
Desde que en la década de los 90 se lanzó el Dow Jones Sustainability Index, el primer índice global que introducía criterios de sostenibilidad, el valor de los ESG no ha dejado de crecer, hasta convertirse en uno de los principales condicionantes para determinar el valor de una empresa. No en vano, el año pasado se estrenaron más de 500 fondos de inversión en Europa de acuerdo con los criterios ambientales, sociales y de buen gobierno. La pandemia de la COVID-19 ha reforzado la necesidad de reorientar los flujos de capital hacia proyectos sostenibles con el fin de hacer que nuestras economías, negocios y sociedades sean más resilientes frente a los impactos y riesgos climáticos y ambientales.
Esta tendencia tiene claros beneficios para la salud y el bienestar de todos, pero supone un reto para las empresas puesto que los riesgos climáticos, sociales y de buen gobierno también pueden derivar en riesgos económicos y reputacionales. A este contexto tenemos que sumar además la avalancha regulatoria europea en materia de sostenibilidad, que provocará un cambio sistémico en la manera de gestionar nuestras empresas. Desde la Ley Europea por el Clima hasta los Fondos de Recuperación Next Generation, prácticamente todas las políticas europeas tienen una implicación medioambiental.
La Unión Europea está muy centrada en aumentar la inversión sostenible, implementar el Pacto Verde Europeo y conseguir una mayor integración entre la acción climática, la salud y el bienestar. Por otra parte, la taxonomía de la UE es un habilitador importante que proporciona definiciones adecuadas a las empresas, los inversores y los responsables políticos sobre las actividades económicas que pueden considerarse ambientalmente sostenibles.
Se espera que este marco ayude a las empresas a planificar la transición y, finalmente, traslade las inversiones donde más se necesitan. Pero ¿cómo afecta este contexto a la estrategia empresarial? ¿Cómo podemos, desde las compañías, trasladarlo a una mayor creación de valor para nuestro negocio?
Los criterios ESG se están convirtiendo en una hoja de ruta con la que avanzar en la transición hacia un sistema económico y financiero sostenible, que se alinea con los objetivos de recuperación postpandemia. Más allá de las demandas de los inversores y de su importancia en materia de regulación, han de ser una manera de entender y "practicar" el negocio para dar respuesta a los distintos grupos de interés. Es el momento de revisar nuestra cadena de valor e identificar los procesos más sensibles.
Llevar a cabo este diagnóstico de vulnerabilidad nos permite tener capacidad de reacción ante situaciones de crisis, como la que hemos vivido, y adaptar mejor nuestras operaciones. De igual forma que hemos trabajado para fortalecer la transformación digital del negocio y la relación con clientes y proveedores, con el fin de mejorar y agilizar los procesos, debemos avanzar en la reducción de la huella medioambiental con estrategias sostenibles y circulares. Ambas cuestiones se han convertido en una ventaja competitiva que generen valor e impulsen el cambio que nos permita construir mejores capacidades para el futuro.
Una de las principales misiones de los equipos directivos es la de adaptar el modelo de negocio para avanzar en una economía más limpia, verde, libre de emisiones y centrada en el bienestar de las personas. La inclusión de los criterios ESG en la estrategia de la empresa y la caída en cascada al resto de puestos de responsabilidad, y hasta el total de los empleados, genera visibilidad y ayuda a la interiorización de los valores de la compañía.
Incorporar aspectos medioambientales y sociales a la gestión corporativa, y en toda la cadena de valor, nos permite no sólo obtener mejoras indirectas en la comunidad que nos rodea, sino ganar en reputación y valor como compañía. El equipo directivo tiene un rol fundamental a la hora de promover estrategias de sostenibilidad que den respuesta a las necesidades y exigencias del sector, especialmente ahora en un entorno económico de incertidumbre. Además, muchas grandes multinacionales están ya vinculando la retribución variable de los ejecutivos a la consecución de los objetivos ligados a los ESG.
Vivimos en un momento de cambio sistemático, en la manera de gestionar las compañías. Es por ello por lo que debemos ser capaces de adaptarnos para lograr un verdadero impacto positivo en nuestro entorno y en nuestro valor como empresa.