Opinión

La guerra militar y económica que hace daño a Europa (y España)

Un conflicto de graves consecuencias económicas para la UE

La invasión de Ucrania por parte de Rusia es una guerra del siglo XXI, pero con unos primeros compases en términos militares y económicos muy similares a cualquiera de las guerras del siglo XX en las que Rusia tenía como principal objetivo la extensión de su poder en áreas de influencia tradicional, planteando conflictos cruentos en los casos en que la población no fuera suficientemente proclive al dominio primero soviético y posteriormente puramente ruso.

Sin embargo, quien en este momento es el principal enemigo geopolítico de Occidente -Rusia- ha sido considerado durante años un país con el que más o menos se podía llegar a un cierto entendimiento, y al cual se confió el suministro de ciertas materias primas críticas y el acceso a unos determinados mercados clave para, especialmente, la Unión Europea. El concepto de "autonomía estratégica" que es fundamental en términos geopolíticos fue minusvalorado demasiado tiempo, vaciado de contenido y sustituido por otros objetivos que en teoría podrían parecer sinónimos pero que en el fondo no lo eran.

En este sentido, no hay más que ver la dinámica de las relaciones económicas entre Rusia y la Unión Europea, incluso tras la última imposición masiva de sanciones en 2014. A pesar de una teórica desconfianza y la abundancia de discursos recelosos de los posibles planes de Putin, la Unión Europea ha intensificado sus intercambios comerciales y de inversiones con Rusia. Tomando datos de antes de la pandemia para evitar las distorsiones provocadas por ésta, la UE-27 importaba 145.000 millones de euros de Rusia anuales, siendo su quinto socio comercial. En cambio, para Rusia la UE-27 era su principal contraparte con un fuerte peso de exportaciones (37,9% del total) que de importaciones (36,5%). Del volumen de exportaciones, el 70,6% son materias primas energéticas, el 4,5% materias primas agroalimentarias y el 4,1% metales básicos.

También se ha producido un importante incremento en el flujo de inversiones directas (adquisiciones de más de un 10% del capital social de una empresa), especialmente de empresas europeas en Rusia las cuales, para resistir a los continuos incumplimientos e ilegalidades de Rusia ante los tratados internacionales de comercio y las reglas de la OMC, tuvieron que deslocalizar sus producciones allí. Así, la UE-27 tiene colocado un stock de inversiones directas en Rusia por valor de 311.000 millones de euros, con algunos sectores particularmente destacados como los componentes de automóvil, la producción de fitosanitarios, entre otros.

Ampliar relaciones económicas tal como revelan estos números anteriores entre país no es ni bueno ni malo a priori. Sin embargo, el problema fundamental es que esto se ha traducido en una dependencia geoestratégica de la cual Bruselas no se ha preocupado ni lo más mínimo de coberturar ante posibles imprevistos en los años siguientes como ha terminado pasando con la invasión de Ucrania. A pesar de los efectivos y la tecnología instalada en Europa por la OTAN, los países directamente más expuestos a una Rusia problemática no se han blindado económica y militarmente lo suficiente ante este futurible que hoy es realidad.

A pesar del crecimiento de los presupuestos en Defensa de los últimos años, los últimos datos de la OTAN provisionales del cierre de 2021 evidencian que países altamente expuestos a Rusia como Italia o Alemania no alcanzan el objetivo del 2% del PIB en gasto militar ni el 20% del gasto militar en equipamientos. Sólo países como Francia o Reino Unido se han fortalecido más rápidamente no sólo en el aspecto militar sino también en lo económico y energético, entre otros aspectos.

Con estos mimbres, a nadie se le escapa que las consecuencias económicas van a transcender e impregnar tanto la economía europea como la economía internacional en algunos casos con influencia muy directa sobre los países que mantienen lazos más estrechos con la región, donde especialmente China ahora mismo tiene una oportunidad de envergadura para tejer una relación más estrecha con Rusia y, al mismo tiempo, construir un escenario propicio para atacar también por la vía de la Historia y el pasado algunos territorios delicados como es el caso de Taiwán.

En suma, el impacto económico veremos cómo se extienden en una Europa que, como dice Kissinger, al tener una política exterior verdaderamente no común, una aparatosa burocracia y la subordinación de sus políticas estratégicas a las políticas de los Estados miembros a la hora de negociar la relación de Ucrania con Europa, han contribuido a convertir una negociación en una crisis profunda de la cual será difícil salir a corto plazo.

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