Opinión

Mas miente tanto como Volkswagen

Ya nos hemos acostumbrado a que pocas de las cosas recogidas en los folletos publicitarios sobre un producto acaben siendo ciertas. No conozco a nadie capaz de lograr el consumo medio de carburante que prometen las marcas de auto- móviles. A partir de ahora, nadie se creerá tampoco los mensajes sobre la nueva generación de motores limpios o poco contaminantes.

Alrededor de once millones de Volkswagen circulan por el mundo con un software defectuoso para reducir la emisión de gases contaminantes. El mecanismo diseñado por los ingenieros de la firma germana, por lo visto, sólo funciona cuando el automóvil está parado y con el motor al ralentí. En cuanto el coche empieza a moverse y a contaminar, deja de ejercer su actuación purificadora. De esta manera, pasaban los test oficiales para conseguir las certificaciones medioambientales.

Todos, desde fabricantes a inspectores, probablemente, fueron cómplices del engaño, pero lo mantuvieron en secreto durante una década. No se sabe si era una práctica generalizada en el sector, aunque todo apunta a que se trata de un comportamiento fraudulento restringido a la marca alemana. VW fabrica desde el año 1987 este motor, uno de los mejores que produjo jamás y que monta en los modelos más demandados. Hubiera bastado con que no se hubiera empeñado en mentir sobre sus emisiones para evitar las sanciones multimillonarias y el desprestigio sobre la marca, porque el motor va de maravilla. Pese a la tradicional buena fama y seguridad de las empresas alemanas, no es la primera vez que defraudan las expectativas de sus clientes. Hace unos años, Siemens tuvo que relevar a su cúpula por corrupción y Deutsche Bank acaba de sufrir una sanción de más de 2.000 millones por manipular los tipos de interés. Alemania es el primer fabricante europeo de automóviles, muy por delante del segundo, España. El tropiezo de Volkswagen pone en riesgo su buen nombre y el futuro de miles de empleos en la matriz en y las empresas auxiliares. Tras la fuertes caídas en bolsa registradas esta semana por las empresas automovilísticas, es urgente que el sector entero se someta a una prueba de transparencia para recuperar la credibilidad de sus consumidores.

El escándalo de Volkswagen siembra nuevas dudas sobre la recuperación de la economía europea, lo que unido a los malos datos que sigue arrojando la economía china dibujan un panorama sombrío. Sólo Estados Unidos da alegrías. La revisión del PIB del segundo trimestre hasta el 3,9 por ciento, unido a las palabras de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, que despejaron el camino de la subida de tipos de interés para finales de año, transmitieron un mensaje de fortaleza de la economía americana, que ha permitido recuperar la tranquilidad.

La inquietud por los malos augurios económicos dejó en un segundo plano el resultado de los comicios catalanes, que se celebrarán el fin de semana. Mas no logró atraer la atención de los mercados. Salga el resultado que salga, nadie espera una brusca caída de la bolsa ni de la prima de riesgo.

Las graves consecuencias económicas, en términos de la caída del PIB del 20 por ciento, el incremento del desempleo, así como la imposibilidad para hacer frente a las pensiones y a los gastos de la Seguridad Social restan credibilidad a la propuesta de Mas y de sus acólitos.

La experiencia de Quebec, que hoy recoge elEconomista, muestra cómo se produjo una estampida de las empresas y los bancos canadienses ubicados en esta región secesionista en el momento en que se anunció la celebración de un referéndum, entre finales de los setenta y comienzo de los ochenta.

Hoy, varias décadas después, la renta per cápita de sus habitantes está 6.000 dólares por debajo de la del resto del país y su población envejecida obliga a continuos recortes del estado de bienestar. Una panorama muy alejado del paraíso que promete Mas a sus votantes para lograr la independencia.

El Gobierno de Rajoy comenzó a mover ficha. Desde Luis de Guindos a José Manuel García Margallo ofrecen ahora una negociación y una reforma de la financiación autonómica. Lo peor es que no se sabe si Guindos y Margallo estarán en sus respectivas carteras durante la próxima legislatura.

Alrededor de la mitad de los votantes se pronunciarán por una opción soberanista este fin de semana en Cataluña. No se puede seguir ignorando a una parte tan significativa de la población de manera indefinida, porque la ola independentista continuará entonces creciendo. Aunque sea tarde, el futuro Gobierno está todavía a tiempo de reparar algunos agravios y buscar una solución para evitar una consulta separatista como la de Quebec, que provoque la estampida de las inversiones de Cataluña y luego del resto de España.

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