
Cuando Francisco González echó a Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte de la cúpula de BBVA, a causa de las cuentas opacas de Jersey para algunos consejeros que habían mantenido ocultas durante años, el valor de la entidad en bolsa era similar al del Santander. El precio de sus acciones rondaban los 15 euros, el beneficio se acercaba a los 2.000 millones y lucía un aspecto imponente y un futuro espectacular.
Hoy, 15 años después, aquellos accionistas eufóricos que abarrotaban el Palacio de Congresos de Bilbao para mostrar su entusiasmo a los gestores, están deprimidos o, probablemente, se hayan marchado de la entidad, hartos de perder dinero.
El beneficio es un poco superior al de hace una década y los títulos del BBVA cotizan a un tercio de cuando FG tomó el control de la Torre Negra del paseo de la Castellana en 2001. Su evolución es comparable a la de otros rivales de la banca, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Los del Popular caen cerca del 90 por ciento, por culpa del exceso de inversión inmobiliaria. Ya lo hemos dicho, la banca vive una crisis de rentabilidad, que unida a la de su modelo de negocio tecnológico pone en riesgo su viabilidad.
La propia economía española pasó de crecer alrededor del 4 por ciento a comienzos de la pasada década a sumirse en la crisis más profunda y duradera desde el comienzo de la democracia con Zapatero. Pero no es España la culpable, sino la alocada carrera por internacionalizar su negocio, lo que frustró la carrera de beneficios de BBVA.
Con excepción del mexicano Bancomer, cuya adquisición fue un empeño del expresidente Emilio Ybarra, el resto de países donde FG puso el ojo han resultado un completo fracaso. Primero se empeñó en crecer en EEUU mediante la compra de bancos pequeños en el Estado de Texas. El banquero describía con entusiasmo el negocio de la transferencia de dólares que los mexicanos residentes en Estados Unidos envían a su país de origen. Pero la aparición de las nuevas tecnologías, con canales de pago mucho menos onerosos, acabó con su sueño.
En 2010 entró en China, con la adquisición de hasta el 5 por ciento de China Citic Bank, por su filial en Hong Kong. ?Quien no está en China, no está en el mundo?, llegó a proclamar ufano tras la compra en 2006, probablemente en referencia al Santander. Su expresidente, Emilio Botín, siempre fue muy cauto para abordar los mercados asiáticos, por su extraordinaria volatilidad. La aventura china de FG se saldó con pérdidas de alrededor de 1.000 millones, la mitad de las minusvalías que lleva cosechadas en el turco Garanti. Ésta es la más importante de sus apuestas personales, donde ha invertido la friolera de 6.000 millones y reconocido ya pérdidas de valoración por casi 2.000. FG se enamoró del Garanti por su tecnología y por las perspectivas de crecimiento turco, entre el 4 y el 10 por ciento anual. Llegó a señalar que el Garanti sería, con el paso del tiempo, la entidad más importante del grupo.
La intentona de golpe de Estado en Turquía hace una semana destapó de sopetón las amenazas que penden sobre las países emergentes. Hasta el punto, que BBVA reconoce que alrededor del 40 por ciento de sus activos están sometidos a riesgos elevados, debido a su abrumadora presencia en los emergentes.
La tercera de sus grandes visiones es la tecnológica. Lleva décadas prediciendo el fin de la banca tradicional y su necesidad de evolución. Sin embargo, tampoco estuvo siempre acertado. Hace unos años intentó convertir las sucursales en puntos de venta de todo tipo de productos para el hogar, sin éxito alguno. Solo en los últimos tiempos, desplegó un verdadero esfuerzo por ponerse al día desde el punto de vista tecnológico. Pero, de momento, con pocos resultados.
Los sindicatos han amenazado con huelgas ante la advertencia del nuevo consejero delegado, Carlos Torres, de suprimir una parte importante de la plantilla, que este viernes se concretó en 2.000 despidos. Tiene dificultades para implantar la cultura on-line entre sus empleados, como los demás.
Me sorprende que, además, aproveche las juntas de accionistas o sus cortas apariciones en televisión para abroncar a los políticos por la falta de estabilidad en el Gobierno. El propio Rajoy, que a comienzos de la pasada legislatura lo tenía en gran estima, se ha distanciado cuando se negó a una hipotética fusión con Bankia, que dejaba el control futuro en manos de José Ignacio Goirigolzarri. Pero aún más alucinante es que la revista Euromoney le nombre banquero del año. ¡Olé, la objetividad de la prensa británica!
La pura realidad es que hoy por hoy casi la mitad del benefico proviene de México. Lo peor es que sus aventuras en China y Turquía han pasado una factura de 3.000 millones, más del beneficio anual. Cualquier banquero fuera de nuestras fronteras con esta trayectoria hubiera sido ya despedido. Pero en España no es así, sino casi lo contrario. Francisco González lleva 80 millones acumulados de pensión. El año pasado se autoconcedió un bonus de 1,7 millones como complemento a su salario, pese a que la cuenta de resultados concluyó plana con respecto al ejercicio precedente y cambió los estatutos para prorrogar su mandato. ¿Y luego nos extraña que la banca haya provocado el movimiento de indignacion en el resto de la sociedad?