
La llegada de la pandemia, hace ya prácticamente dos años, ha puesto de manifiesto el anquilosamiento, caducidad y la necesidad de transformar nuestra economía. El actual traje no da para más, se deshilacha por todas las costuras.
La pronunciadísima caída de la actividad en el 2020 y la rácana recuperación en el año que abandonamos lo atestiguan. España está entre los países con mayor paro de la Unión Europea, en algunas partidas como el empleo juvenil a la cabeza. Nuestra dependencia energética es alarmante como pone de manifiesto los precios de la luz. Nuestra importancia como país se diluye en el campo económico, político y estratégico.
Por supuesto nuestra clase política lo achacará a la llegada del virus, sin embargo no es cierto: desde hace tiempo nuestra estructura económica viene deteriorándose de forma clara. La razón radica en la falta de reformas de calado o en reformas incompletas que no han solucionado los problemas.
El primer aspecto a reformar es nuestro lastimoso mercado laboral. Como he comentado registramos unas tasas de paro escandalosa e impropia de la cuarta economía del área euro. La actual reforma, vendida a bombo y platillo por la ministra Yolanda Díaz, no soluciona la transitoriedad ni la precariedad de nuestro mercado laboral. Para ello es necesario una reforma donde se ataquen los males endémicos de este país, donde se imponga ya un modelo de mochila austriaca, donde los servicios de empleo público contribuyan a la empleabilidad y la consecución de trabajo de nuestros parados, así como la de los jóvenes que se incorporan a trabajar. Qué decir de la vergüenza que supone ver y observar lo que ocurre con las personas mayores de cincuenta años que se quedan sin empleo, muchos condenados a ser parados de larga duración.
En buena parte el motivo de las tasas de desempleo se basa, al menos, en dos aspectos: formación y estructura económica. La formación tanto de los jóvenes, como de los trabajadores en activos es muchas veces ineficaz, no está orientada a conseguir las capacidades y conocimientos que hoy se necesitan y que se demandan en una sociedad donde la tecnología es totalmente disruptiva.
No debemos olvidar nuestra estructura económica, España es un país de una dependencia tremenda de puestos de trabajo de muy bajo valor añadido, hostelería y la construcción a la cabeza. Naturalmente que no hay que suprimir esos trabajos pues emplean a muchas personas y familias, lo que hay que hacer es potenciar el valor añadido de los mismos. También, como no, fomentar y apoyar el desarrollo de otros sectores productivos, los cuales tienen mucho más valor añadido que los dos citados anteriormente. España por sus características debería ser un centro que atrajera talento de otros países en campos como la tecnología para ello hay que crear un marco agradable y no el infierno fiscal y regulatorio que tenemos. No pueden enfrentarse, ni entenderán, a un mercado nacional fragmentado por legislaciones autonómicas, algunas de las cuales son un freno a la llegada de empresas y personas altamente cualificadas y punteras en sus sectores.
España tiene un puesto preponderante en muchos sectores, desde el agroalimentario al de montaje de vehículos. Centrémonos en este último, la automoción, más en un momento de fuertes cambios. ¿Desde dónde se está apoyando la transformación, el traer inversiones, proyectos y generar infraestructura para que sigamos siendo un país con una industria en un sector estratégico para dar trabajo de calidad y estable? ¿Cómo se está o se quiere atraer inversiones para montar coches eléctricos, híbridos u otro tipo de modelo? Es ahí donde hay que hacer los esfuerzos, potenciar el famoso I+D, pues desde mi punto de vista –no único- los esfuerzos son bastante deficientes.
Ahora que se habla tanto de microchips, de desandar parte de la globalización, ¿qué se está haciendo para que España se convierta en uno de los graneros de estos importantísimos componentes?. Automoción o microchips, entre otras industrias, son por las que hay que apostarlo todo, el esfuerzo y dedicación a la consecución del establecimiento de industrias de este tipo en el país es fundamental.
Luego está la reforma de nuestras cuentas públicas, con las pensiones a la cabeza. España necesita un acuerdo no partidista, no político, sino de enorme estudio y diseño técnico para equilibrar el endémico déficit público. Nuestro país ya no aguanta más déficit, la actual prima de riesgo es una entelequia, alcanza niveles tan bajos por las compras masivas del Banco Central Europeo. ¿Qué situación, qué planes, qué programa hay de reducción del déficit público y el saneamiento, reducción de deuda pública, de nuestra economía? De esto se oye muy poco, se nos habla tan solo de mayor gasto y contención futura. ¿Dónde están los planes de contención para el futuro?
Podría seguir con muchos aspectos más, el espacio ya no da para más, he dejado un último punto para el final: el envejecimiento de la población. Es este un problema cada vez más acuciante para las sociedades desarrolladas, en nuestro caso aún mayor. La anterior afirmación se base en que nuestro país, conforme a la OCDE y otros organismos, es el que más rápido envejece en estos momentos del mundo.
Como decía, el traje económico se deshilacha por todos los sitios, los retos son importantes y las reformas no es que sean necesarias sino imprescindibles.