
En el mundo hay alimentos más que suficientes para alimentar a los 7.800 millones de habitantes que conformamos la población mundial. Sin embargo, a fecha de hoy, más de 820 millones de personas pasan hambre y aproximadamente 144 millones de niños menores de 5 años tienen retrasos del crecimiento, es decir más de 1 de cada 5 niños en todo el mundo.
La pandemia por COVID 19, por su parte, está empeorando aún más las cosas. Este año, es posible que unos 49 millones de personas más caigan en la pobreza extrema debido a la crisis sanitaria, dejando a los más débiles en el peor escenario. Asimismo, la desnutrición crónica podría incrementarse hasta en 132 millones más de personas. Estamos ante una emergencia alimentaria mundial inminente que podría tener repercusiones a largo plazo para cientos de millones de niños y de adultos.
El acceso a dietas saludables es un derecho humano. Pero, ¿cómo podemos garantizarlo? ¿De qué depende su coste? Necesitamos transformar los sistemas agroalimentarios para alimentar a todos y a la vez proteger nuestro planeta.
Existen distintas áreas en las que los gobiernos deben trabajar para llevar a cabo esta transformación: hay que mejorar la disponibilidad de datos e información en tiempo real, invertir más en innovación, tecnología y en los complementos, como en una buena gobernanza, instituciones fuertes y capital humano, que permitan que la información, la tecnología no sean excluyentes. Por ejemplo, aplicar las tecnologías digitales o potenciar la acuicultura de forma sostenible -como fuente alimentaria de alto valor nutricional- generarían importantes beneficios, así como reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos o mejorar las infraestructuras de transporte como de cadenas de valor.
La digitalización permite hoy día a los agricultores vender sus productos con costes de transacción mínimos, abordando así los fallos del mercado y reduciendo las asimetrías de información en los precios y estándares requeridos por el mercado. En África, con una inversión de 139.000 millones de dólares se podría brindar el acceso a la digitalización a toda la población y 2,1 billones de dólares podrían poner a todo el mundo en línea. Esto se debe poner en contexto con los gastos en recuperación implementados por los países desarrollados.
El pescado es una excelente fuente de alimento para abordar las deficiencias de micronutrientes y la acuicultura es el sector de producción de alimentos de más rápida expansión. También es un sector muy eficiente: con 1 kg de alimento, se obtiene 1 kg de pescado, mientras que el mismo recurso devolvería solo 150 g de carne de vacuno o 280 g de cerdo.
Reduciendo la pérdida y el desperdicio de alimentos podemos proporcionar más alimentos y de mejor calidad a más personas en el planeta, haciendo al mismo tiempo que aumenten los ingresos de los agricultores. También se contribuiría a alcanzar los objetivos del acuerdo de París en materia de cambio climático, gracias al ahorro energético y a los recursos que no se verían desperdiciados a lo largo de toda la cadena, desde el productor hasta el consumidor.
Otro componente importante de esta transformación será la calidad y eficiencia de la red de carreteras y transporte, que resulta esencial para trasladar la producción de la explotación a los mercados a un costo razonable y sin pérdidas de alimentos.
Pero no existe una única receta para todos; cada país y región tendrá que aplicar su fórmula específica, en función de sus recursos locales, ventajas competitivas y obstáculos y barreras presentes.
Estamos ante una gran oportunidad de desarrollar un mundo más resiliente, caracterizado por sistemas alimentarios más eficientes, saludables, sostenibles e inclusivos y esto será el objetivo de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios el próximo mes de septiembre que quiere sensibilizar a la opinión pública mundial y facilitar compromisos y medidas mundiales para erradicar el hambre, reducir la incidencia de las enfermedades relacionadas con la alimentación y curar al planeta.
Los alimentos son una fuerza vital para las familias, culturas y comunidades de todo el mundo. Sin embargo, el modo en que se producen, elaboran, distribuyen, consumen y desperdician los alimentos ha sufrido profundos cambios en las últimas décadas que hacen peligrar crecientemente la sostenibilidad, la equidad y la seguridad de la alimentación en el futuro.
Por ello, los sistemas agroalimentarios ya están en un proceso de cambio irreversible, que deberá seguir evolucionando a través de innovación y digitalización, una mayor productividad agrícola y un sistema agroalimentario sostenible que garantice dietas seguras y saludables.