Opinión

Las otras víctimas de la guerra del PP

Los momentos más difíciles de Pablo Casado al frente del PP

Te voy a cortar la cabeza. Ahora no es el momento, pero cuando llegue te la voy a cortar. Con estas o parecidas palabras cuentan destacados dirigentes del Partido Popular que Alberto Núñez Feijóo amenazo a Teodoro García Egea durante una reunión del Comité Ejecutivo Nacional, hace ya tiempo. Y ahora, el presidente gallego tiene ya el hacha en la mano, bien afilada y con la sentencia de muerte firmada por todos los barones del partido. El problema es que la ejecución política del valido, al que un Pablo Casado carente de autoridad y liderazgo entregó todo el poder sobre el partido, no resuelve el grave deterioro de la imagen, la fuerte división interna y las sospechas sobre la limpieza de sus dirigentes. Como tampoco lo resuelve la foto de un hipotético abrazo de Vergara entre Casado y Ayuso.

Un crisis de partido cuyas consecuencias políticas tienen una gravedad similar en sus derivaciones económicas. Casado no sólo amenaza la supervivencia del PP, sino que ha puesto en grave riesgo las expectativas de recuperación de la economía y el empleo al poner en peligro continuidad del oasis de libertad política, económica y educativa de Madrid, con la consiguiente amenaza sobre la fiscalidad, el empleo y las nuevas inversiones. Recordar que Madrid aporta el 77 % de las inversiones extranjeras en España, que en 2021 ha liderado la creación de empresas en España por quinto año consecutivo y es también récord de empleo creando seis de cada diez nuevos puestos de trabajo generados en nuestro país durante el último ejercicio.

Lo que han hecho Casado y García Egea cayendo en la trampa de Moncloa y dando munición a las izquierdas contra Madrid y dedicándose a fiscalizar a uno de sus principales ejecutivos en lugar de fiscalizar al Gobierno como debería ser su obligación, en el Ejército o en una empresa se consideraría alta traición.

La manifestación popular de este domingo frente a la sede nacional de Génova, los editoriales y tribunas de los medios de comunicación más próximos ideológicamente a lo que representa el Partido Popular y las declaraciones de los barones regionales y los pesos pesados del partido demuestran que la credibilidad del tándem Casado-Egea ha quedado al nivel, o incluso por debajo de la Pedro Sánchez en España y en Europa y están incapacitados para liderar una alternativa de Gobierno. ¿Quién va a tomarse en serio en Europa las denuncias sobre la arbitrariedad en el reparto de los fondos para la recuperación o sobre las violaciones del Estado de Derecho, por ejemplo?

Los expertos en demoscopia estiman que sólo en esta semana el PP ha perdido más de medio millón de votantes y sigue la sangría, mientras que las encuestas publicadas confirman que "Vox da el sorpasso a un PP en caída libre "como destaca el sondeo de Electomanía que deja a los populares de Casado con sólo 77 escaños en la Cámara de Diputados frente a los 83 del partido de Santiago Abascal y los 99 del PSOE. Mientras que Sigma Dos confirma que el PP "cede el liderazgo al PSOE tras perder 4,2 puntos y 19 escaños el día del estallido de la guerra contra Ayuso". Un tercio de sus votantes se ha ido con Abascal y otro 25% se lo está pensando

Son hechos y expectativas que confirman que el PP necesita ya un cambio radical de personas y estrategias porque España necesita una oposición fuerte con opciones de gobierno para recuperar la estabilidad democrática, la economía, el prestigio internacional y la confianza de nuestros socios y aliados para recomponer los desastres del sanchismo y Casado ha quedado desacreditado para presidir el Gobierno que necesita un país con graves problemas de inflación, deuda, paro, deterioro de las instituciones, desprestigiado internacionalmente y que ha sido expulsado del club de los de países con democracia plena.

Si tuviera un mínimo de sentido del Estado y de compromiso con España ya habrían dimitido. Y por idénticos principios Alberto Núñez Feijóo, la única figura con la autoridad y el prestigio suficiente dentro del partido, está obligado a dar el paso que debería haber dado hace ya tiempo. Sería políticamente imperdonable y moralmente reprobable que ahora no lo hiciera.

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