
Vivimos en un mundo veloz donde ya no es el pez grande el que se come al pequeño, sino el pez más rápido que se come al lento. La rapidez y eficiencia en los ciclos de producción de canales digitales resultan clave para la industria financiera ya que los usuarios demandan nuevas soluciones adecuadas a sus necesidades y la respuesta, para fidelizarlos, debe ser instantánea.
El sector financiero español se ha caracterizado siempre, en su conjunto, por su capacidad para la rápida integración de los avances tecnológicos que estaban disponibles en cada momento. De hecho, el estudio Digital Banking Maturity 2020, el mayor estudio global de canales digitales de Banca Retail, sitúa a la banca española en la segunda posición mundial en transformación digital. Sin embargo, el reto, ante la crisis del COVID-19, seguirá siendo la capacidad de adaptarse a un entorno muy cambiante donde los usuarios exigen una respuesta rápida y eficiente ante las nuevas tecnologías.
En 2023 más de la mitad de la economía global será digital, por lo que se acelerarán las inversiones en nuevos modelos operativos para lograr hipervelocidad, hiperescala e hiperconexión, según predijo al final de 2019 la consultora IDC.
La hipervelocidad se refiere a la capacidad de crear y mejorar servicios y experiencias digitales a un ritmo súper acelerado. IDC concluye que en los próximos cuatro años se generarán tantas aplicaciones como en los últimos 40, y que estas se desplegarán en billones de dispositivos de borde (Edge). Las fuentes de datos podrán ser computacionales, como sensores, vehículos o aparatos inteligentes, y en un entorno IoT, también lavadoras, alarmas de incendios, bombillas o termostatos.
En este punto es donde las plataformas low-code tienen mucho para aportar ya que permiten crear aplicaciones y soluciones en tiempo récord, a través un modelo visual e intuitivo, y sin escribir una sola línea de código. Entre sus principales beneficios se encuentra la posibilidad de extender y mejorar el ciclo de vida de las aplicaciones. Por ejemplo, las experiencias en aplicaciones ya existentes pueden ser reemplazadas rápidamente por una nueva interfaz de usuario, mejorando los aspectos de seguridad o rediseñando el look and feel de una solución, ayudándola a adaptarse a los nuevos tiempos y necesidades del público.
Las plataformas low-code tienen ambientes de construcción visualmente simples, con un enfoque de drag and drop, que facilitan que un solo proceso de diseño funcione para varios canales, lo que elimina fricción en la creación de UX y UI. Además, ayudan a integrar las áreas tecnológicas y de negocio de las instituciones financieras, que pueden colaborar al unísono en proyectos verticales y ágiles.
Otro uso muy potente de utilizar plataformas low-code en la banca es para integrar tecnologías que ya poseían las entidades con nuevas soluciones.
A corto plazo las nuevas aplicaciones serán nativas en la nube. No obstante, todavía hay entidades que en términos informáticos deben cargar con múltiples capas de datos asentadas en sistemas heredados ("Legacy"), que no necesariamente pueden -o deben- ser migradas rápidamente a arquitecturas verticales. También hay instituciones de tamaño mediano o pequeño que carecen de capacidad operativa y financiera para emprender desarrollos propios desde cero que les permitan modernizar sus aplicaciones.
En estos casos un front-end ágil, dinámico y moderno creado con low-code puede ser de gran utilidad, aunque detrás haya una tecnología más antigua o sencilla. Estas plataformas permiten a las organizaciones ofrecer una mejora e imagen más innovadora a sus clientes, mientras se toman el tiempo necesario para embarcarse en cambios tecnológicos más profundos.
Los bancos tienen muy presente que tienen que migrar a arquitecturas más ágiles, con microservicios y tecnologías nativas en la nube que les permitan escalar horizontal y verticalmente y moverse paulatinamente al mundo de las APIs y del Open Banking, el cual representa el futuro del negocio.
La pandemia ha sido un gran impulsor de la digitalización de la banca. La nueva normalidad implica banca digital. Si hay algo que aprendió la industria financiera en estos últimos meses es que, si los canales digitales no están listos para funcionar, el negocio pierde competitividad. Quedó claro que, para afrontar la "nueva normalidad", lo virtual seguirá creciendo sobre lo físico. El panorama sanitario todavía es incierto, lo que hace mucho más prioritario mover los esfuerzos e inversiones hacia soluciones de transformación digital de manera rápida, eficiente y con el cliente en el centro de las estrategias.