
La capacidad de influir sobre las grandes empresas siempre es una tentación prohibida para cualquier Gobierno. Aznar y Rato liberalizaron la economía y privatizaron los monopolios del antiguo Instituto Nacional de Industria (INI) en la década de los noventa. Para ello, nombraron presidentes a dedo al frente de esas grandes corporaciones. Juan Villalonga, en Telefónica; Francisco González en Argentaria; César Alierta en Tabacalera; Alfonso Cortina en Repsol, Miguel Blesa en Caja Madrid ó Javier Monzón en Indra figuran entre los nombres más destacados. Nació así el capitalismo de amiguetes. Villalonga, González, Monzón ó Blesa eran amigos de Aznar, y Alierta ó Cortina lo eran de Rato.
En la etapa de Zapatero lo más destacado fue el intento ya comentado del ex ministro Miguel Sebastián aliado al ex presidente de Sacyr, Luis del Rivero, de derribar a Francisco González de la presidencia del BBVA.
Rajoy intento dar un impulso privatizador, que pronto quedó en aguas de borrajas. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunció la privatización de Loterías, pero luego echó atrás, y la de Fomento, Ana Pastor, jamás llegó a completar la venta de una participación mayoritaria en Aena, la empresa pública de aeropuertos. Hubo otros proyectos como los de Correos ó el de Cesce, el consorcio de seguros a la exportación, que también quedaron en el tintero.
El apego a lo público de los gobierno del PP ó del PSOE es enorme. Indra había sido privatizada en 1998 y en 2013 tuvo que ser rescatada por el Estado. Otro amiguete de Rato, Ramón Aguirre, desde la presidencia de la SEPI compró el 20 por ciento de Caja Madrid en Indra para evitar que cayera en manos de la francesa Thales.
Aguirre respetó en principio la presidencia ejercida por Monzón, pero dos años después, en 2015 lo sustituyó por Fernando Abril-Martorell, procedente de Telefónica y luego de Prisa, después de haber fracasado en su gestión.
Aguirre lo eligió pensando en que iba a ser un presidente de transición hasta que recuperara el valor de adquisición, que la pondría de nuevo a la venta. Pero como eso nunca ocurrió, con excepción de una breve etapa posterior a su compra, acabó quedándose con el puesto, como los otros presidentes del IBEX amiguetes de Rato.
Sin un presidente profesional, Indrá acabará quebrada y vendida al mejor postor por partes
Abril-Martorell hizo todo los que pudo por devolverle su antiguo esplendor. Pero no lo consiguió. Su currículum es el de un buen financiero, no el de un tecnólogo. Quizá por eso César Alierta lo descartó como sucesor.
Aguirre pagó diez euros por cada uno de sus títulos, que casi una década después cotizan un treinta por ciento más baratos, cuando en su sector las tecnológicas han multiplicado varias veces su valor en bolsa. ¿Qué queda de la Indra llamada a liderar la carrera tecnológica? Básicamente, nada.
Que las cosas no iban como deseaba lo demuestra que la empresa planteó un ERE para 1.836 personas, la mayoría en su división de tecnología de la información, especializada en productos de gama baja y con escasa rentabilidad.
La trifulca se agravó cuando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, emprendió una cruzada contra los despidos, que quedaron reducidos a la mitad. El gestor que había logrado pasar inadvertido para los sucesivos gobiernos en los últimos cinco años, quedó así marcado.
Sánchez no acepta un no por respuesta, así que vio el cielo abierto para empezar a ejecutar el plan de Iván Redondo de incrementar la influencia en las empresas privatizadas. Y qué mejor idea que colocar a un hombre de confianza al frente de una de ellas: Marc Murtra, un político próximo al PSC y a su ex secretario general Miquel Iceta, cuya experiencia en el mundo tecnológico se limita a la dirección de Red.es durante la etapa de Zapatero.
Redondo quiere poner consejeras en el IBEX tras echar al Fiscal contra Fainé, Brufau y Galán
Sólo la filtración de su llegada provocó un terremoto en la cotización bursátil, que segó sólo en tres días alrededor del 13 por ciento de su valor debido a la salida de los inversores institucionales. El último accionista de referencia que queda, aparte del Estado, la Corporación Alba, propiedad de la familia March, también se cuestiona el mantenimiento de su inversión a futuro. El propio Abril-Martorell perdió más de medio millón de euros en la tormenta bursátil.
