Opinión

La inflación, la gran enemiga de Netflix

Primero fue la electricidad. Más tarde los combustibles. Y desde hace unos meses el Euribor. La escalada de precios en casi todos los ámbitos de la vida está forzando cada vez más a las familias a replantearse sus gastos mensuales, algo que tarde o temprano llegaría también al mundo digital.

Todo apunta a que el imparable crecimiento que los servicios digitales, en general, y de las plataformas de vídeo bajo demanda, en particular, han vivido estos últimos años puede estar llegando a su fin. La irrupción del coronavirus en nuestras vidas supuso un auténtico boom para este tipo de plataformas, que vieron como sus bases de clientes se multiplicaban en cuestión de pocos meses. Sin embargo, los elevados datos de inflación que golpean a la gran parte de economías desarrolladas están provocando que muchos consumidores decidan recortar su gasto en ocio o entretenimiento, algo que en la era digital en la que vivimos se traduce en unos datos récord de cancelaciones.

Según una reciente encuesta elaborada por la cadena norteamericana CNBC, un 35% de los estadounidenses ha cancelado, al menos, una de sus suscripciones en los últimos seis meses debido al impacto que la inflación está teniendo en sus gastos mensuales. Un fenómeno que, según la consultora Kantar, no se da solo al otro lado del Atlántico, puesto que en los primeros tres meses del año se cancelaron cerca de 1.5 millones de suscripciones a servicios de streaming en Reino Unido.

Por si fuera poco, la estrategia de subida de precios promovida por este tipo de plataformas no ayuda a que las cifras mejoren. Como ejemplo, el mes pasado, Netflix subió en España el precio de su plan "Premium" 2 euros más, hasta alcanzar los 17,99 euros al mes. Y en Estados Unidos ya ha avisado de que habrá más subidas en 2022 con el objetivo de, según la compañía, aumentar gradualmente el precio a la vez que lo hace la calidad del valor que ofrece.

Por otro lado, las compañías de contenido han comenzado ya a sondear otras fórmulas para obtener ingresos si finalmente, y como todo apunta, el número de suscriptores comienza a decaer. Entre otras acciones, valoran introducir anuncios dentro de las plataformas o comenzar a cobrar por compartir cuentas.

Con el imparable crecimiento de los servicios de suscripción en los últimos años, los consumidores han comenzado ahora a ser cada vez más restrictivos con este tipo de gastos, en lo que se ha acuñado como "fatiga de suscripciones". Este término se está comenzando a utilizar para referirse a la pérdida de interés por parte de los consumidores para suscribirse a una plataforma a medida que ya cuenta con otros similares. La facilidad con la que los usuarios pueden cancelar y retomar este tipo de servicios está provocando también que muchos de ellos tengan que decidir cuál dar de baja antes de contratar uno nuevo o incluso coordinar sus suscripciones solo en los meses en los que se estrenan sus series favoritas.

Tras los resultados publicados ayer por Netflix, en los que la compañía registró su primera pérdida de suscriptores en más de una década, las miradas se trasladan ahora al resto de compañías del sector. La dificultad para penetrar en nuevos hogares es cada vez mayor, tal como argumentan los datos internos de Netflix, que achacan su estancamiento a la aparición de nuevos competidores y al aumento de las cuentas compartidas, que suponen ya 100 de los 222 millones cuentas activas que tiene la compañía.

Además, el coste de adquisición para nuevos clientes en mercados maduros como el de Estados Unidos, en el que un 80% de los hogares cuenta con al menos una suscripción a alguna plataforma de contenido digital, sigue al alza y alcanza los 200$, según un estudio de Deloitte. Todo apunta a que esta tendencia se trasladará a otras regiones como Europa y el mercado se volverá cada vez más competitivo.

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