Cuando el último farero desaparezca, si es que todavía quedan, se habrá ido la última profesión que podía ejecutarse en solitario. Hoy día, incluso los desempeños más individuales, como es el caso de algunos tipos de artistas o deportistas, ya juegan en equipo y deben compartir sinergias con otros profesionales. Por tanto, la habilidad para trabajar cooperativamente ya no es un deseo ni una aspiración, sino más bien una necesidad. De hecho, el World Economic Forum, en su estudio sobre la cuarta revolución industrial, señala que el trabajo cooperativo será una de las diez competencias imprescindibles en torno a 2020.
Un informe de The Economist ya afirmaba que el 83% de los ejecutivos piensan que una plantilla diversa les ayuda a generar valor para una mayor variedad de clientes y mercados, que el 82% cree que puede enriquecer el talento de la organización, y que el 80% opina que la diversidad puede proporcionar una ventaja competitiva. Y es que, hoy día, las diferentes diversidades que existen (generacional, cultural, funcional y de género) ayudan a los equipos a considerar múltiples puntos de vista. Lo cual no solo ayuda a depurar mejor el pensamiento que alienta la gestión y la innovación, sino también a generar productos y servicios con un diseño más universal.
La consecuencia evidente de ello es que esta manera de concebir la creación de valor pide a los profesionales mayores dotes de empatía y flexibilidad, y también un mayor talento contextual, es decir, una mayor habilidad para analizar las relaciones entre alianzas e influencias dentro de la organización. En otras palabras, la diversidad, por sí misma, puede no ser de ayuda si no se alienta en los equipos una serie de competencias sin cuya presencia pueden darse más inconvenientes que ventajas.
Y no solo eso: en un mundo global y multicultural donde los profesionales trabajan conectados, es necesario que dominen la tecnología necesaria para trabajar en redes distribuidas, lo cual no solo tiene que ver con la competencia digital, sino también con la comprensión de cómo diferentes colectivos utilizan las redes para comunicarse y crear valor. Porque es un hecho que, por ejemplo, las diferentes generaciones hacen un uso diferente de las distintas posibilidades que la tecnología ofrece. El teléfono, el correo electrónico y la mensajería instantánea no son simplemente métodos alternativos para transmitir información o comunicarse, sino que cada uno tiene peculiaridades y funcionalidades que personas de diferentes edades conceptualizan de diferente manera.
Es altamente probable que la necesidad de diversidad en las organizaciones aumente con el paso del tiempo: el mundo cada vez es más globalizado, los sistemas de traducción cada vez son más eficaces y, por último, cada vez más empresas comprenden el evidente valor que tiene crear plantillas diversas. Por tanto, la capacidad de trabajar cooperativamente, particularmente en lo que tiene que ver con la colaboración en redes distribuidas en las que existen diferentes tipos de diversidad es, con toda seguridad, un valor en alza.