El mercado es insobornable. Colocar a un político al frente de una tecnológica es como poner a un mono de conductor de un autobús urbano. Además de que cuenta con otros dos ex socialistas, Antonio Cuevas y Miguel Sebastián, elegidos por su ideología.
Murtra fue nombrado el jueves sin poderes ejecutivos para calmar al mercado. El remedio es peor que la enfermedad, porque el mando ejecutivo recaerá en dos consejeros delegados, los antiguos directores al frente de la división de Transporte y Defensa, Ignacio Mataix, y de Minsait, Cristina Ruiz, que en los últimos años ya mostraron su falta de liderazgo para devolver el antiguo brillo a Indra.
Ya se sabe que casa con dos puertas es difícil de guardar. La primera duda que surge es cómo será la coordinación y las relaciones personales de los nuevos Ceos en ausencia de Abril-Martorell. Y si eso no dificultará la gestión de la sociedad, en lugar de ayudarla. No existe precedente y los que existen sobre cogobernanza son muy negativos, como el de González e Ybarra en BBVA ó Botín y Amusátegui en el antiguo Santander Central Hispano.
La sociedad ratificó a priori el plan estratégico del cesado presidente, aunque Indra sigue careciendo de una hoja de ruta. Nadie sabe aclarar si su futuro pasa por convertirse en un consorcio de Defensa, como sugiere el comunicado oficial, que destaca el nombramiento de un presidente dotado de buena interlocución con el Gobierno para lograr fondos europeos y contratos públicos.
El Gobierno quiere que Indra tome un porcentaje de ITP, la empresa aeronáutica vasca en manos de la británica Rolls Royce, a fin de configurar un consorcio español que se quede con la sociedad de origen euskaldún. Indra, como coordinadora del programa FCAS, para la construcción del futuro avión de combate europeo, es un candidato idóneo. Sin embargo, cómo se ha visto por los ERE, el horno no está para esos bollos.
Mucho me temo que se convertirá en una empresa cazasubvenciones, que acabe desguazada y vendida por partes. Su carrera tecnológica es de corto recorrido. La parte de Tecnologías de la Información apenas aportan el 1 por ciento del resultado de explotación.
El Gobierno debe buscar urgentemente un presidente con conocimientos profundos del sector y capaz de gestionar los recursos humanos, el área comercial y el lanzamiento de nuevos productos para competir en un mundo globalizado.
En el mercado hay perfiles como el ex directivo de Airbus, Carlos Suárez, o el de la misma ITP, Ricardo Martí Fluxá, que estarían dispuestos a asumir el reto, en lugar de un político, que la acabe despiezando.
La incursión en Indra forma parte de un plan más ambicioso pilotado desde la oficina de presidencia del Gobierno, dirigido a colocar consejeras en las empresas privatizadas. Iván Redondo ha puesto ya en marcha un plan de selección de currículos al estilo de la ex ministra Cristina Garmendia, presente en varios consejos de administración, aprovechando que las sociedades renovarán sus órganos de gobierno en busca de la paridad en los próximos meses.
Amén del uso partidista que Moncloa hace del caso Villarejo a través de la Fiscalía, que se personó en la acusación contra los presidentes de La Caixa, Isidro Fainé, y de Repsol, Antonio Brufau, y probablemente lo haga con el de Iberdrola, Ignacio Galán, quien esta semana pidió declarar ante el magistrado Manuel García Castellón, anticipándose a los malabarismos políticos.
Después de tanta crítica a los presidentes de las empresas privatizadas, llevamos camino de pasar de los amiguetes de Rato y Aznar al los de Sánchez y Redondo.
Hasta 30 ex políticos de diferente signo se sientan en los consejos de administración de las empresas públicas, de los que una veintena son nombrados directamente a dedo por la SEPI, dependiente de la ministra Montero ¿Es factible así que alguna sociedad pública gane dinero de verdad? Parece una misión imposible.