
Este año Santa Claus no repartirá los tradicionales regalos en los mercados financieros. Y mucho me temo que los Reyes Magos pueden traer carbón de Oriente. Las bolsas europeas, al igual que la americana, amenazan con despedir el año en pérdidas. Una situación incomprensible si se echa un vistazo alrededor. Estados Unidos se prepara para incrementar el precio del dinero por primera vez en una década a la luz de la fortaleza de su economía, mientras que en Europa va asentándose poco a poco la recuperación.
La incertidumbre no proviene de Occidente, sino de Oriente, como los Reyes Magos. El último porcentaje de caída de las exportaciones chinas del 6,8 por ciento, por encima de lo esperado, volvió a encender las alarmas sobre la situación económica del gigante asiático. El mal dato revivió el fantasma de la devaluación del yuan. Su cotización frente al dólar estadounidense está en mínimos del año, alrededor del nivel alcanzado en la crisis de agosto pasado.
El temor se agravó tras conocerse que las reservas de divisas de China disminuyeron en noviembre en 87.000 millones de dólares. Una señal de que el Banco Central las utiliza para defender su moneda.
El primer golpe se dejó sentir esta semana sobre el precio de las materias primas. China, conocida como la fábrica del mundo, es el primer productor de muchas de estas materias, como el aluminio, así como uno de los grandes consumidores. Más del 40 por ciento de su PIB es industrial. Si su divisa se devalúa trasladará una fuerte presión sobre los precios de muchos productos en el resto del mundo. Europa, su gran socio comercial, sería uno de los mayores perjudicados.
Hasta agosto pasado, nadie ponía en duda que la política china iba dirigida a revaluar su moneda. En 2005, Pekín ligó su cotización a una cesta de divisas para lograr su inclusión en la del Fondo Monetario Internacional (FMI), como así ocurrió hace unas semanas. Pero nunca dijeron qué divisas hay en esa cesta, lo que hace sospechar que la cotización continuará a su antojo.
En agosto propició una devaluación de en torno al 3 por ciento en tan solo un par de días. La actuación sorprendió a los mercados, tanto de dentro como de fuera de las murallas chinas, ya que la recibieron con grandes caídas. El Gobierno de Pekín tuvo que desandar sus pasos y renovar su promesa en defensa del yuan.
El goteo de cifras negativas sobre China propició en un primer momento la salida de capitales del país o la conversión de las operaciones a dólares para protegerse ante una eventual devaluación. A ese movimiento se han sumado en los últimos tiempos los chinos de mayor poder adquisitivo, quienes desconfían del valor del yuan y están convirtiendo sus depósitos a dólares. Una tendencia acentuada ante la perspectiva de que la Reserva Federal suba los tipos la próxima semana y propicie una revalorización del billete verde.
La moneda china puede estar sobrevalorada alrededor del 30 por ciento, según los analistas. Las reservas de divisas han bajado en 45.000 millones de dólares (hasta los 3,44 billones) desde el pico alcanzado en julio de 2014. Las autoridades favorecen una depreciación de forma gradual. Algunos bancos de inversión auguran que Pekín dejará que su moneda se abarate otro tramo a finales de año, para tratar de sostener el crecimiento y las exportaciones. Hay quien teme incluso un hundimiento que deje al Banco Central sin reservas. Las fuerzas del mercado son en ocasiones caprichosas.
En el lado del petróleo, los augurios no son mucho mejores. El fracaso de los socios de la OPEP para fijar un techo a su producción ha sacado a la luz las divisiones internas y el hundido los precios. La proximidad de la reunión de la Reserva Federal el martes para acometer la primera subida de tipos de interés en una década en Estados Unidos, así como la falta de contundencia del Banco Central Europeo (BCE) alienta la ola de incertidumbres. Mario Draghi defraudó las expectativas de muchos, que esperaban que incrementara las compras de deuda para combatir la deflación proveniente de China.
El mundo se mueve por mecanismos interrelacionados, cada vez más complejos de explicar. China es una incógnita para la mayoría, porque su política de opacidad genera desconfianza. En España, la sola posibilidad de que pueda triunfar un tripartito entre Podemos, Ciudadanos y PSOE pone los pelos de punta.
El líder socialista, Pedro Sánchez, se echó a la izquierda con sus alianzas con Podemos para arrebatar el espacio de Pablo Iglesias, y ha dejado el granero de los votantes de centro izquierda en manos de Ciudadanos. Eso otorgará a Albert Rivera la capacidad de poder decidir quién es el próximo presidente del Gobierno. Si sólo apoya a Rajoy para su investidura, como dice, la legislatura será corta y la tensión con Bruselas, por las reformas y el déficit, elevada. Todo sigue revuelto.