Opinión

La escasez hídrica amenaza la seguridad alimentaria

El cambio climático ahonda en los problemas de escasez de agua que ya existen

El estrés hídrico amenaza la seguridad alimentaria y la nutrición. Por consiguiente, se hace necesario actuar con urgencia a fin de lograr un uso más sostenible y equitativo del agua. Estas son las conclusiones del informe sobre el "Estado mundial de la agricultura y la alimentación", presentado la semana pasada por la FAO.

La producción agrícola de regadío sigue siendo el principal usuario de agua dulce. Al mismo tiempo, la agricultura de secano se enfrenta a la creciente variabilidad de las precipitaciones como consecuencia del cambio climático. Estas tendencias exacerbarán las disputas entre usuarios del agua y la desigualdad en el acceso a los recursos hídricos, especialmente para los pequeños agricultores, la población rural pobre y otras poblaciones vulnerables.

El cambio climático ejercerá una presión adicional sobre los sistemas de producción agraria

El crecimiento de la población, la creciente urbanización y el desarrollo socioeconómico son las causas principales de la escasez de agua (el desequilibrio entre la oferta y la demanda de agua dulce), que, junto con los problemas de calidad del agua amenaza cada vez más la seguridad alimentaria y la nutrición a través de sus impactos desde la producción agroalimentaria, pasando por el procesamiento de alimentos hasta los hogares y los consumidores.

Al mismo tiempo, se espera que los impactos del cambio climático exacerben la escasez de agua y afecten negativamente a la producción agraria, especialmente en las regiones tropicales y del hemisferio Sur. El cambio climático también afecta a los ecosistemas de agua dulce, los peces y otras especies acuícolas de notabilísima y creciente importancia en la nutrición humana, que tienen una baja capacidad de adaptación y son sensibles a las perturbaciones y la variabilidad relacionadas con el clima.

Aunque existe incertidumbre en cuanto a su ubicación y magnitud, el cambio climático ejercerá una presión adicional sobre los sistemas de producción agraria que buscan satisfacer las necesidades alimentarias de una población en crecimiento. Esto puede poner en peligro la seguridad alimentaria y la nutrición de las poblaciones tanto rurales como urbanas; con el agravante añadido de que es probable que los pobres de las zonas rurales, que son los más vulnerables, se vean afectados de manera más que proporcional.

Los efectos del Covid-19 en la industria agroalimentaria han empujado a la mejora y la automatización de sus procesos, para garantizar el acceso a los alimentos, pero los desafíos que conlleva la escasez de agua afectan no solo al logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) nº 2 de la Agenda 2030, "Hambre Cero", sino también al cumplimiento de la mayoría de los ODS.

La cantidad anual de agua dulce disponible por persona ha disminuido en más del 20% en las últimas dos décadas. Este es un problema particularmente grave en el norte de África y Asia occidental, donde el agua dulce per cápita ha disminuido en más del 30% y donde el volumen medio anual de agua por persona apenas alcanza los 1000 m3, que se considera convencionalmente el umbral de escasez grave de agua.

En la medida en la que aumentan los ingresos, la urbanización y los estándares de vida, de hecho la dietas se hacen más saludables, pero también más intensivas en tierra y agua, en particular mediante el consumo de más carne y productos lácteos. Estos productos pueden tener huellas hídricas muy diferentes dependiendo de cómo sean producidos. Un reciente estudio en Brasil, China e India ha mostrado una transición en las dietas hacia más productos de origen animal y cereales y, en consecuencia, un aumento en el consumo diario de agua de más de 1000 litros por persona.

La colaboración de las instituciones es clave para mejorar en la gobernanza del agua

Los últimos cálculos de FAO indican que 3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas con escasez de agua. Si no se revierte rápidamente la tendencia, poblaciones enteras se verán obligadas a migrar, con los desequilibrios económicos y sociales entre regiones y países que eso genera. Además, la emigración masculina puede aumentar la carga doméstica de las mujeres, trasladando ulteriores responsabilidades relativas al hogar y a su economía a las mujeres.

Por lo tanto, es fundamental trabajar en mejorar la gobernanza del agua mediante una colaboración entre todas las partes e instituciones interesadas, basada en una mejor comprensión de la cantidad de agua que hay, cómo se utiliza y si los patrones actuales son sostenibles. El estudio sistemático del estado actual y de las tendencias en el suministro, de la demanda, y de la accesibilidad y el uso del agua, será clave para lograrlo.

Finalmente, se constatan diferencias importantes entre los países y una considerable variación dentro de ellos. Los Estados tendrán que determinar políticas e intervenciones apropiadas, las cuales dependerán de la magnitud del problema, pero también del tipo de sistema de producción agrícola, el nivel de desarrollo del país y sus estructuras políticas, con el fin de superar las limitaciones de la disponibilidad de agua en la agricultura y garantizar, al mismo tiempo, el acceso eficiente, sostenible y equitativo al recurso.

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