La semana pasada se celebró el Día mundial de la Prevención del Suicidio (más de 700.000 a nivel mundial en 2019).
En España fueron 3.671 en ese año 2019, de los cuales 2.771 fueron varones y 900 mujeres. Es decir, que de cada 10 suicidas 7,5 fueron varones, y por edades 175 menores de 25 años. Una realidad que en palabras del psicólogo Luis F. López Martínez, "se vive silenciosamente en una intimidad que pide a gritos ayuda. Una ayuda, una acción que necesita de medios humanos, materiales y económicos que generen esperanza y líneas de trabajo preventivo desde lo sanitario, lo social, lo tecnológico… Que prevengan las 10 muertes diarias por suicidio en España".
El suicidio en España durante 2019 creció un 3,7% con respecto a 2018, siendo la principal causa de muerte no natural en la población adulta y recientemente se ha convertido también en la principal causa de fallecimiento entre los jóvenes.
Todas estas desgracias son ignoradas por los medios de comunicación. El citado López Martínez sostiene que es necesario romper el silencio y normalizar la muerte. "Hablar del suicidio y aprender a acompañar el dolor son las asignaturas pendientes de una sociedad que ha temido sacar a la luz un fenómeno que ha convivido silenciosamente oculto en todas las sociedades; oculto, aunque muy presente y temido, pero siempre silenciado".
Por su parte y a propósito de este silencio impuesto, la ministra de Sanidad, Carolina Darías, ha dicho que "la pandemia ha exacerbado un problema, el del suicidio, ya existente. Pero estamos siendo capaces de romper el tabú y hablar de ello. Hemos de agitar consciencias".
Según el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, Víctor Pérez Solá, los suicidios son evitables, pero si no se cuentan, si no se habla de ellos, parecen no existir.
Detrás de esta ocultación está otra, la de no admitir la enfermedad mental como una enfermedad más. Dolors López, madre de una suicida, asegura que el suicidio es "un tabú, un estigma que cae sobre quien se ha marchado, pero también sobre sus vínculos cercanos. Yo he de vivir con el estigma de ser una madre cuya hija se ha suicidado".
Y yo me pregunto: ¿por qué estas desgracias son ignoradas sistemáticamente por todos los medios de comunicación? Se ha dicho que su visibilidad incita al suicidio, pero yo me pregunto si no ocurrirá lo mismo con sus super visibles asesinatos de mujeres a manos de sus parejas varones. Que no se hable de algo conduce a la ignorancia social de ese hecho, pero no por ello deja de existir. En este caso estamos ante una grave causa de muerte que se oculta y con ello se hace invisible, y esa invisibilidad lleva a que los poderes públicos lo ignoren.
Javier Álvarez Solís, director del documental La palabra maldita, propuso a colegios e instituciones organizar charlas con adolescentes sobre el suicidio, ha llegado a la conclusión de que tras el tabú hay mucho miedo: "Nos da terror hablar de estos temas; el trastorno mental nos aterra". Es posible que tenga razón Javier Álvarez Solís.
Mas, sea como sea, es preciso acabar con este tabú, y para empezar, los medios han de hacer visible este gravísimo problema que ahora nos ocultan.