el cubano, y de mercenarios de Hezbollah que llevan muchos años apostados en el país en connivencia con el régimen chavista. Los soldados instalados en terceros países sólo son condenables cuando llevan la bandera de las barras y estrellas bajo su hombro izquierdo.

Hay que evitar un derramamiento de sangre en Venezuela

La bienintencionada afirmación es compartible por todos los países y por todos los ciudadanos del planeta, pero es incompleta. Van casi medio centenar de muertos desde que el 23 de enero el presidente de la Asamblea Juan Guaidó asumió su responsabilidad constitucional de ocupar una presidencia interina. Decenas de miles más han sido asesinados por la policía bolivariana de Chávez primero y de Maduro después. El derramamiento de sangre no puede ya evitarse, lleva años produciéndose.

Las elecciones son imprescindibles las convoque quien las convoque

Este inaceptable principio cabalgaba a lomos del ultimátum que el gobierno español dio a Maduro la semana pasada. Si el ex presidente venezolano y actual dictador hubiera sido quien convocara a las urnas, su pantomima falsaria habría justificado su mantenimiento en el poder. Ya en mayo de 2018 convocó unas elecciones que ni España reconoció. Resulta un ejercicio interesante saber a quién en el Palacio de La Moncloa se le ocurrió semejante salida, afortunadamente enjugada con el devenir de los acontecimientos y con la negativa de Maduro a dar ese paso que le habría legitimado.

La vía del diálogo es la salida

Europa impulsa un Grupo de Contacto que tendrá en Uruguay su primer intento de encauzar una negociación sobre la que Rodríguez Zapatero podría aclarar muchas cosas. Por ejemplo, si es posible el diálogo con un tirano, así calificado por el actual presidente del gobierno español. El Grupo de Lima considera que esa opción del grupo de contacto "impulsada" por Sánchez da alas a Maduro. Un diálogo que equipare a las dos partes, que ponga en el mismo plano de legitimidad a quienes reclaman democracia y libertad y a quien se la niega a su pueblo para seguir ocupando el poder. ¿Habrían planteado Sánchez y la UE un diálogo entre las fuerzas opositoras de sus países y Pinochet, Stroessner, Videla, o Franco? No hay tiranías buenas y malas, por eso Europa está cavando un poco más, con su patética posición, la zanja que separa a sus instituciones de sus ciudadanos.

¿Qué es o no es un golpe de Estado?

La condena de lo ocurrido el 23 de enero se disfraza de denuncia de un golpe de Estado contra la democracia venezolana que eligió a Nicolás Maduro como presidente. Podemos, IU, Le Pen y Salvini así lo defienden. No dijeron ni media palabra cuando el mismo Maduro cerró el parlamento democrático venezolano, que tenía mayoría de opositores por el voto de los ciudadanos, para crear un poder legislativo alternativo en el que solo él pudiera dominar. No se habló tampoco de golpe cuando convocó a las urnas en unas presidenciales corrompidas de las que no hace ni diez meses.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky