Opinión

La guerra rusa y los Pertes españoles

El pasado 24 de febrero el mundo se despertaba sobrecogido al ver que comenzaba la invasión rusa sobre Ucrania. La primera gran guerra en la Europa del siglo XXI nada tiene que ver en la forma -aunque sí en el fondo- con las guerras que hemos estudiado en los libros de Historia. El terror y la crueldad es la misma, pero aquí se unen lo armamentístico, lo nuclear y lo estratégico, porque entre los actores principales se encuentra la temida Rusia.

¿Por qué es tan temible Rusia para el resto del mundo? Más allá de su potencia nuclear, lo es por su energía: Rusia es uno de los principales productores de energía del mundo. El gas natural constituye su combustible más importante, seguido del petróleo y del carbón, tres fuentes de energía no renovables. En el caso de la Unión Europea, su papel es clave: suministra el 40% del gas que consume Europa y un 25% del petróleo. Por eso, en 15 días de conflicto bélico la luz, el gas y los carburantes se han puesto por las nubes. Y España ha decidido actuar.

El pasado 8 de marzo se aprobaba en Consejo de ministros el Proyecto Estratégico para la Recuperación y la Transformación Económica (PERTE) de Economía Circular, una medida que busca alargar, de acuerdo con la visión del gobierno, el ciclo vital de los bienes y productos y reducir la huella económica del modelo de consumo y de producción.

Sin embargo, y pese a lo que pueda parecer a primera vista, la clave de este PERTE se enmarca en la guerra en Ucrania y persigue que España, y por consiguiente Europa, incrementen su autonomía estratégica en sectores tan importantes como el textil o el de los plásticos, pero, por supuesto, también el de las energías.

Nuestro país tiene una posición geográfica clave en el mundo: es la puerta de entrada de Estados Unidos y, a la vez, el portón de distribución hacia el resto de Europa. Por eso, es fundamental que España aproveche esta crisis para incrementar su autonomía estratégica; es decir, reaccionar para que la dependencia europea de las reservas rusas sea mucho menor. Y en eso es en lo que quiere trabajar el Gobierno español.

Este nuevo PERTE se enmarca en la Estrategia de Economía Circular y movilizará 1.200 millones de euros hasta el año 2026, dinero destinado a transformar el modelo de consumo basado "en usar y tirar" a través de 490 millones de presupuesto público y otros 800 millones de euros que pueden llegar desde el sector privado. Todo ello para abarcar 18 instrumentos, que se distribuirían en dos líneas de acción: la primera, con actuaciones sobre los sectores textil, plástico y bienes de equipo para energías renovables; y la segunda, una actuación transversal para impulsar la economía circular en la empresa.

Con la idea de poner en marcha un proyecto para alcanzar una economía sostenible, competitiva, descarbonizada y eficiente en el uso de los recursos, España trabaja con datos: la economía circular tiene potencial para crear unos 700.000 nuevos puestos de trabajo en Europa de los que al menos un 10% podrían ser españoles.

¿Cuál será la forma de actuar? A falta de saber el "cómo", sabemos el "qué".

Desde la parte textil, incorporando materias primas con bajo impacto ambiental; invirtiendo en infraestructuras y tecnologías de reutilización y reciclaje; y mejorando la trazabilidad de productos y materiales. Desde el punto de vista del sector plástico, trabajando en el ecodiseño para fomentar el uso de plástico reciclado; impulsando los envases reutilizables; y potenciando el reciclado mecánico y químico. Y si hablamos de las energías renovables, impulsando aerogeneradores y paneles fotovoltaicos de nueva generación; desarrollando instalaciones para incrementar reutilización y reciclaje de productos; y fomentando las plantas de recuperación de materiales valiosos como litio o ion litio.

En toda esta crisis, España parte en una situación de cierta desventaja, ya que somos el país europeo con menor capacidad de producción de gas natural: lo que extrae del subsuelo apenas alcanza para cubrir el 0,4% de su consumo. Pero es curioso, porque por nuestra posición geográfica, somos vistos por Bruselas como el país clave para el suministro del resto de países de la Unión. De ahí la apuesta por este plan, con el que se impulsa el desarrollo de un nuevo marco de producción innovador, sostenible y competitivo.

En un entorno absolutamente revuelto por el ruido de las bombas, los países tratan de ganar posiciones alejándose -en público y privado- de Vladimir Putin. Es la guerra estratégica, el juego del Risk por el que se quiere dejar de depender de Rusia: España sabe que tiene un papel privilegiado y una posición clave y no quiere dejar pasar la oportunidad. Por eso, ha decidido marcar el paso y quiere convertirse en la palanca que ayude a una desconexión europea con Rusia en cuanto a las energías no renovables. Tenemos infraestructuras para recepcionar, almacenar, regasificar y transportar el gas; y podemos trabajar con nuestros socios europeos en desarrollar interconexiones entre la Península Ibérica y el resto de la Unión Europea.

De las crisis surgen oportunidades, como se suele decir, y es lo que ha pensado el Ejecutivo de Pedro Sánchez, que ha de valorar si toma definitivamente la iniciativa y busca aliados europeos. De momento, ya sabe nuestros planes la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de visita hace unos días en Madrid. Falta dar más pasos y la tarea no es fácil. Enfrente, la temida Rusia.

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